*GUSTAVO LINARES BENZO ESCRIBE PARA EL UNIVERSAL (VENEZUELA): “DOS GUERRAS”
El hermoso concierto en la frontera reveló cuanto necesitamos la paz. El mundo se articula sobre la base de la paz, un mundo en guerra es otro mundo, con otros códigos y sobre todo con muerte y dolor. Aunque estos días son santos para cada vez menos personas, pues se han convertido en una vacación más, recuerdan sin embargo que la paz es más que la ausencia de guerra. Si cualquier tranquilidad es paz, no hace falta luchar por ella, sólo habría Domingo de Resurrección pero no harán falta Jueves ni Viernes Santos.
Colombia y Venezuela viven violencias intensas, aunque por causas distintas. La colombiana es dramática, dura cuarenta años y se debe a una opción política degenerada en comercio de estupefacientes. A pesar de que como causa es mucho más grave que la nuestra, la inseguridad en Venezuela, que es una especie de guerra, se debe al hampa común, demasiado común, ya ha superado en muertes a la de nuestros hermanos colombianos (Venezuela tiene una tasa de homicidios de 45 por cada cien mil habitantes, Colombia 36, con FARC, ELN y paramilitares incluidos). Si Colombia está en guerra, Venezuela debe estarlo también.
Pero la guerra colombiana es más generalizada, pues afecta a pobres y ricos. En Venezuela es mucho más excluyente, sólo que los excluidos son los poderosos y pudientes. La guerra venezolana es una guerra entre pobres, de allí su increíble inmoralidad. Un Estado que repite hasta la náusea que "Venezuela es de todos", ha democratizado el homicidio sólo entre los pobres, los excluidos son los ricos. Y si se mantiene la tendencia, también serán incorporados a nuestra guerra de baja intensidad.
Esta violencia se puede acabar de muchas maneras, pero aunque las muertes terminen, no todas ellas serán verdadera paz. Porque la paz debe ser justa. Ni Colombia puede derrotar a las FARC a cambio de perder su soberanía frente a Estados Unidos, ni Venezuela puede contribuir a ella dándole status de buenos a unos malsines. Y en Venezuela, la solución policial a los homicidios no puede ser la pena de muerte sin juicio que se aplica sin ambages, ni dejar que los jóvenes más pobres se maten entre ellos, pues algún día se acabaría la raza de los malandros.
No hay Domingo de Pascua sin Jueves y Viernes Santo, no hay paz sin lucha por el bien.
glinares@cjlegal.net
El hermoso concierto en la frontera reveló cuanto necesitamos la paz. El mundo se articula sobre la base de la paz, un mundo en guerra es otro mundo, con otros códigos y sobre todo con muerte y dolor. Aunque estos días son santos para cada vez menos personas, pues se han convertido en una vacación más, recuerdan sin embargo que la paz es más que la ausencia de guerra. Si cualquier tranquilidad es paz, no hace falta luchar por ella, sólo habría Domingo de Resurrección pero no harán falta Jueves ni Viernes Santos.
Colombia y Venezuela viven violencias intensas, aunque por causas distintas. La colombiana es dramática, dura cuarenta años y se debe a una opción política degenerada en comercio de estupefacientes. A pesar de que como causa es mucho más grave que la nuestra, la inseguridad en Venezuela, que es una especie de guerra, se debe al hampa común, demasiado común, ya ha superado en muertes a la de nuestros hermanos colombianos (Venezuela tiene una tasa de homicidios de 45 por cada cien mil habitantes, Colombia 36, con FARC, ELN y paramilitares incluidos). Si Colombia está en guerra, Venezuela debe estarlo también.
Pero la guerra colombiana es más generalizada, pues afecta a pobres y ricos. En Venezuela es mucho más excluyente, sólo que los excluidos son los poderosos y pudientes. La guerra venezolana es una guerra entre pobres, de allí su increíble inmoralidad. Un Estado que repite hasta la náusea que "Venezuela es de todos", ha democratizado el homicidio sólo entre los pobres, los excluidos son los ricos. Y si se mantiene la tendencia, también serán incorporados a nuestra guerra de baja intensidad.
Esta violencia se puede acabar de muchas maneras, pero aunque las muertes terminen, no todas ellas serán verdadera paz. Porque la paz debe ser justa. Ni Colombia puede derrotar a las FARC a cambio de perder su soberanía frente a Estados Unidos, ni Venezuela puede contribuir a ella dándole status de buenos a unos malsines. Y en Venezuela, la solución policial a los homicidios no puede ser la pena de muerte sin juicio que se aplica sin ambages, ni dejar que los jóvenes más pobres se maten entre ellos, pues algún día se acabaría la raza de los malandros.
No hay Domingo de Pascua sin Jueves y Viernes Santo, no hay paz sin lucha por el bien.
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