sábado, 24 de octubre de 2015

PEDRO RAÚL VILLASMIL, PEDRO PAÚL BELLO, UNA ANGUSTIOSA REFLEXIÓN POLÍTICA SOBRE VENEZUELA.

PEDRO PAÚL BELLO
Después de concluido el siglo XVIII y una vez finalizado el gobierno de Juan Vicente Gómez, a partir del mandato presidencial del designado por éste, el Gral. Eleazar López Contreras, el país comenzó a acceder al progreso y a la modernidad,  pero no tuvieron loa venezolanos que pagar la cuota de sudor y sacrificios que todo pueblo, que aspire a entrar con plenitud en un proceso de creación, debe pagar. Después del año 1920, en tiempos del gobierno de Juan Vicente Gómez, había ya apareció el “maná petrolero”, cuya presencia histórica no ha servido sino para aprovechar ese pago, y nos enajenó el arresto para levantar al país con esfuerzos propios, permitiendo así que fracasaran esos esfuerzos,  lo que nos llenó de falsas apariencias, de exotismos y mistificaciones que, a muchos, significó eludir o minimizar las necesarias faenas de la vida cotidiana que, precisamente, conducen  a los pueblos que las realizan al alcance de su propio desarrollo.  

PEDRO RAÚL VILLASMIL
No ignoramos los venezolanos que, desde la conquista española y hasta hoy, nuestra historia ha sido una secuencia de actos menguados; un permanente viacrucis, para intentar superar la aberrante dicotomía, siempre establecida, entre quienes fueron propiciadores y alentadores de un futuro digno y con profundas transformaciones, y quienes se dedicaron y contentaron sólo a mirar hacia atrás; entre quienes pretendieron cumplir acciones de estabilidad y de permanencia, y aquellos aconteceres que, por propias instancias o por deliberados procederes han sido máscaras de indeseables crisis y fracasos; entre los cambios que ocurren en la estructura social y los que pertenecen a la pobreza con menoscabo de las necesidades y aspiraciones humanas; entre la creación y la entelequia; entre la máscara de la mentira y la realidad de la verdad; entre la explotación y la opresión o entre la libertad de la paz y  el temor hacia el opresor.

Sabemos que nuestra realidad política ha estado siempre condicionada por algunos parámetros, en especial tres:

1º Desde antes de la aparición y explotación del petróleo: por una estructura económica que, en razón de ser de carácter dependiente, nos puso a figurar, por la anterior división internacional del trabajo, como país proveedor de materias primas a los países más industrializados: trátese de cacao, café, y otros como ejemplos de productos en tal sentido principales.

2º El petróleo:  al principio de su explotación formal en Venezuela, se le consideró como una renta: en el presente que vivimos, pareciera irse convirtiendo en un bien que, en Venezuela, puede ahora agotarse en un tiempo determinado y tal vez corto, en razón del mal uso del mismo, por haberlo despilfarrado en los largos y últimos tiempos. Durante el gobierno de Gómez, el Dr. Vicente Lecuna, en contradicción con la tesis de Alberto Adriani,,quien proponía que los propietarios de las tierras bajo las cuales se encontraba,  petróleo pudieran recibir la renta derivada de este producto, consideraba que esa renta debía ingresarla el Estado, quedando así en manos del gobierno nacional sin tener presente que, en los Estados Unidos, aquellos propietarios de tierras bajo las cuales se encerraba el llamado “oro negro”, lo utilizaban como renta que les permitía desarrollar tierras e industrias que les generaban, además de riquezas, posibilidades de realizar diversos desarrollos en beneficio del país.

3º Nuestros particulares rasgos antropológicos:  éstos han hecho que una importante mayoría de venezolanos tengamos un espíritu individualista, que en nuestra historia posterior a la Independencia, hizo germinar  --a lo largo del tiempo--  un caudillismo incontrolado, a cuya vera, sea por mezquinos intereses de un grupo en gobiernos autocráticos o totalitarios; o por políticos en gobiernos supuestamente democráticos (aunque no todos), no se han preocupado por atender las necesidades fundamentales que la Patria, en cada etapa, siempre ha reclamado. Esta realidad, por cierto bien contraria para lograr una verdadera solidaridad colectiva, ha siempre impedido que nuestra marcha sea hacia adelante contribuyendo –en buena parte--  para que no sea un bien derivado de la entrega y del desprendimiento común, sino de intereses y de injerencias de factores extranjeros de decisión y explotación realizadas a espaldas de los ciudadanos.  De ello ha derivado la fatal y pésima costumbre según la cual cada uno piensa en lo suyo y no en su país, y ello, en nuestra Venezuela, ha esterilizado las ideas y, al propio tiempo, ha desarrollado la imposibilidad de despertar una mística de trabajo, de luchas y de entregas, en virtud de las cuales cada venezolano, por pequeño que fuere su aporte, sintiera que lo que da es la suma del todo, y que ello resulta lo indispensablemente necesario para impulsar su propio e independiente desarrollo, así como el de nuestra Patria.   

Lo frecuente es que, por tales faltas o carencias, muchos piensen y actúen en favor de sus intereses y no de Venezuela, por lo que prevalecen apetencias de personas y grupos, lo que ha impedido la posibilidad de despertar una verdadera mística del trabajo, de lucha y de entrega, por las cuales muchos venezolanos, por pequeños que fuesen sus aportes, sintieran que lo poco que puedan dar se suma con lo que dan todos y, así, se convierte en una gran suma indispensable para impulsar un desarrollo nacional propio e independiente.

Pero el telurismo, es decir, la influencia del suelo de una comarca sobre sus integrantes, lo aldeano, la ambición primitiva que se convierte en componenda, el halago y la ganancia como razón prioritaria de vida, se han erigido como factor indispensable de muchos gobernados y gobernantes a lo largo de nuestra historia.

LOS INSTINTOS ORGIÁSTICOS DEL PETROLEO.

El sistema que hoy nos rige, como más arriba se dijo, nació bajo “los instintos orgiásticos del petróleo”, como dijera Mario Briceño Iragorry, del viscoso vellocino que la astuta inteligencia del Jasón montañéz llamó a domesticar para convertirlo en un suculento maná de identidad nacional. En una auténtica riqueza adventicia que, por tal, convirtió a Venezuela en un “país portátil”, en un territorio vago de una vaporosa ilusión, en una sombra, con la cual devino realidad –por la magia y el sortilegio--  el mito del dorado. La presencia de este “excremento del diablo”, hizo que a partir del momento en que el Zumaque tiñó de negro las tierras ardientes del Zulia, Venezuela quedara estigmatizada como país petrolero.

Fue entonces, cuando los sistemas económicos internacionales comenzaron a interesarse en Venezuela, a suscitar una dinámica agresiva de inversiones y de colocación de capitales para derivar pingües ganancias de tan “valioso talismán”. Circunstancia cuando a Venezuela se le abrió, con los Estados Unidos y otros países del mundo, la posibilidad de alcanzar una pujante sacudida de sus estructuras económicas que presagiaba un despegue sostenido y elevado desarrollo bajo la influencia de esos grandes inversionistas. Esa cotizada materia prima, salvó al país de la baja que sufrieron los precios de los productos agrícolas como el café y el cacao, que hasta entonces venían nutriendo las arcas del fisco nacional. En este sentido, fue compensada esa baja de las materias primas por el elevado valor que alcanzó el petróleo en el comercio internacional, por la necesidad que de él requerían los países avanzados para poder mover los engranajes de sus grandes industrias. Esto permitió, entonces, que Venezuela alcanzara un crecimiento como nunca otros países en desarrollo lo conocieran. 

El 23 de enero de 1958 marcó, dentro de esa sucesión cíclica en la  que ha discurrido nuestra historia  -entre posturas monocráticas  y democráticas--  lo que pareció que una nueva era llegaba para la democracia venezolana. Aquel movimiento de entonces, cargado de fe y de entusiasmo popular, esencialmente respondía a la evidente necesidad, que tenía entonces el país, de consolidar un clima de libertades al socaire del cual se realizaran reformas sociales y económicas para favorecer los numerosos sectores de población indigente que, entonces, vivían a las ancas de una dictadura en la cual sólo los gobernantes y sus favorecidos mandaban.

A partir de entonces, y habiendo adquirido importancia numerosas organizaciones, muchas de las cuales aparecieron por vez primera, se agruparon sectores diversos de la población del país, como los obreros, campesinos, empleados, estudiantes, etc., con lo que apareció y cobró sentido una nueva forma de participación política y de presión social, que, con sus presencias y actuaciones despertaron una conciencia reivindicativa, pero no demagógica, sino ajustada a las necesidades de las personas, lo que condujo a un más justo reparto de las riquezas, así como mayor impulso respecto al trabajo.  

Después de haberse asomado y concretado, en algunos aspectos, la gran importancia que alcanzaba la diversificación de las exportaciones, cuando Guayana constituyó el primer foco para que se profundizara la creación de la gran industria pesada, de la que derivaría esa otra gran materia prima que es el hierro, se cambió lo que entonces se había programado, para acogerse a la línea programada por la Cepal, dirigida por Previch, de la sustitución de importaciones a la que, en mala hora, se sometieron Venezuela y otros muchos países.  Lamentablemente y por no haber seguido la política de las grandes industrias que arrancaron bajo la tutela y el motor de la Corporación Venezolana de Guayana, con Sidor y demás empresas productivas, al orientase el desarrollo económico hacia adentro, con un acelerado proceso de sustitución de importaciones, la política comercial fue dirigida hacia un proteccionismo exacerbado que culminó en elevadas barreras arancelarias, se aislaron los mercados y disminuyo sensiblemente, tanto el crecimiento como la producción industrial, para limitar todo a pequeños y aislados mercados, con costos elevados y baja productividad, lo que imposibilitó la verdadera diversificación de exportaciones, que era la única y verdadera salida a largo plazo. Lamentablemente, la falta de visión para entender esta salida, condujo hacia el estrangulamiento del sector externo, puesto que la cuenta de la balanza de pagos se fue haciendo deficitaria, ya que cubría la diferencia que equilibraba esa balanza.

Por otra parte, debido al reducido tamaño de las empresas, normalmente medianas y pequeñas, en vez de grandes como era necesario  puesto que sólo se orientaban hacia el mercado interno, lo cual vino a contradecir y eliminaba los logros de la industrialización.   Grabe fue haber eliminado el fondo de inversiones, que se alimentaba del remanente que en las épocas de vacas gordas, cuando el petróleo aumentaba de precio, que hubiera podido perfectamente bien utilizarse para invertirlo ora en actividades productivas (la industria pesada) ora para tenerlo como proveedor del país en los tiempos de vacas flacas. La mentalidad dilapidadora y corrupta, tanto de los partidos políticos como de su dirigencia –sin ética, sin talento, sin probidad ni patriotismo--  hizo que todo deviniera en un ambiente de simulación, de astucia, de tapujos y de maulería.  En una palabra, para buscar el instalar y atender los grandes proventos que les daban la ganancia fácil, perversa e inmoral. De esta manera, todo se transforma en sinecura, carpetazos y, sobre todo en un “derecho” a la comisión del porcentaje.  

LA CRISIS ACTUAL.

Es un hecho ”patognomónico” (termino que se aplica a los síntomas, que por ser exclusivos de una sola enfermedad, sirve para caracterizarla)  que Venezuela vive hoy una hora de profunda decadencia. Hay que convenir, para no engañarse, que la democracia que todos los venezolanos deseamos no pasa de ser ahora más que una esperanza. Con este lastre hemos entrado nuevamente en campaña electoral y la única manera de hacerla realidad es afrontarla asumiendo los valores que la verdadera democracia encierra, que son: la justicia, el derecho, la verdad y la libertad, que para lograrlos require de voluntad, perseverancia y coraje, así como un elevado grado de moralidad, desprendimiento. Ahora bien, si queremos alcanzar lo que la democracia auténtica exige, tenemos que empezar por darle contenido a una ética distinta de la que entorno a la fecundidad del dinero ha propiciado “particularmente” la cultura petrolera. Crear en nuestra población una fuerza moral del servicio que proscriba la tendencia ya generalizada en el venezolano, sobre todo, cuando ejerce un cargo público, a comercializar sus relaciones en provecho personal  –mal endémico e histórico del cual, no nos hemos podido desprender--  y a traficar con el poder exhibiendo, con ruidosa ostentación, un boato que le niega entregarse, desinteresadamente a los fines y necesidades colectivas. En otras palabras, sí queremos de verdad salvar la verdadera democracia hoy en crisis, y convertirla en un verdadero instrumento de liberación popular, tenemos que elevar a la gente, al pueblo, a las personas de todo rango, para que se inserten en nuestro proceso histórico, críticamente.  Proponerle, por medio de una educación profundamente humana, una reflexión formativa sobre sí mismo y sobre los valores que lo enajenan y lo corrompen, para que conscientemente  pueda ir reemplazando los estímulos materiales por estímulos morales, con los cuales poder desafiar el fetichismo crematístico, y adquirir confianza en sí mismo bajo la convicción de que, si conoce su tiempo y sus responsabilidades, llegue a convertirse, como pueblo,  en factor determinante para alumbrar valores nuevos y crear el auténtico clima cultural y espiritual que Venezuela necesita, para que esta auténtica democracia no vuelva a fracasar.

DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS.

Insensiblemente, se fue cayendo en el país en una suerte de inercia social; en una profunda anarquía que ha arrastrado, a los partidos políticos y a sus dirigencias, incapacitándolos para servir a las dos dimensiones sustanciales del  tiempo: pasado y futuro, limitandolos para diseñar un proyecto de país a la altura del tiempo en que vivimos. Así, llegamos a una etapa en que ya no es posible salvar este sistema, porque una pesada estolidez invadió tanto a las dirigencias, a los partidos y a otras instituciones apolilladas por la farsa política que instaló el cinismo en la vida social del país, creando un clima de irrespeto y de ofensa, de menosprecio y de desdén que flagela las fibras más sensibles de la dignidad humana.

En este sentido, se impone promover nuevas dirigencias y nuevos partidos políticos, nuevas instituciones liberadas del dominio del ejecutivo; crear verdaderas sociedades intermedias que fueran el gozne esencial de Estados independientes respeto al poder ejecutivo.  Además, es menester que uno de los verdaderos fines propios de una verdadera democracia, sea la independencia de los Estados Nacionales, así como que todas las comunidades se reconozcan entre ellas de manera independiente según la sentencia de Santo Tomas, que llama a que cada persona singular, sea respecto de la comunidad “como la parte respecto del todo.”  Luego lo esencial es que, tanto las dirigencias como los partidos políticos, hagan posible que se cumpla una determinada voluntad de las mayorías;  lo esencial es que el Bien Común General de la Nación triunfe.
La mayoría numérica puede desear la injusticia, la inmoralidad, el fraude, la mentira; puede incluso hasta querer destruir la historia del país apelando a una supuesta soberanía, pero entonces, esta soberanía no sería más que una verdadera aberración.

CREAR UN NUEVO PAÍS.

A la luz de estas ideas, se impone con especial urgencia crear un nuevo País, pero no por pose o conveniencia, sea de un partido, de un grupo o de un caudillo, sea movido por intereses ideológicos o de otra naturaleza, dañinos y perversos. Un nuevo país, si, que le devuelva al alma del venezolano su fuego, su llama y su luz; su corazón caluroso. Un nuevo país con unas dirigencias, unos partidos y unas instituciones que recobren su talante febril e impetuoso; que sepan decir con fe lo que sienten, capaces de engrandecerse ellos mismos y al país. Un nuevo país vivo y consciente de su presente y preparado para su futuro, que llame a recorrer su órbita impulsado por un movimiento astral. Un nuevo país cuya gente nunca más se preste a vivir del instinto logrero, que es vivir de la patraña, del atropello y de la mentira constitucional. Que aborrezca el oficio de gestor de pre-vendas, canongias y negocios para lucrar en comanditas con los miembros agazapados de sus intocables cenáculos. Una nueva y decorosa dirigencia que se entregue con escrupuloso espíritu de servicio a ser genuinos intermediarios entre el Estado y la Sociedad Civil. Una nueva y eficiente dirigencia que, en funciones de gobierno, haga que el Estado cumpla una de sus tareas más importantes como es alcanzar, con la población, “la unidad superior de lo diferente”, esto es el Bien Común General, programando e impulsando el desarrollo de todos los venezolanos y de cada venezolano, no como casi siempre ha sido: dividiendo para reinar y prevaricando y dilapidando las riquezas a su real saber y entender.  Una dirigencia que lleve a cabo la importante tarea que impone articular la Nación en unidad política con sus comunidades naturales, a fin de que cada uno de sus miembros pueda alcanzar, personal y colectivamente, cabal y elevado perfeccionamiento. En fin, una nueva dirigencia que, por su patriotismo, acuda a fecundar la simiente de Heráclito. A participar del espíritu del morir y el renacer. A encontrar una salida dentro de la conciencia activa de la unidad bajo aquél lema de Montesquieu: “La sociedad no son los hombres: sino la unidad de los hombres.”    

La hora es angustiosa y sombría, y para afrontarla requerimos de verdaderos pastores, con una gran fuerza moral y espiritual para levantarle el corazón y la mente a tantos venezolanos: decepcionados, deprimidos, tristes, angustiados, airados, coléricos y violentos. Que han perdido el arresto y su timbre de elevada condición humana. Que han desgastado, en medio de tanta incertidumbre, las fibras más sensibles de su propia interioridad.  Esa energía, de “cristalina esencia”, que todos guardamos y preservamos, como cendal, porque es el tejido que tramamos cada día para llegar a ser-persona. “Para construirnos nuestro pequeño mundo, como dice Huxley, fabricado a partir de un extraño ensamblaje de materiales, de intereses e ideales, de palabras y tecnologías, de anhelos, de ensoñaciones, de artefactos e instituciones, dioses y demonios imaginarios. ”Todo este pequeño mundo personal,  que enriquece  el alma, pero burlado, mancillado e irrespetado por un régimen que solo sabe usar la violencia propia de seres poli-fémicos, para --usando el lenguaje de la libertad de manera típicamente sádica, y zurcido al fanatismo ideológico “bolivariano” destruir el orden jurídico, moral, cultural y familiar. 

Pedro Raúl Villasmil Soules.
prvillasmils@hotmail.com
@prvillasmils

Pedro Paúl Bello
ppaulbello@gmail.com
@PedroPaulBello

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