viernes, 4 de julio de 2014

SAÚL GODOY GÓMEZ, EL ESTADO Y EL HOMBRE DE LAS CAVERNAS,

A los comunistas los entiendo, aunque no los justifico; son personas primitivas, que viven en un mundo de creencias falsas, algunas muy ruines, en cuanto la naturaleza del hombre y la sociedad, y cuando llegan a ser gobierno, gracias a la ignorancia colectiva, su desempeño es un desastre y la sociedad sufre las consecuencias… hasta que rectifica.

Pero que la oposición política venezolana, en su mayoría también populista, trate de emular el pensamiento y las acciones de los comunistas, y se ofrezcan como alternativa de poder, con la promesa de un cambio hacia una mejor sociedad, cuando en realidad van a la cola del tren del marxismo es imperdonable, sobre todo si vemos a lo que conduce un estado interventor y controlador de la vida social.
He escuchado últimamente, en los medios de comunicación social, a muchos representantes de la oposición haciendo planteamientos de lo que ellos harían si fueran gobierno… y, para mi desaliento y preocupación, lo que proponen no es más que la continuación del estado de cosas que nos han llevado a esta pavorosa crisis de gobernabilidad.
Tanto la concepción del estado como las formulas de gobernanza que proponen son todas muy parecidas a las fórmulas comunistas: un estado fuerte y más intervención estatal, hay hasta una propaganda, que repite insistentemente de uno de los partidos más importantes de la oposición, en que su mensaje político se reduce a “nuestro interés es que usted coma más y mejor, para eso estamos trabajando”; parece el lema de un restaurante o un supermercado, entiendo que la situación del país esté en el límite de la sobrevivencia, pero que un partido haya reducido su horizonte de propuestas a un plato de caraotas dice mucho de lo que ese partido piensa de su misión, y peor, de lo que piensa de sus electores.
La política venezolana ha involucionado de manera acelerada; los partidos se encuentran en manos de improvisados y oportunistas, en su mejor caso de negociantes que pretenden reunirse con el diablo, si eso fuera necesario, para satisfacer a sus clientes. Eso, señoras y señores, no es política, es bazofia.
Empecemos nuestro análisis ¿Qué tipo de hombre o mujer tienen en mente los que dirigen los partidos de la oposición cuando se ofrecen como alternativa de gobierno?  Esta pregunta parece fácil, pero no lo es, y el concepto es la base que fundamenta toda política, ¿Qué tipo de sociedad pretendo gobernar? ¿Se trata de hombres libres, autónomos, racionales y productivos? O se trata, al contrario, de hombres con mentalidad de esclavos, dependientes, violentos y flojos… no se trata de ver cuántos son libres y cuantos esclavos, lo importante en la respuesta a esta pregunta es el ideal al que me dirijo; gobierno para una sociedad civilizada o en pleno proceso de civilización o me ofrezco a una masa informe de brutos.
Algunos, los pragmáticos, responderán que depende de la condición sociológica de nuestro pueblo; si los venezolanos estamos en estadio intermedio entre civilización y barbarie, entonces, mi oferta de gobierno será la del plato de comida; por ejemplo, gobierno para que todos puedan comer. Pero si resulta que, luego de más de 500 años del descubrimiento, los venezolanos hemos remontado la cuesta de la civilización y podemos vernos en un futuro a corto plazo como un país desarrollado y perteneciente a la comunidad de naciones civilizadas, entonces la oferta cambia y propondré integrarnos al mundo informado e informatizado, a los creadores de tecnología, por ejemplo.
Luego viene la pregunta  ¿Qué tipo de gobierno propongo? Si mi público es la gleba, los siervos de la edad media, que necesitaban de un amo para que les indicara el lugar que ocupaban en la sociedad, si necesito robarles el producto de su trabajo para fortalecer a la clase gobernante, si necesito obligarlos a actuar contra su voluntad para alcanzar lo que considero que es el bien común, entonces estamos hablando de un tipo de gobierno autoritario cuyo respeto y voluntad se impone por la fuerza; en este caso, más que un gobierno, se trata de la institucionalización del mandato de una pandilla sobre una sociedad de esclavos.
Pero si se trata de personas iguales a mí, con derechos individuales, capaces de sostenerse por sí mismos, de emprender y producir bienes y servicios para toda la sociedad, si se trata de entes razonables, que piensan y discuten sus diferencias en paz, que coexisten con los otros en libertad, intercambiando lo que producen, cada uno en su especialidad, sin coacciones ni supervisión, entonces estamos hablando de otro tipo de gobierno, un gobierno para una sociedad en libertad.
Y los gobiernos para una sociedad en libertad no se basan en los buenos deseos de sus líderes, ni en su comprensión del mundo y del hombre, sino en el respeto a las leyes y al orden, pues es sólo dentro de un estado de derecho y de justicia que una sociedad puede funcionar, permitiendo el libre desenvolvimiento de las potencialidades de sus miembros.
Son dos las actividades  fundamentales de toda democracia: la preservación y el libre desarrollo del conocimiento, que garantiza el desarrollo del espíritu y la conciencia de la gente, y la libertad del comercio y la industria, que hace posible que una nación sea próspera y autosuficiente.
Para que esto suceda, un gobierno para una sociedad en libertad debe cumplir tres roles fundamentales: el primero, proteger a sus ciudadanos y bienes de los criminales y para ello cuenta con las fuerzas policiales.  El segundo, proteger a la nación de la invasión de fuerzas extranjeras y para ello cuenta con unas Fuerzas Armadas profesionales. El tercero, resolver las disputas entre sus ciudadanos, como árbitro, en los tribunales de justicia y de acuerdo con un marco legal objetivo.
Este es el estado mínimo del que he estado refiriéndome en mis últimos artículos, que se basa en la menor intervención posible en los asuntos que le compete resolver a la sociedad en general, problemas como la educación, la salud, las finanzas, incluso de las obras públicas, deberían poder ser resueltos por la sociedad organizada, fuera de la estructura burocrática del gobierno.
Las razones que apuntalan esta posición son muchas, pero su fundamento básico parte de que el conocimiento social es disperso y es imposible que una sola persona acapare dicho conocimiento y sea portador de un saber superior; ningún planificador, legislador o gobernador puede tener mayor dominio sobre un problema que el que tienen aquellos afectados por el mismo, menos aún si se busca la solución desde una oficina remota. 
Ni el Presidente de la República, ni ninguno de sus asesores expertos, puede tener mayor conocimiento sobre cómo se debe invertir el dinero en una plantación de caña de azúcar en el Municipio Iribarren del Estado Lara, que sus mismos agricultores y dueños de fundos, que son los principales afectados y viven de esa actividad.  De allí el gran fracaso de Giordani como planificador  y del mal hadado Plan de la Patria, no hay manera de sustituir el conocimiento de primera mano, de la realidad real, por ideas aproximadas de una fantasía ideológica. El resultado es siempre contra natura.
El conocimiento de toda persona, así sea el de un sabio, es siempre parcial y falible; pero el problema no termina allí, si esa persona es un alto funcionario del gobierno y aplica su plan elaborado en una oficina con “geniecillos planificadores”, ninguno de ellos puede predecir con exactitud las consecuencias de sus acciones en la sociedad. Probablemente algunas cosas resulten bien, pero otras resultarán muy mal, y de esas cosas malas hay que defenderse, o contenerlas, lo que involucra volver a intervenir e implica, a su vez, que habrá de nuevo resultados buenos y malos… y así hasta el infinito, una vez que empieza la intervención del estado no se sabe cuándo termina.
La gran lección de este “Teorema del Conocimiento Limitado” es que, en una sociedad de hombres y mujeres libres, se debe permitir que cada uno decida sus propias finalidades, basándose en su propio conocimiento y capacidad; finalidades que coinciden- según lo expresó hace ya algunos años Ludwig Von Mises- con lo que cada uno piensa puede “controlar” y para cuya realización ofrece a los otros, a cambio de las prestaciones que necesita, lo que él es capaz de hacer: “Así es cómo la cooperación social se mantiene, no por la obligación de perseguir fines comunes, sino por una amplia trama de acuerdos referentes a los medios que recíprocamente nos proporcionamos unos a otros.”
No olvidemos que cada vez que actúa el estado, lo hace restándole a la sociedad una cantidad de energía y recursos, que la sociedad necesita para resolver, justamente, esos problemas.
Invito a los políticos de la oposición a que se abra en el seno de sus partidos las discusiones necesarias para atender esos puntos de doctrina que, hasta los momentos, están siendo dominados por el pensamiento populista marxista, lo que se conoce como socialismo “light”… terrible por lo primitivo de sus postulados.
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
@godoy_saul

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