Asistí el pasado viernes, con carácter de
padrino, a la graduación de la primera promoción de la Universidad Territorial
Deltaica “Francisco Tamayo” que se celebró en el auditorio “Oriwakanoko” de
Tucupita. 832 jóvenes de Delta Amacuro y el sur de Monagas –Barrancas,
Temblador y Uracoa- recibieron sus títulos profesionales en el marco de una
solemne ceremonia que superó con creces a muchas de las que he participado en
Universidades de más vieja data –la Deltaica apenas cumplió un año este mes de
Septiembre-.
Ingenieros en Informática, Construcción
Civil, Agroalimentaria, Licenciados en Contaduría Pública, Administradores,
Turismo, Educación Integral, Educación Física y Deportes, Enfermería,
exhibieron orgullosos diplomas y medallas frente a familiares felices por el
logro alcanzado que en propiedad también lo es de padres, madres, hermanos.
La Universidad Territorial Deltaica
“Francisco Tamayo” es parte importante del esfuerzo sostenido por multiplicar
la oferta universitaria que en los últimos años se ha dado en lo que pudiéramos
calificar la tercera ola masificadora de la educación en Venezuela. La primera
ola fue la de Guzmán Blanco que incluido el decreto de educación primaria
gratuita, pública y obligatoria, del 27 de Junio de 1870, intentó sin éxito instruir a una población de
analfabetas; la segunda ola fue la de Acción Democrática cuyos Presidentes
–Betancourt, Gallegos, Leoni, Pérez y Lusinchi- sembraron escuelas, liceos y
universidades en todo el territorio nacional, convirtiendo a la educación en
soporte para la reivindicación y el ascenso social de millones; la tercera fue
la de Chávez que con las Misiones, la Universidad Bolivariana, la potenciación
de la UNEFA y las Universidades Territoriales abrió oportunidades a quienes no
las tenían. Es cierto, lo afirma la UNESCO, que Venezuela es el quinto país del
mundo por el porcentaje de estudiantes en aulas -83 % de la población sujeta- y
en el caso particular del sistema universitario es obligante reconocer que
58,70 % de los cursantes a la fecha lo son en nuevas Instituciones mientras que
el 28,26 % estudian en universidades llamemos tradicionales y 13,04 % en las de
gestión privada. Los porcentajes señalados son irrebatibles y no puede
desdeñarse lo que significan.
Qué los nuevos profesionales de la Deltaica
como muchos de los egresados de tiempos recientes no van a conseguir empleos de
calidad ni remuneraciones decentes, que el grado obtenido no les garantizará un
salto cualitativo en su existencia, es otra cosa y corresponde a un modelo que
con realizaciones en algunas áreas –la multiplicación de las oportunidades
educativas entre ellas, reitero- ha fracasado estruendosamente en la gestión
económica y ahora la social.
Me gustó el discurso de la Rectora de la
Deltaica –serio, sobrio, pertinente- con excepción dos apartes que hizo a los
cuales respondieron de manera dispar los centenares de asistentes. Refiriéndose
a él como Comandante Chávez –nada de eterno ni otra calificación exagerada-
destacó el carácter de promotor de la educación del fallecido presidente lo que
provocó tímidos aplausos pero ninguna manifestación de rechazo. La mención que
inmediatamente después hizo del presidente en ejercicio, arrancó pocos aplausos
y unas cuentas pitas, con los cuales preciso estoy en desacuerdo por el
carácter académico del acto pero que obviamente muestra lo que es hoy la
expresión de la opinión pública venezolana aunque sea en Delta Amacuro, una
entidad donde el gobierno ejerce una influencia desmedida en la vida del común.
Que Chávez fue un líder conectado con el
pueblo y que pudo exhibir en su momento, más allá del discurso, realizaciones
para los que menos tienen, no hay discusión; que los herederos botan todas los
días su herencia, es una verdad a todo evento que ha provocado y provoca la
deserción de quienes creyeron en la “revolución”. Entender lo primero y lo
segundo es clave entre quienes impulsamos el cambio en Venezuela para la
construcción de una narrativa que nos permita llegar al alma de los desposeídos
que siguen siendo la gran mayoría de los venezolanos y venezolanas.
Chávez ya no vive; pero hay mucho por hacer
para que renazca la esperanza entre aquellos que el fracaso del oficialismo ha
dejado sin referentes.
Luis
Eduardo Martínez Hidalgo
vicerrector.ugma.unitec@gmail.com
@rectorunitecve
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