El titulo de este artículo es la respuesta
simple a la pregunta recurrente: ¿Tiene Venezuela un futuro próspero?
Para
responder no me referiré ni a la izquierda ni a la derecha -que en Venezuela no
existen como en otros países desde el punto de vista ideológico formal – sino
de prejuiciados actores tanto en el gobierno, como en la oposición.
Y es que
para mí, ya a estas alturas, Hugo Chávez solo fue uno de los tantos complejos
de inferioridad que se han formado durante décadas y a lo largo de nuestra
educación histórica y en especial, por la influencia y el adiestramiento
izquierdista latinoamericano. El influjo es evidente e innegable en la región,
sobre todo por el foco perturbador que proviene todavía del Caribe pero no por
eso pienso que carecimos de grandes acomplejados que nos gobernaron antes y
durante la democracia, con el mismo ímpetu estúpido y de que la oposición,
tenga en su seno a mucho político acomplejado.
De esta tara proviene esa historia que ha
tenido que cargar a cuestas la pobre Venezuela y que está llena de héroes en
cada generación, héroes que casualmente se levantaron contra “las injusticias”
y “las oligarquías” de cada época. Héroes que no existen para otra cosa que
llenar el vacío que dejó en el camino a un país muy acomplejado, héroes que
solo han servido para ocultar los complejos de inferioridad de cada generación.
Por eso nuestro Panteón Nacional en realidad es un museo de nuestros complejos,
en ese monumento podemos visitar a Zamora, un revolucionario que peleó contra
la “oligarquía” representada por Páez, José María Vargas y Andrés Bello, héroes
del pasado que también habían luchado contra las oligarquías. De esta comparsa
de héroes revolucionarios es de donde también aparece el cabito, quien se alzó
con una revolución contra la oligarquía de los acólitos de Zamora, hasta que
aparecen en escena los que dirigieron una revolución contra la oligarquía de
los acólitos del cabito y en breve veremos a quienes con otra, se alzaron
contra la oligarquía de los que sacaron a los que trajeron al cabito. Todo un
trabalenguas que sugiere lo acomplejados que fuimos y que en esencia, muchos
continúan siendo.
Cuando los acomplejados dejen el poder y
otros dirigir los hilos conductores, será el día que Venezuela salga del foso
en el que la han sumergido. Cuando dejen de vociferar que porque España hace
cuatro siglos vacío el Potosí condenó a Latinoamérica a la ruina. Cuando no
quede nadie que crea que nos libertamos porque estábamos esclavizados por la
compañía transnacional imperialista Guipuzcoana, cuando ya no queden los que
han sembrado en la psiquis de los ingenuos que la “inversión extranjera”
explota al trabajador. Cuando entendamos que hablar de soberanía no nos hace soberanos
de nada porque la soberanía sobre los “espacios terrestres, ultraterrestres y
suprayacentes” no se enuncian como en el tercer mundo, se ejercen.
Porque la plata del Potosí fue una nimiedad
en comparación al oro extraído en el Perú, por los peruanos y el petróleo que
se llevaron los Estados Unidos fue una pequeña fracción, comparado con el que
extrajeron y vendieron los soberanos venezolanos, sin contar lo robado.
Y hay
que comenzar a decir de una buena vez que cuando los “explotadores” se marcharon
de Venezuela y terminó el último pago a los “explotadores” (1979) nuestro país
tenía la menor pobreza del continente con un exiguo 9,53% y la extrema era la
menor del mundo 2,30% (BCV-OCEI) en su mayoría extranjeros y braceros
importados, atraídos por el inmenso despilfarro. Así que la “pobreza en
Venezuela” es una superproducción soberana, originaria y autóctona de los
venezolanos, como la pobreza peruana es nativa del Perú y causada por los
peruanos.
Una pobreza que solo superaremos cuando dejemos de culpar a los demás por lo irresponsables que fuimos y nos deje de importar lo que tenemos en el subsuelo y quien lo explote, cuando entendamos el único imperio que debemos desterrar de nuestras mentes es el imperio de la mediocridad y comprender (y vamos tarde) que lo único que debemos explotar, es el talento, el esfuerzo de todos, la constancia y la dedicación al estudio y la dedicación a trabajo.
Thays Peñalver
thays.penalver@me.com
@thayspenalver
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