sábado, 17 de julio de 2010

LA IGLESIA ES LA IGLESIA, FRANCISCO ALARCÓN

En Venezuela se ha caracterizado la “revolución” por su falta de diálogo, de consulta con el pueblo; desconociendo la voluntad popular sin que exista una figura arbitrante capaz de intervenir en un momento de crisis severa. El régimen se ha negado a cualquier mediación para suavizar la polarización, la arbitrariedad ha sido tal, cual los ha llevado cada vez más a cerrar los caminos a la disidencia. De allí se desprenden las persecuciones y el cierre de medios de comunicación, cuestión que resulta altamente peligrosa en un período que hay que dilucidar problemas que atañen a los dos sectores. Tema que veíamos venir desde hace mucho tiempo y que actualmente se enfatiza por la incapacidad gubernamental. Pudiera ocurrir en cualquier momento un desbordamiento social sin que nadie lo detenga.

El pueblo venezolano aún partidario del oficialismo no es comunista, unido a una amplia disidencia que comienza a despertar viéndose rodeada por todas partes. El oficialismo cada vez está más agresivo y divorciado de la realidad, creyendo que existen las condiciones para instaurar un comunismo al estilo Cuba. Sin embargo, las cosas no son así, en el ambiente se palpa un total descontento ante once años perdidos y dilatados en corrupción. Si se llegara a un enfrentamiento de las dos corrientes, sólo la Iglesia sería la figura arbitrante que pudiera inmiscuirse para tratar de zanjar las dificultades y echar las bases para una posible reconciliación. La Iglesia venezolana terció en situaciones críticas cuando existió un vacío de poder, sus gestiones fueron fructíferas para que no hubiese un naufragio hacia la violencia. Aunque los resultados fueron contrarios a lo que la gente aspiraba porque continuó en el poder el renunciante, empero no dejó de ser elocuente su mediación.

Ahora la Iglesia pasa a ser otro de los entes agredidos y denostados por el oficialismo grosero, fijando la mirada en sus altos prelados como si se tratará de cualquier hijo de vecina, importándole poco la institución y su acercamiento con el pueblo venezolano. Como si la Iglesia fuera un organismo sin arraigo y sin sostén moral, cuestión asaz peligrosa pensar que ella “perecerá” por la algazara de alguien. No, la Iglesia no es cualquiera y probablemente en la coyuntura actual sea la de mayor credibilidad entre los venezolanos. Sí, es la sempiterna Iglesia con tantos siglos dando la batalla por el bien, con todos los defectos que pueda tener, seguirá siendo el patrón moral de esta sociedad. La que bautiza, casa y confiesa a los pecadores cuando se exceden en este paraíso mortal. Desconocer su ascendencia de siglos, es como desconocer los imprevisibles de la naturaleza; la Iglesia pues es la Iglesia.

Actualmente, vemos cómo en Cuba se erige como mediadora entre el pueblo oprimido y la dictadura de los Castro. A Raúl Castro no le quedó más remedio que acercársele para que no se le muriera el disidente Fariñas con muchos días de ayuno, exigiendo la libertad de los presos políticos, y esta labor no ha terminado, inversamente, comienza siendo el árbitro entre laicos y creyentes, entre la disidencia cubana y un régimen negado a abrirse hacia la libertad. Será un largo camino, pero llegará la emancipación cubana que ojalá sea por la intermediación y no por la violencia.

Igual ocurrirá en Venezuela, quiéranlo o no, será la Iglesia la figura arbitrante, la tercera persona y el oficialismo deberá estar atento a ello, al igual que la disidencia.

Sus llamados y críticas han sido los más serios y mejor sustentados, que pueden servir para alertar a los dos bandos. Subestimar a la Iglesia puede resultarle costoso al régimen y para la disidencia será siempre un ejemplo de paciencia y sensatez, enmarcado dentro de las exigencias reales de los venezolanos que ven hoy conculcadas sus libertades.

La Iglesia al presente se constituye más que nunca como la figura arbitrante, a sus llamados deberán estar atentos todos los venezolanos sin distingos políticos y a ella ocurrirán en los momentos cruciales cuando Venezuela se disponga a su reconstrucción que, ha de llegar en algún instante no muy lejano. El sueño de este pueblo sigue siendo vivir en democracia y no estar sometido al yugo del comunismo. La Iglesia continuará siendo su guía espiritual y posiblemente salvadora en esta adversa situación. Miradla como la institución que nunca los ha olvidado ni ha dejado de preconizar la libertad.

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