*ROBERTO GIUSTI ESCRIBE EN EL UNIVERSAL: “FRACASO ELECTORAL EN DICIEMBRE Y DEBACLE INTERNACIONAL EN ENERO”
Las FARC son imprevisibles y la cerril astucia de sus jefes puede dejar plantado hasta a su mejor aliado (AP)
Chávez ha logrado un imposible: el apoyo al gobierno del presidente Uribe
EL UNIVERSAL
Hombre de ideas fijas y de proyectos a los que establece etapas, la habilidad de Hugo Chávez para adaptarse a las circunstancias y su sentido del tiempo resultan verificables a la hora de constatar sus contradicciones. Si en 1998 juró que no era socialista y que su programa se inspiraba en "la tercera vía", seis años después, cuando consideró maduros al país y al mundo para asimilar el impacto de sus verdaderas intenciones, se despojó del camouflage echándose sobre los hombros casi un siglo de totalitarismos.
Luego, su apabullante reelección presidencial del 6 de diciembre de 2006 le hizo sentir tan poderoso como para suponer que ese era el momento de radicalizar el proceso y, pese a señales como el rechazo general al cierre de RCTV, decidió jugarse el todo por el todo para finalmente morir en la raya.
La equivocación quedó plasmada el 2 de diciembre de 2007. El país le dijo No y en la búsqueda de una reivindicación que le permitiera paliar los efectos políticos de su derrota se aferró a una tabla de salvación que tenía a la vista. Las FARC estaban listas para acudir al rescate.
El gozo se fue al pozo
Una jugada audaz, porque luego de haber sido despojado por el presidente Uribe de su papel como facilitador para el canje humanitario la liberación de algunos rehenes le permitiría no sólo exhibirse como el hombre que había logrado lo que nadie en el mundo (candidato al Nobel de la Paz), sino taparle la boca a Uribe, hacerlo quedar ante el mundo como alguien a quien poco le importa la suerte de los rehenes y repotenciar su carácter de mediador en la consecución del objetivo supremo: el fin del conflicto colombiano.
En ese empeño no vaciló en sacar del ostracismo rural al capitán Rodríguez Chacín, su emisario histórico ante las FARC y lo designó ministro del Interior. Pero no resultó fácil. Las FARC son imprevisibles y la cerril astucia de sus jefes, muchos con 30 y 40 años viviendo en el monte, puede dejar plantado hasta a su mejor aliado. El 31 de diciembre, Chávez hizo el ridículo internacional y los observadores (con Néstor Kirchner a la cabeza) regresaron a Caracas sin las cautivas. La culpa fue de Uribe dijo ese mismo día y para disimular el revés anunció la amnistía parcial para los presos políticos.
Diez días después lo logró. El país, el mundo, incluso Uribe, se rendían a sus pies. Ahí estaban Clarita y Consuelo, agradeciéndole a él, su salvador, el regreso a la libertad. Himnos, banderas, flores, la apoteosis. Chávez salía de las sombras. Pero el gozo se le fue al pozo en menos de 24 horas. Una vez más le falló el sentido de la realidad y en la presentación de su Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional, en el propio inicio del discurso (se lo habían escrito para evitar escándalos) echó por tierra los puntos ganados por la liberación de las dos rehenes.
El segundo gran error
Otra vez había fallado en la estrategia equivocando el tiempo y sobreestimando su fortaleza. Supuso que tenía al mundo en el bolsillo, quiso, de una sola vez, sacarle provecho político al acierto, se quitó la careta, oficializó lo evidente y el tiro le salió por la culata.
La exigencia de sacar de la lista de las organizaciones terroristas a las FARC y al ELN y de concederles el estatus de beligerancia como condición para normalizar las relaciones con el Gobierno colombiano, porque "se trata de ejércitos con un proyecto bolivariano" (como el de él), se convertía en su segundo gran error en menos de un año. Si su intento fallido por lograr la reelección indefinida y de imponer un modelo de corte totalitario fue rechazado en el plano interno, su propuesta del 11 de enero ante la Asamblea Nacional generó una reacción similar en el plano internacional.
Sus lazos con la subversión colombiana no resultan una novedad y nadie le creyó cuando el 12 de noviembrte de 2004, en Cartagena, se puso la mano en el corazón y dijo que no apoyaba a la guerrilla. Uribe lo sabía mejor que nadie y esa fue precisamente la razón que lo llevó a aceptar sus buenos oficios en el canje humanitario.
Luego comprendería que le había dado la mano y Chávez se estaba cogiendo el brazo. Y no sólo por su pretensión de hacer contacto con los jefes militares, pasando por encima de él, sino porque la sola aceptación de que se reuniera con Tiro Fijo en Colombia suponía, en la práctica, la consumación de una zona de despeje y también porque era evidente que no estaba ante un mediador o facilitador, sino ante alguien parcializado por una de las partes, más interesado en su conveniencia política que en la causa humanitaria.
Impulsado por la euforia y también presionado por las FARC (amor con amor se paga), Chávez dio el paso y la primera consecuencia es que ha perdido, definitivamente, la posibilidad de convertirse en el gran componedor del conflicto armado. Ahora es una parte de ese conflicto.
Dos tiros por la culata
Otro efecto, demoledor, los relatos de las rescatadas y las pruebas de vida (más bien de tortura, sufrimiento y sobrevivencia) de quienes siguen secuestrados, han puesto en evidencia, hasta para los más remisos, el trato infamante al cual son sometidos los rehenes de la guerrilla colombiana. Tanto aquellos a quienes endilgan el término de "prisioneros políticos" como los cientos de colombianos y venezolanos que se convierten en víctimas inocentes de organizaciones delictivas totalmente ajenas a los principios por los cuales dicen luchar. Ahora, Chávez aparece ante el mundo como su único y aislado secuaz porque hasta gobiernos aliados como los de Ecuador y Argentina se han desentendido de su propuesta.
Pero Chávez ha logrado un imposible: el apoyo al gobierno del presidente Álvaro Uribe por todos los sectores políticos y sociales de Colombia. Desde la izquierda del Polo Democrático hasta la derecha más recalcitrante, pasando por liberales y conservadores. De esa manera, Uribe consolida su liderazgo en el tema de la estrategia para la búsqueda de un acuerdo, al tiempo que inicia una gira europea para recabar apoyo internacional en la misma dirección, la seguridad democrática, mientras Chávez ve cómo se rompen sus lazos con la izquierda democrática colombiana, que en su casi totalidad condena el accionar de las FARC y del ELN.
El rompimiento
"Del amor al odio y del mejor nivel al peor de toda su historia han pasado las relaciones bilaterales en los últimos días" señala el politólogo y analista colombiano de temas militares Alfredo Rangel, para quien el apoyo económico a las FARC por parte del Gobierno venezolano o el establecimiento de oficinas en Caracas, como lo advirtió el senador Germán Vargas Lleras, es algo que no ocurrirá, porque significaría la ruptura de relaciones.
En todo caso, tanto las FARC como el ELN han mantenido representantes oficiosos en Caracas (el último fue Rodrigo Granda) y es evidente que la guerrilla actúa con alto grado de impunidad en parte del territorio nacional, al punto que según el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, Genaro Méndez, actualmente las FARC mantienen en su poder a 14 venezolanos.
El Gobierno colombiano ha sido cauteloso a la hora de fijar posición en torno a las posiciones de Chávez, pero las expresiones de simpatía y apoyo hacia grupos irregulares que secuestran, asesinan, cometen actos terroristas y tienen como último fin el derrocamiento de un gobierno democrático, parecen estar llegando a los límites y ni las pujantes relaciones comerciales, vitales para ambos países, podrían impedir la ruptura si Chávez termina sobrepasando la raya amarilla que marca la diferencia entre la tolerancia y la dignidad de un país.
Las FARC son imprevisibles y la cerril astucia de sus jefes puede dejar plantado hasta a su mejor aliado (AP)
Chávez ha logrado un imposible: el apoyo al gobierno del presidente Uribe
EL UNIVERSAL
Hombre de ideas fijas y de proyectos a los que establece etapas, la habilidad de Hugo Chávez para adaptarse a las circunstancias y su sentido del tiempo resultan verificables a la hora de constatar sus contradicciones. Si en 1998 juró que no era socialista y que su programa se inspiraba en "la tercera vía", seis años después, cuando consideró maduros al país y al mundo para asimilar el impacto de sus verdaderas intenciones, se despojó del camouflage echándose sobre los hombros casi un siglo de totalitarismos.
Luego, su apabullante reelección presidencial del 6 de diciembre de 2006 le hizo sentir tan poderoso como para suponer que ese era el momento de radicalizar el proceso y, pese a señales como el rechazo general al cierre de RCTV, decidió jugarse el todo por el todo para finalmente morir en la raya.
La equivocación quedó plasmada el 2 de diciembre de 2007. El país le dijo No y en la búsqueda de una reivindicación que le permitiera paliar los efectos políticos de su derrota se aferró a una tabla de salvación que tenía a la vista. Las FARC estaban listas para acudir al rescate.
El gozo se fue al pozo
Una jugada audaz, porque luego de haber sido despojado por el presidente Uribe de su papel como facilitador para el canje humanitario la liberación de algunos rehenes le permitiría no sólo exhibirse como el hombre que había logrado lo que nadie en el mundo (candidato al Nobel de la Paz), sino taparle la boca a Uribe, hacerlo quedar ante el mundo como alguien a quien poco le importa la suerte de los rehenes y repotenciar su carácter de mediador en la consecución del objetivo supremo: el fin del conflicto colombiano.
En ese empeño no vaciló en sacar del ostracismo rural al capitán Rodríguez Chacín, su emisario histórico ante las FARC y lo designó ministro del Interior. Pero no resultó fácil. Las FARC son imprevisibles y la cerril astucia de sus jefes, muchos con 30 y 40 años viviendo en el monte, puede dejar plantado hasta a su mejor aliado. El 31 de diciembre, Chávez hizo el ridículo internacional y los observadores (con Néstor Kirchner a la cabeza) regresaron a Caracas sin las cautivas. La culpa fue de Uribe dijo ese mismo día y para disimular el revés anunció la amnistía parcial para los presos políticos.
Diez días después lo logró. El país, el mundo, incluso Uribe, se rendían a sus pies. Ahí estaban Clarita y Consuelo, agradeciéndole a él, su salvador, el regreso a la libertad. Himnos, banderas, flores, la apoteosis. Chávez salía de las sombras. Pero el gozo se le fue al pozo en menos de 24 horas. Una vez más le falló el sentido de la realidad y en la presentación de su Memoria y Cuenta ante la Asamblea Nacional, en el propio inicio del discurso (se lo habían escrito para evitar escándalos) echó por tierra los puntos ganados por la liberación de las dos rehenes.
El segundo gran error
Otra vez había fallado en la estrategia equivocando el tiempo y sobreestimando su fortaleza. Supuso que tenía al mundo en el bolsillo, quiso, de una sola vez, sacarle provecho político al acierto, se quitó la careta, oficializó lo evidente y el tiro le salió por la culata.
La exigencia de sacar de la lista de las organizaciones terroristas a las FARC y al ELN y de concederles el estatus de beligerancia como condición para normalizar las relaciones con el Gobierno colombiano, porque "se trata de ejércitos con un proyecto bolivariano" (como el de él), se convertía en su segundo gran error en menos de un año. Si su intento fallido por lograr la reelección indefinida y de imponer un modelo de corte totalitario fue rechazado en el plano interno, su propuesta del 11 de enero ante la Asamblea Nacional generó una reacción similar en el plano internacional.
Sus lazos con la subversión colombiana no resultan una novedad y nadie le creyó cuando el 12 de noviembrte de 2004, en Cartagena, se puso la mano en el corazón y dijo que no apoyaba a la guerrilla. Uribe lo sabía mejor que nadie y esa fue precisamente la razón que lo llevó a aceptar sus buenos oficios en el canje humanitario.
Luego comprendería que le había dado la mano y Chávez se estaba cogiendo el brazo. Y no sólo por su pretensión de hacer contacto con los jefes militares, pasando por encima de él, sino porque la sola aceptación de que se reuniera con Tiro Fijo en Colombia suponía, en la práctica, la consumación de una zona de despeje y también porque era evidente que no estaba ante un mediador o facilitador, sino ante alguien parcializado por una de las partes, más interesado en su conveniencia política que en la causa humanitaria.
Impulsado por la euforia y también presionado por las FARC (amor con amor se paga), Chávez dio el paso y la primera consecuencia es que ha perdido, definitivamente, la posibilidad de convertirse en el gran componedor del conflicto armado. Ahora es una parte de ese conflicto.
Dos tiros por la culata
Otro efecto, demoledor, los relatos de las rescatadas y las pruebas de vida (más bien de tortura, sufrimiento y sobrevivencia) de quienes siguen secuestrados, han puesto en evidencia, hasta para los más remisos, el trato infamante al cual son sometidos los rehenes de la guerrilla colombiana. Tanto aquellos a quienes endilgan el término de "prisioneros políticos" como los cientos de colombianos y venezolanos que se convierten en víctimas inocentes de organizaciones delictivas totalmente ajenas a los principios por los cuales dicen luchar. Ahora, Chávez aparece ante el mundo como su único y aislado secuaz porque hasta gobiernos aliados como los de Ecuador y Argentina se han desentendido de su propuesta.
Pero Chávez ha logrado un imposible: el apoyo al gobierno del presidente Álvaro Uribe por todos los sectores políticos y sociales de Colombia. Desde la izquierda del Polo Democrático hasta la derecha más recalcitrante, pasando por liberales y conservadores. De esa manera, Uribe consolida su liderazgo en el tema de la estrategia para la búsqueda de un acuerdo, al tiempo que inicia una gira europea para recabar apoyo internacional en la misma dirección, la seguridad democrática, mientras Chávez ve cómo se rompen sus lazos con la izquierda democrática colombiana, que en su casi totalidad condena el accionar de las FARC y del ELN.
El rompimiento
"Del amor al odio y del mejor nivel al peor de toda su historia han pasado las relaciones bilaterales en los últimos días" señala el politólogo y analista colombiano de temas militares Alfredo Rangel, para quien el apoyo económico a las FARC por parte del Gobierno venezolano o el establecimiento de oficinas en Caracas, como lo advirtió el senador Germán Vargas Lleras, es algo que no ocurrirá, porque significaría la ruptura de relaciones.
En todo caso, tanto las FARC como el ELN han mantenido representantes oficiosos en Caracas (el último fue Rodrigo Granda) y es evidente que la guerrilla actúa con alto grado de impunidad en parte del territorio nacional, al punto que según el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, Genaro Méndez, actualmente las FARC mantienen en su poder a 14 venezolanos.
El Gobierno colombiano ha sido cauteloso a la hora de fijar posición en torno a las posiciones de Chávez, pero las expresiones de simpatía y apoyo hacia grupos irregulares que secuestran, asesinan, cometen actos terroristas y tienen como último fin el derrocamiento de un gobierno democrático, parecen estar llegando a los límites y ni las pujantes relaciones comerciales, vitales para ambos países, podrían impedir la ruptura si Chávez termina sobrepasando la raya amarilla que marca la diferencia entre la tolerancia y la dignidad de un país.
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