A menudo escuchamos la frase “yo valgo por lo que
soy, no por lo que tengo”.
Y en el fondo tal vez no alcanzamos a comprender el
verdadero significado de tamaña verdad. Para apreciar lo que realmente valemos
debemos partir del autoconcepto, de la autoestima, de reconocernos tal como
somos y de apreciar nuestros infinitos recursos inmateriales.
Muchos viven en conflicto permanente con el
ambiente. Creen que todo lo que les ocurre es culpa de lo que los rodea y de
otros. No tienen paz interior. Cualquier palabra, cualquier acción, les
lastima, y puede ser que ni una ni otra hayan ocurrido para hacerles daño.
En vez de orientarnos hacia el exterior,
debemos mirarnos más a nosotros mismos.
Hay que comenzar por reafirmar el don maravilloso de la vida, que es una
sola, que culminará en algún momento en esta dimensión terrenal y trascenderá
espiritualmente.
Respiramos, comemos, nos desplazamos, tenemos familia,
ocupación y la cualidad de interactuar
con los demás. Quienes disponemos de todo esto debemos estar agradecidos. Hay
muchos que tienen limitaciones en lo básico. Entonces, en esta introspección
hay que enlazar nuestras fortalezas con el pensamiento constructivo,
edificante, positivo, provechoso, prospectivo. Nuestra mente la debemos nutrir
con auto conversaciones inspiradoras y potenciadoras de nuestras cualidades.
Como asienta Carlos Saúl Rodríguez, declárate un ser sano, útil y feliz. Ser
útil implica que tenemos valor, que nuestros principios, preceptos de acción,
filosofía de vida y crecimiento espiritual están por encima de lo material, de
lo trivial, de lo consumible. No debemos acumular nada que tenga el riesgo de
provocarnos ansiedad.
En nuestras alforjas, tal como lo afirma Walter Riso, no
hay que querer nada, en el sentido de no codiciar desordenadamente riquezas; no
hay que saber nada, en el sentido de no aferrarse al conocimiento como una
forma de exacerbar el ego, porque además el conocimiento es cambiante y es una
parte ínfima de lo que el saber infinito representa; pensar, reflexionar, es
mejor que acumular pensamientos; y no hay que tener nada, porque es
interminable la lista de cosas que guardamos y que de nada sirven en la vida.
En concreto, debemos ser agradecidos por los aprendizajes que nos van dejando las experiencias, porque ellas nos van reafirmando nuestro verdadero valor. Los objetos, una casa, el dinero, el conocimiento, la salud, la belleza física, se acaban. Algún día es posible que no tengamos ninguno de ellos. Pero el amor propio, la solidaridad hacia el prójimo, los sentimientos nobles, la humildad en el corazón, la pureza del alma son permanentes, perduran en el tiempo y hacen valorarnos por lo que somos.
Si aprendemos a ser felices, a tener esquemas sanos
de vida, a pensar bien para sentirnos bien, a vivir mejor estando en armonía
consigo mismo y con los demás, nos daremos el valor auténtico como personas.
Isaac
Villamizar
isaacvil@yahoo.com
@isaacabogado
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