viernes, 23 de octubre de 2015

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, EL NUEVO TROFEO POLÍTICO,

El vuelo partió desde Aruba con un destino más allá del predestinado por  los conocedores de la aeronáutica, por un desenlace adusto como el de un equilibrista que tiene el infierno bajo su cuerda y el calabozo al final de ella. 

Cualquier juego de dados va a marcar un número signado por esa descomunal lógica judicial; caprichosa e imperturbable que sólo sirve para
aglutinar enemigos y no realmente culpables.

“Cualquier cosa que suceda, no quiero conflictos. Hay que marcar distancia con la violencia”, había dicho minutos antes, cuya misiva fue proyecta en una pantalla gigante apostada en la calle 72 de Maracaibo, a sabiendas de su sentencia a la especie de patíbulo carcelario derivado de un país sin ley, cuya justicia está a la intemperie y regida por estratagemas edificadas por patrones comunistas.

El cielo clareaba en una tarde para el olvido. El avión llegó cerca de las 5.00. Manuel Rosales llevaba ese día un pormenorizado itinerario, cuya principal meta era salir airoso para poder arribar a la tarima donde se encontraba su pueblo, con el cual no compartía desde hacía seis años por culpa de un destierro involuntario.

Ese día su destino era desafortunado y feroz. El aeropuerto La Chinita se encontraba atrincherado por funcionarios del Sebín, que no le darían tregua para cumplir con sus anhelos trazados. Se hizo acompañar por equipos periodísticos del canal internacional de noticias CNN y del diario regional La Verdad, como un cordón informativo ante posibles abusos que pudiesen generarse. Pero no hubo tregua ni tiempo para reaccionar, cuando un contingente del Sebín se apostó a las puertas del avión e hizo desembarcar a quien fuese candidato presidencial en Venezuela y quien ostenta a pesar de su exilio, un liderazgo sin parangón que moviliza masas con sólo pronunciar su nombre. Ahora tenía programada su celda de la degradación, por el vil pecado de no compartir una visión política de empobrecer al colectivo.

La imágenes captadas por el camarógrafo y el fotógrafo fueron forzadas a ser borradas por ese cuerpo de inteligencia gubernamental, que no media por el entendimiento sobre cuál puede ser el concepto de la equidad, ante el mero hecho de captar órdenes.

Hoy este gobierno tiene en sus vitrinas un nuevo preso político. La cuna de la libertad, hermoso remoquete que Venezuela ha llevado con orgullo un par de siglos, ufanada por gestar desde sus entrañas a la liberación continental con el aplomo de la valiente espada de un incansable Bolívar, colecciona ahora presos políticos como si fueran cromos de un cruento álbum de lo inhumano.

Probablemente hoy los personeros del gobierno reirán a mandíbula batiente en su conciliábulo de la ignominia. Quizá Rosales cayó ese día en las voraces fauces de una balanza judicial con inclinaciones hacia caprichos gubernamentales. Pero tal sacrificio acentúa el fin crucial de todos los esfuerzos, el cual es salir a sufragar este 6 de diciembre. Esos nuevos parlamentarios electos se ataviarán con la indumentaria de la liberación, permitiéndoles a López, Ledezma, Rosales y tantos otros que han reclamado por justicia verdadera, llenar sus pulmones con el aire diáfano de la libertad, para ensamblar el ladrillo primario del país que todos merecemos.

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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