Al historiador, académico y amigo Germán Carrera Damas
Uno lee a los analistas señalándole a los militares como cumplen órdenes ilegales, se dedican a gritar “Patria, socialismo o muerte” o presentan “boletines de guerra” al Comandante en Jefe después de arriesgadas operaciones de ocupación de aeropuertos donde no había más que una secretaria. Tengo la ligera sensación de un esguince de percepción.
Generales engordados ha habido en este país desde la Guerra de Independencia. Recordemos como las mejores tierras fueron repartidas entre los victoriosos comandantes independentistas, punto histórico donde Chávez debería ir a buscar los orígenes del latifundio en Venezuela. Durante el período democrático hubo muchas comisiones y más de un Ministro de Defensa desapareció del territorio patrio.
Me da la impresión que muchos olvidan que los militares son tan venezolanos como nosotros los civiles. Durante la Colonia se realizaban los llamados Juicios de Residencia, procedimiento mediante el cual la Corona encarcelaba a sus administradores que sueltos por estas tierras se llenaban los bolsillos. Esos juicios están recogidos en un sinnúmero de tomos publicados por la Academia Nacional de la Historia. Lo que quiero decir es que no se trata de un vicio militar esto de “aprovechar” al gobierno de turno para “resolverse”. Es un vicio nuestro, de los venezolanos, uno que quizás llegó de España, uno llamado corrupción, pero que está entronizado en la conciencia del ser nacional. Los militares corruptos es posible que sean más vistosos por los uniformes, pero si nos ponemos a hacer memoria de los civiles que se llenaron con pasados gobiernos y se están llenando con este nos damos cuenta de un principio general, sólo que con este hay militares vestidos de civil, para disimular que esto es una dictadura militar y no más.
Elizabeth Burgos escribió un interesante artículo sobre la dictadura militar birmana. Ya, cuando la manifestación de los monjes budistas, yo había analizado la situación allí, en especial la de la admirada Aung San Suu Kyi. Lo interesante es que cuando Elizabeth tenía la mente en Birmania yo la tenía en Corea del Norte, antes, inclusive, de que hiciera su experimento atómico. Es evidente que ambos andábamos pensando en férreas dictaduras militares, sólo que la tradición venezolana parece indicar otra cosa. No niego que podamos avanzar hacia una situación como la birmana o como la norcoreana, todo dependiendo de si hay o no hay interlocutor civil.
Veamos: la Asamblea Nacional aprueba en primera discusión la Ley de Procedimientos Electorales y escucha uno las declaraciones de un joven apellidado Caldera -que no tiene nada que ver con la familia Caldera-, Secretario General de “Primero Justicia”. Después de decirle a ese texto todos los improperios y ante mi impaciencia de televidente forzado que preguntaba en voz alta ¿Y? ¿Y?, el joven Caldera concluyó asegurando que eso reforzaba la participación electoral de su partido, que ello conllevaba el fortalecimiento de la vía electoral, a pesar de que se eliminaba de un plumazo el principio constitucional de la representación proporcional. De manera que el joven Secretario General de “Primero Justicia” convocó a una rueda de prensa para ratificar que en cualquier condición la vía electoral será la norma de su partido. Algo así como que si se nos pide que vayamos en cuatro patas y ladremos, su partido estará allí. Al día siguiente escucho a la gente del PPT, compañero del proceso, hablando del mismo texto con una dignidad y una fortaleza que me hizo preguntar cual era el partido supuestamente en el gobierno.
Aquella comparación llevaba a pensar que era “Primero Justicia” el que estaba en el gobierno y el PPT el que estaba en la “oposición”. Podría celebrar –Juan José y Rafael Tomás Caldera, por quienes tengo gran aprecio, deben entender que la broma de mal gusto va hacia otra parte- que al fin, por aquello de que debe haber de todo en una democracia, había aparecido en el escenario nacional un Caldera bolsa. Sin embargo, no es tan fácil. Lo complicado es que no hay un interlocutor civil válido.
Los militares tienen un olfato especial para saber cuando un gobierno está llegando a su fin. Antes no actúan. Dada la situación mundial y lo sucedido con los integrantes de las dictaduras del Cono Sur, uno se pregunta sobre el tono con que los analistas de los temas militares se quejan de la inacción uniformada. Es cierto que tenemos un gobierno que perdió su legitimidad de origen, que con su comportamiento se ha hecho un gobierno de facto que viola la Constitución, que se ha convertido en una dictadura de estos tiempos.
Uno de los hechos más importantes de las últimas semanas, a mi modo de ver, es el asalto a la casa de AD en el oriente del país con Ramos Allup dentro. Un vistazo a los últimos resultados electorales indica una sensible recuperación adeca. A mí me llaman del interior del país para preguntarme mis opiniones sobre el presente y siempre los interlocutores añaden una coletilla, “por cierto, ayer pasó por aquí Ramos Allup” o “¿sabes quién estuvo la semana pasada aquí? Ramos Allup”. Los detractores de Ramos Allup tienen todo el derecho a decirle lo que les parezca –a mi me parece que en más de una ocasión no oye- pero es bueno señalar que Ramos Allup no descansa. AD se está reconstruyendo a pasos agigantados. AD es el primer partido, en fuerza y tamaño, que se le opone a la dictadura.
Esto es, se está reconstruyendo un dialogante civil valido. Yo, que nunca he sido adeco, lo reconozco. Como AD no ha asumido el neoliberalismo como doctrina partidista, lo que la debe convertir en detestable a los ojos de los conversos, es un interlocutor atractivo, por la sencilla razón, como en la década de los 40 -en que AD proclamaba la necesidad de un gobierno civil contra la posibilidad de reelección de López Contreras y planteaba reivindicaciones sociales profundas-, que lo único que le falta ahora a AD es hacerse abanderada de profundos cambios sociales, tal vez armarse de agua y jabón, como acostumbro decir. O retirar el GPS empeñado de la tienda de la historia.
El cuadro no es el del retroceso. La única palabra está en purificar, en limpiar, en actuar para un avance democrático. Tal como lo dejó claro Rómulo Betancourt en 1945. Lo que pasó tres años después es harina de otro costal. No soy un determinista histórico, pero conocer la historia de este país ayuda a comprender lo que vivimos en el presente y lo que quizás vivamos en el futuro.
En estos días cargo a Marx conmigo. -¡Oh, escándalo!-, exclamarán los conversos. Sí, asalta mi condición de analista El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Y mi condición de simple analista me obliga a considerarlo: El verdadero y real peligro que tiene enfrente la presente dictadura es la recuperación ostensible de Acción Democrática.
teodulolopezm@yahoo.comUno lee a los analistas señalándole a los militares como cumplen órdenes ilegales, se dedican a gritar “Patria, socialismo o muerte” o presentan “boletines de guerra” al Comandante en Jefe después de arriesgadas operaciones de ocupación de aeropuertos donde no había más que una secretaria. Tengo la ligera sensación de un esguince de percepción.
Generales engordados ha habido en este país desde la Guerra de Independencia. Recordemos como las mejores tierras fueron repartidas entre los victoriosos comandantes independentistas, punto histórico donde Chávez debería ir a buscar los orígenes del latifundio en Venezuela. Durante el período democrático hubo muchas comisiones y más de un Ministro de Defensa desapareció del territorio patrio.
Me da la impresión que muchos olvidan que los militares son tan venezolanos como nosotros los civiles. Durante la Colonia se realizaban los llamados Juicios de Residencia, procedimiento mediante el cual la Corona encarcelaba a sus administradores que sueltos por estas tierras se llenaban los bolsillos. Esos juicios están recogidos en un sinnúmero de tomos publicados por la Academia Nacional de la Historia. Lo que quiero decir es que no se trata de un vicio militar esto de “aprovechar” al gobierno de turno para “resolverse”. Es un vicio nuestro, de los venezolanos, uno que quizás llegó de España, uno llamado corrupción, pero que está entronizado en la conciencia del ser nacional. Los militares corruptos es posible que sean más vistosos por los uniformes, pero si nos ponemos a hacer memoria de los civiles que se llenaron con pasados gobiernos y se están llenando con este nos damos cuenta de un principio general, sólo que con este hay militares vestidos de civil, para disimular que esto es una dictadura militar y no más.
Elizabeth Burgos escribió un interesante artículo sobre la dictadura militar birmana. Ya, cuando la manifestación de los monjes budistas, yo había analizado la situación allí, en especial la de la admirada Aung San Suu Kyi. Lo interesante es que cuando Elizabeth tenía la mente en Birmania yo la tenía en Corea del Norte, antes, inclusive, de que hiciera su experimento atómico. Es evidente que ambos andábamos pensando en férreas dictaduras militares, sólo que la tradición venezolana parece indicar otra cosa. No niego que podamos avanzar hacia una situación como la birmana o como la norcoreana, todo dependiendo de si hay o no hay interlocutor civil.
Veamos: la Asamblea Nacional aprueba en primera discusión la Ley de Procedimientos Electorales y escucha uno las declaraciones de un joven apellidado Caldera -que no tiene nada que ver con la familia Caldera-, Secretario General de “Primero Justicia”. Después de decirle a ese texto todos los improperios y ante mi impaciencia de televidente forzado que preguntaba en voz alta ¿Y? ¿Y?, el joven Caldera concluyó asegurando que eso reforzaba la participación electoral de su partido, que ello conllevaba el fortalecimiento de la vía electoral, a pesar de que se eliminaba de un plumazo el principio constitucional de la representación proporcional. De manera que el joven Secretario General de “Primero Justicia” convocó a una rueda de prensa para ratificar que en cualquier condición la vía electoral será la norma de su partido. Algo así como que si se nos pide que vayamos en cuatro patas y ladremos, su partido estará allí. Al día siguiente escucho a la gente del PPT, compañero del proceso, hablando del mismo texto con una dignidad y una fortaleza que me hizo preguntar cual era el partido supuestamente en el gobierno.
Aquella comparación llevaba a pensar que era “Primero Justicia” el que estaba en el gobierno y el PPT el que estaba en la “oposición”. Podría celebrar –Juan José y Rafael Tomás Caldera, por quienes tengo gran aprecio, deben entender que la broma de mal gusto va hacia otra parte- que al fin, por aquello de que debe haber de todo en una democracia, había aparecido en el escenario nacional un Caldera bolsa. Sin embargo, no es tan fácil. Lo complicado es que no hay un interlocutor civil válido.
Los militares tienen un olfato especial para saber cuando un gobierno está llegando a su fin. Antes no actúan. Dada la situación mundial y lo sucedido con los integrantes de las dictaduras del Cono Sur, uno se pregunta sobre el tono con que los analistas de los temas militares se quejan de la inacción uniformada. Es cierto que tenemos un gobierno que perdió su legitimidad de origen, que con su comportamiento se ha hecho un gobierno de facto que viola la Constitución, que se ha convertido en una dictadura de estos tiempos.
Uno de los hechos más importantes de las últimas semanas, a mi modo de ver, es el asalto a la casa de AD en el oriente del país con Ramos Allup dentro. Un vistazo a los últimos resultados electorales indica una sensible recuperación adeca. A mí me llaman del interior del país para preguntarme mis opiniones sobre el presente y siempre los interlocutores añaden una coletilla, “por cierto, ayer pasó por aquí Ramos Allup” o “¿sabes quién estuvo la semana pasada aquí? Ramos Allup”. Los detractores de Ramos Allup tienen todo el derecho a decirle lo que les parezca –a mi me parece que en más de una ocasión no oye- pero es bueno señalar que Ramos Allup no descansa. AD se está reconstruyendo a pasos agigantados. AD es el primer partido, en fuerza y tamaño, que se le opone a la dictadura.
Esto es, se está reconstruyendo un dialogante civil valido. Yo, que nunca he sido adeco, lo reconozco. Como AD no ha asumido el neoliberalismo como doctrina partidista, lo que la debe convertir en detestable a los ojos de los conversos, es un interlocutor atractivo, por la sencilla razón, como en la década de los 40 -en que AD proclamaba la necesidad de un gobierno civil contra la posibilidad de reelección de López Contreras y planteaba reivindicaciones sociales profundas-, que lo único que le falta ahora a AD es hacerse abanderada de profundos cambios sociales, tal vez armarse de agua y jabón, como acostumbro decir. O retirar el GPS empeñado de la tienda de la historia.
El cuadro no es el del retroceso. La única palabra está en purificar, en limpiar, en actuar para un avance democrático. Tal como lo dejó claro Rómulo Betancourt en 1945. Lo que pasó tres años después es harina de otro costal. No soy un determinista histórico, pero conocer la historia de este país ayuda a comprender lo que vivimos en el presente y lo que quizás vivamos en el futuro.
En estos días cargo a Marx conmigo. -¡Oh, escándalo!-, exclamarán los conversos. Sí, asalta mi condición de analista El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Y mi condición de simple analista me obliga a considerarlo: El verdadero y real peligro que tiene enfrente la presente dictadura es la recuperación ostensible de Acción Democrática.
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