*ROGER SANTODOMINGO ESCRIBE EN BARÓMETRO: “POLÍTICA DE LA ENVIDIA”
El gobierno enfrenta una fuerza más poderosa que la del imperio estadounidense: un resentimiento que secuela en las huestes de la revolución y entre ese pueblo que hasta ahora le ha dado su voto. Se trata de la envidia, una de las fuerzas económicas y sociales más potentes y peligrosas de la historia.
El relato bíblico de Caín y Abel retrata el paradigma.La antigua y fatal tradición establece que no envidiamos más a los que consideramos distintos sino aquellos a quienes consideramos nuestros iguales:nuestros hermanos, compañeros de estudios, camaradas que tuvieron más fortuna y éxitos (una casa más grande, un auto mejor, un sueldo mayor) que nosotros.Pero fue el desarrollo moderno, a partir de las revoluciones francesa y americana, lo que le dio ese poder de transformación n industrial a esta baja pasión humana.
El libro de Alain de Botton, Ansiedad deEstatus (Status Anxiety, Vintage, 2004) recoge, con deliciosa erudición, la paradoja de que en la medida que los occidentales mejoraron su situación económica y se alejaron de las penurias del mundo feudal, fueron aumentando sus expectativas. Con los ideales de igualdad y fraternidad llegó también la ansiedad por la posición relativa en la escala social.
Es este el dilema que se plantea ahora en el feudo chavista en su sentido más amplio (incluyendo a losamos y a los siervos) según noticia publicada este lunes 24 de marzo en El Nacional por la periodista Omaira Sayago: "Ascenso socio económico de los chavistas es un boomerang para el Gobierno".De acuerdo con el reportaje, el gobierno tiene dificultades para aplicar medidas económicas restrictivas que golpeen a la nueva clase media vinculada al gobierno. La nómina del Estado creció 4veces más rápido que la privada y los sueldos de los empleados públicos, efectivamente, aumentaron en más de 50% en los últimos 4 años, mientras que los del sector privado disminuyeron, en términos reales, casi5%.Según esto, antes era más fácil tomar una medida que castigara a la clase media y ahora el gobierno tendría que pensarlo dos veces o prepararse para pagar el costo en pérdida de seguidores.
Sin embargo, hay otro efecto perverso.Jean Jacques Rousseau decía que para hacer a un hombre más rico había dos alternativas: darle más dinero o reprimir sus deseos. El aumento en la renta petrolera ha facilitado al Estado repartir beneficios y, de hecho, disminuir indicadores de pobreza. Pero la expansión del gasto público ha distorsionado la economía, generado inflación y reducido la competitividad del sector más amplio de la población.
Aunque se diga que es malo ser rico, reprimir el deseo de superación ha resultado infructuoso y todos se sienten con derecho a su Hummer.Las desigualdades, ese combustible que tanto alimentó el discurso populista oficial, ahora se le vuelven en contra. Un obrero ve a su vecino chavista mudarse súbitamente del barrio; un artesano ve a su hermano empleado público comprarse un magnífico auto. La riqueza rápida fluye, y no es tanto el trabajo como las conexiones lo que la genera. "Pero si en el exterior están regalando becas con plata venezolana",dice uno. Porque esto es lo peor: no alcanza para todos y, de pronto, aumenta la tasa de ansiedad, el descontento, porque "yo también quiero lo mío" en la repartición que promete igualarnos.La envidia alcanza a los altos representantes del chavismo y se alborota entre ellos. El ejemplo más reciente: un grupo descontento porque unos camaradas se enriquecen con elevadas comisiones de registros y notarías decidieron que había que acabar con ese negocio e investigar a esos aspirantes a oligarcas.
Pero estos reviran: "Ok, camaradas, pero nosotros no somos los únicos haciendo plata, si no fíjense en los hermanos del presidente Chávez".Allí entra en el ahora célebre diputado aguafiestas que, documentos en mano, dice en cámara: "Ok, saquen a mi mamá del registro, investiguen mis fondos decampaña, pero ¿cómo hicieron los hermanos del Presidente para comprarse unas haciendas milmillonarias? No hay cómo, no hay derecho. Esto da rabia". Y ¿qué dirán del Presidente sus hermanos y sus viejos compañeros de lucha?" La política de la envidia alcanza para todos, porque ¿no y que todos éramos iguales?
Roger Santodomingo
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