Este
gobierno irresponsable acusa a la oposición de lanzar granadas que solo puede
adquirir el Estado venezolano y que deberían estar en poder de la FAN.
Es una
actitud cínica por parte de esta "revolución armada" que mantiene una
permanente instigación a la violencia.
Este episodio me recordó el asesinato de
ocho personas –incluyendo cinco sacerdotes- por un pelotón de la Fuerza Armada
de El Salvador. Los fusilaron un 16 de
noviembre de 1989 en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y
siguiendo el modus operandi, el gobierno sembró pruebas falsas para incriminar
a las fuerzas insurgentes.
Uno de los
"Mártires de la UCA" –como se conoce a esa trágica historia- fue un
brillante sacerdote jesuita, sicólogo, académico y principal referente de la
sicología social latinoamericana: Ignacio Martín Baró, un intelectual cuya
lectura es fascinante.
Y hablando de sicología social, una reciente
investigación constata que la tristeza es el principal sentimiento hoy en la
sociedad venezolana. Lógico, es
inmensamente triste ver como se desangra la patria. A pesar del populismo y la
demagogia, los regímenes autoritarios dejan un saldo rojo en el espíritu. Por
eso, en aquella consulta electoral donde el pueblo chileno derrotó a la férrea
dictadura militar de Pinochet, el slogan utilizado por la unidad opositora fue
"La alegría ya viene". Era una forma de anunciar el cambio por venir.
Es
inevitable que el totalitarismo apele a la represión y al abuso para preservar
el poder, lo que nos sumerge en una realidad de despojo e impotencia que
intentan presentar como una situación límite imposible de superar.
En su teoría
del Fatalismo Latinoamericano, el eminente sicólogo social identifica rasgos de
nuestra cultura política que las dictaduras utilizan para afianzar su poder.
En
su desarrollo teórico, frente a ese destino fatal que marca la vida y la
historia de nuestros pueblos, el oprimido interpreta su impotencia como una
prueba de sus propias debilidades, lo que contrasta con la imagen del opresor
poderoso aparentando que todo le es posible; "de ahí que el oprimido experimente
una atracción irresistible hacia el opresor, quien se convierte en su modelo de
identificación y ante cuyos imperativos muestra una casi total docilidad",
precisa Martín Baró.
Ello explica la
idolatría por Chávez que parte del país sintió y quizás sienta aún, justamente
la parte más oprimida, aquella que más sufre las consecuencias de su
incompetencia, corrupción y autoritarismo.
Lamentablemente,
todo indica que Hugo Chávez permanecerá por un buen tiempo sin el descanso
eterno de la cristiana sepultura pues -por sus carencias de liderazgo- las
cúpulas podridas que hoy encabezan la "revolución" están obligadas a
colgar en cada poste al insepulto y a ocultar sus rostros de fracaso, lo cual
solo demuestra la extrema debilidad de los candidatos de Maduro.
Obvio, aunque
el pueblo chavista mantenga su amor por el insepulto, quienes dilapidaron su
legado no podrán enterrar la dramática realidad de escasez, inflación e
inseguridad. Los venezolanos no somos
tan pendejos como cree el gobierno y lo reflejan todas las encuestas: el
sentimiento de cambio se hace presente para superar la tristeza. Sin duda, en
Venezuela también podemos decir que ya viene la alegría.
Richard Casanova
richcasanova@gmail.com
@richcasanova
Venezuela
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS, TWITTER Y/O PAGINAS WEB QUE SEGUIMOS AUTORIZA PUBLICACIÓN,
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.