martes, 6 de octubre de 2015

MIGUEL BAHACHILLE M., ¿QUÉ ANTES ERA MEJOR?: ¡CLARO QUE SÍ!

El cambio súbito ocurrido a partir de 1999 con precios del petróleo hasta de 140 dólares por barril, ofuscó el espacio capital del venezolano. El gobierno chavista no estableció límites al dispendio ni se esmeró por entender los beneficios de los sistemas de producción. La dirigencia política y económica de entonces, también parte de la población, actuó disipación; como si hubiese sido posible prodigar los inmensos ingresos en divisas, como ganados en una lotería, mientras se arruinaban las condiciones de vida en el país.

Con excelente promedio del precio del barril del petróleo en lo que va de año alrededor de 50 dólares, el régimen persiste con historietas vacías confiado en la sumisión del pueblo. Es iluso seguir escudándose tras una profética riqueza que ya “no alcanza”. El extravío desbocado en la revolución, o socialismo como prefieren definirlo algunos, ha llegado al punto de generar nuevos glosarios culturales como por ejemplo el bachaqueo.

¿Qué pasaba antes? A partir 1958 La Oficina Central de Coordinación y Planificación (CORDIPLAN) elaboraba los planes de la Nación: (1960-1964); (1963-1966); (1965-1968); (1970-1974); (1976-1980); (1981-1985); (1984-1988); (1989-1993); (1994-1998), en que se trazaban estrategias de desarrollo concretas como siderúrgicas, petroquímicas, hidroeléctricas, vialidad, represas, escuelas, hospitales, parques, entre otras. 

Antes también. Ya en 910 se había confeccionado un plan nacional de carreteras; en 1947, otro de vialidad preliminar a cargo de una comisión adscrita al MOP; En 1948 la Corporación Venezolana de Fomento presenta el primer proyecto de electrificación. Lo mismo ocurría con la irrigación agrícola, presupuestos, salud, construcción, y todo lo inherente a los programas estatales. De la larga lista sólo hemos citado algunos datos referenciales.

En cambio el gobierno socialista, no comprometido con proyecto alguno, ocupa todo el tiempo articulando excusas para culpar “al otro”. Los entes socialistas, o parcelas políticas, han languidecido y hecho inservibles para atender hasta los conflictos menores. Se ha perdido el equilibrio entre criterio y gestión pública. En atención a esa dinámica que prevalece en países atrasados, peyorativamente definidos como de tercer mundo, se ha erigido una estructura de Estado inoperante, nociva, corrupta, y orgánicamente parasitaria.

Mientras se incrementa la crisis y el pueblo como su principal víctima haciendo colas, el gobierno persiste en divulgar los éxitos del Socialismo del siglo XXI. La gente está cansada de tantas evasivas triviales. Por ejemplo los casos de corrupción o impostura, cuando se cuelan a la opinión pública, se corresponden con la debilidad humana; nunca a este “socialismo impoluto y perfecto”. “La revolución es inobjetable como garante de la honestidad pública. 

Mientras la escasez e inflación hace al pobre más pobre, el gobierno persiste en apuntar su mirada hacia Cuba; dictadura que lleva casi 60 años martirizando a un pueblo fatigado y arruinado. ¡No importa dimitir del mundo de desarrollo! Médicos e ingenieros cubanos, entre otros, que devengan salarios mensuales de 20 dólares, fugados en balsas, ciertamente no son deportistas bohemios de disciplinas marítimas sino el signo de una sociedad desesperanzada.

El régimen reniega del progreso porque le teme. El ascenso educativo y material de la sociedad, y por ende familiar, conllevan a vigorizar principios íntimos como reflexiones críticas, independencia política, emancipación doctrinaria y, sobre todo, la libertad. Prerrogativas todas que coliden con la fábula restrictiva de “socialismo del siglo XXI”. ¡Claro que antes era mejor!

Las marchas y mítines como avíos de protesta ciertamente drenan disgustos que la gente expresa con gritos terapéuticos, caminatas, reproches grupales y familiares, etc. Sin embargo el régimen le teme más a una elección en la que por voluntad mayoritaria constatable se genera la alternancia tangible. En cambio las marchas o mítines, por su condición fugaz, son “factibles de ser intervenidas por el gobierno” como tantas veces ha ocurrido. En cambio el voto no. De allí la importancia de las elecciones del 6-D.

Miguel Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29

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