Nos amenazó con sacar los tanques si ganaba la oposición.
“Si ustedes permiten que la oligarquía… y sobre todo que el ‘polluelo pitiyanqui golpista’ regrese a la Gobernación, a lo mejor voy a terminar sacando los tranques de la brigada blindada para defender al gobierno revolucionario y para defender al pueblo de Carabobo”.
Trató de atemorizarnos con lanzar a la calle sus huestes defensoras de la revolución. Nos advirtió por enésima vez que esta revolución está armada.
“¡Que nadie se olvide de que esta es una revolución pacífica, pero es una revolución armada!”.
En un acto en el estado Zulia, dijo que consideraría preparar un “plan militar” contra el gobernador saliente, Manuel Rosales, si éste, Pablo Pérez y sus partidarios ganaban la Gobernación y las alcaldías de este estado el 23 de noviembre.
“Se trata del futuro de la patria. Nos estamos jugando el 23 de noviembre el futuro de la revolución, el futuro del socialismo, el futuro de Venezuela, el futuro del gobierno revolucionario, y también el futuro de Hugo Chávez. Se está jugando todo eso”.
En Sucre amenazó e insultó de igual manera:
“El actual gobernador mafioso y traidor no va a entregar la Gobernación (...). Si es así (el gobernador) Ramón Martínez no sólo va a perder la Gobernación, sino que va terminar en la cárcel, él verá, te vamos a barrer asqueroso traidor”.
Ya antes había inhabilitado a quienes tenían opción cierta de ganar en gobernaciones y alcaldías clave. Encima, nos intimidó con algo tan exabrúptico e inconstitucional como no enviar el situado constitucional adonde ganara la oposición, como si el dinero fuera suyo:
“¿Para qué enviar recursos (a los opositores)? ¿Para que los roben, para que conspiren contra mí? ¡No!”. Con la excusa de que los recursos de las gobernaciones y alcaldías que están en manos de la oposición se usan para alentar planes golpistas, Chávez podría, en efecto, retener esos recursos. Y si eso sucede… ¿habrá dentro del gobierno alguien que lo impida?...
“Ellos (los sectores opositores) quieren ganar las gobernaciones y alcaldías para lanzar el año que viene un golpe de Estado y magnicidio. Y eso nosotros no lo vamos a permitir”.
El cuento del magnicidio aparece cada vez que hay una elección.
Pero lejos de arredrarse con este maremágnum de insensateces, por decir lo menos, la gente salió a votar. Y votó a favor de la democracia, a favor de la libertad, a favor de sus candidatos, no importa el color. La gente votó y ganó.
Después de las elecciones, él trató de convertir sus derrotas en triunfos, en eso es más hábil que nadie. “Ganamos 17 gobernaciones”… De las que perdió, ni media palabra. Y como si nadie lo hubiera escuchado proferir a grito herido que sacaría los tanques, salió a decir que era la oposición la que quería sacarlos, como si tuviera poder de sacarlos. Que él, el gran demócrata, jamás había abierto la boca para descalificar a ninguno de sus adversarios.
Chávez mansamente reconoció las victorias de sus contrincantes, como hace cada vez que se siente acorralado o perdido. Como hizo el 4 de febrero. Como hizo el 11 de abril. Como hizo el 2 de diciembre pasado.
Ahora debe estarse preguntando qué fue lo que no funcionó. Porque su propaganda fue abusiva en cantidad y dinero, en promesas de cualquier tipo y hasta se reportaron amenazas. Se quedó con las ganas de aplastar a Pablo Pérez y a Manuel Rosales, de repetir en la Alcaldía Mayor, de dejar a Cabello en Miranda y de comer “pollo frito” en Carabobo. Y ni hablar de Nueva Esparta.
Las victorias que obtuvo la oposición son especialmente significativas ¡Y sin tanques! Yo me siento muy feliz de que se haya reivindicado el voto, luego de los muy amargos resultados de la abstención en los últimos años. La gente entendió que votando y cuidando el voto, no hay fraude posible. Y la gente, en general, votó “por alguien” y no “en contra de alguien”, como usualmente hemos votado en Venezuela.
El camino está trazado: es el de los votos. No puede ser de otra manera. Por eso dedico este artículo a mi querido y admirado Ramón J. Velásquez, un venezolano de excepción que prefirió ir preso antes de avalar una dictadura y quien ha dedicado su vida a luchar por la democracia.
“Si ustedes permiten que la oligarquía… y sobre todo que el ‘polluelo pitiyanqui golpista’ regrese a la Gobernación, a lo mejor voy a terminar sacando los tranques de la brigada blindada para defender al gobierno revolucionario y para defender al pueblo de Carabobo”.
Trató de atemorizarnos con lanzar a la calle sus huestes defensoras de la revolución. Nos advirtió por enésima vez que esta revolución está armada.
“¡Que nadie se olvide de que esta es una revolución pacífica, pero es una revolución armada!”.
En un acto en el estado Zulia, dijo que consideraría preparar un “plan militar” contra el gobernador saliente, Manuel Rosales, si éste, Pablo Pérez y sus partidarios ganaban la Gobernación y las alcaldías de este estado el 23 de noviembre.
“Se trata del futuro de la patria. Nos estamos jugando el 23 de noviembre el futuro de la revolución, el futuro del socialismo, el futuro de Venezuela, el futuro del gobierno revolucionario, y también el futuro de Hugo Chávez. Se está jugando todo eso”.
En Sucre amenazó e insultó de igual manera:
“El actual gobernador mafioso y traidor no va a entregar la Gobernación (...). Si es así (el gobernador) Ramón Martínez no sólo va a perder la Gobernación, sino que va terminar en la cárcel, él verá, te vamos a barrer asqueroso traidor”.
Ya antes había inhabilitado a quienes tenían opción cierta de ganar en gobernaciones y alcaldías clave. Encima, nos intimidó con algo tan exabrúptico e inconstitucional como no enviar el situado constitucional adonde ganara la oposición, como si el dinero fuera suyo:
“¿Para qué enviar recursos (a los opositores)? ¿Para que los roben, para que conspiren contra mí? ¡No!”. Con la excusa de que los recursos de las gobernaciones y alcaldías que están en manos de la oposición se usan para alentar planes golpistas, Chávez podría, en efecto, retener esos recursos. Y si eso sucede… ¿habrá dentro del gobierno alguien que lo impida?...
“Ellos (los sectores opositores) quieren ganar las gobernaciones y alcaldías para lanzar el año que viene un golpe de Estado y magnicidio. Y eso nosotros no lo vamos a permitir”.
El cuento del magnicidio aparece cada vez que hay una elección.
Pero lejos de arredrarse con este maremágnum de insensateces, por decir lo menos, la gente salió a votar. Y votó a favor de la democracia, a favor de la libertad, a favor de sus candidatos, no importa el color. La gente votó y ganó.
Después de las elecciones, él trató de convertir sus derrotas en triunfos, en eso es más hábil que nadie. “Ganamos 17 gobernaciones”… De las que perdió, ni media palabra. Y como si nadie lo hubiera escuchado proferir a grito herido que sacaría los tanques, salió a decir que era la oposición la que quería sacarlos, como si tuviera poder de sacarlos. Que él, el gran demócrata, jamás había abierto la boca para descalificar a ninguno de sus adversarios.
Chávez mansamente reconoció las victorias de sus contrincantes, como hace cada vez que se siente acorralado o perdido. Como hizo el 4 de febrero. Como hizo el 11 de abril. Como hizo el 2 de diciembre pasado.
Ahora debe estarse preguntando qué fue lo que no funcionó. Porque su propaganda fue abusiva en cantidad y dinero, en promesas de cualquier tipo y hasta se reportaron amenazas. Se quedó con las ganas de aplastar a Pablo Pérez y a Manuel Rosales, de repetir en la Alcaldía Mayor, de dejar a Cabello en Miranda y de comer “pollo frito” en Carabobo. Y ni hablar de Nueva Esparta.
Las victorias que obtuvo la oposición son especialmente significativas ¡Y sin tanques! Yo me siento muy feliz de que se haya reivindicado el voto, luego de los muy amargos resultados de la abstención en los últimos años. La gente entendió que votando y cuidando el voto, no hay fraude posible. Y la gente, en general, votó “por alguien” y no “en contra de alguien”, como usualmente hemos votado en Venezuela.
El camino está trazado: es el de los votos. No puede ser de otra manera. Por eso dedico este artículo a mi querido y admirado Ramón J. Velásquez, un venezolano de excepción que prefirió ir preso antes de avalar una dictadura y quien ha dedicado su vida a luchar por la democracia.
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