“Los analfabetas del siglo XXI no serán los que no pueden leer y escribir, sino quienes no pueden aprender, desaprender y volver a aprender.” Alvin Toffler
Los nuevos tiempos
exigen mayor equilibrio y apertura, más sacrificio, profundo conocimiento y
acentuados valores. Se trata de vencer la razón psicológica permanente de
aceptar las dictaduras porque ellas eximen a los individuos de tomar decisiones
importantes, incluso sobre su propia libertad, tal como lo expresara Arnold
Toynbee.
Los más grandes
intereses de la Patria y del bienestar de sus ciudadanos son logros de la
civilización humana a los que ya no se puede renunciar sin incurrir en
concesiones a la barbarie. La urgente tarea del desarrollo económico de las
naciones es compleja y muy ardua; requiere de un ejercicio de conciencia no para “sustentar” tesis destructoras, sino
para unir voluntades en torno a un desarrollo que sea sustentable, integral y en
definitiva humano.
Necesitamos convencernos que es necesario ir de nuevo tras un ideal porque estamos en pleno proceso de un quiebre histórico de la humanidad. La tarea es muy compleja, tal como la resume Luis Xavier Grisanti: el principal reto de la globalización y la revolución tecnológica es cómo gestar sociedades democráticas, ambientalmente sustentables y socialmente inclusivas, respetuosas de los derechos civiles y de la libre iniciativa empresarial privada, refractarias a prácticas reñidas con la libre y justa competencia dentro de economías sociales de mercado reguladas por un Estado eficaz, capaz de impartir una justicia independiente y sancionar la corrupción.
Los grandes ideales
de construir una nueva sociedad y de formar un hombre nuevo tiene poco que ver
con ideologías y más con valores
humanos, ya que no puede haber libertad
donde reina la miseria y una de sus expresiones más evidentes es la ignorancia.
La miseria no sólo la
provoca la carencia de bienes materiales indispensables para sobrevivir; hay
una carencia mayor, que es la de principios y valores que nos orienten en la
vida, es la miseria espiritual, es la miseria del alma.
Por eso hay que
insistir en educar para la libertad. Educar para la democracia. Enseñar a
discutir; formar ciudadanos demócratas, inconformes, pero, conforme a lo que
los valores democráticos establecen. Despertar la inquietud por el destino
personal apegado a los valores individuales, sin desconocer las exigencias
armonizadoras con los valores sociales, entre los cuales, los democráticos son
esenciales. Dicho en palabras de Savater: “buscar en común una verdad que no
tenga dueño y que procure no hacer esclavos”. Esas son condiciones necesarias
para lograr un verdadero desarrollo humano.
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
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