¿Cómo puede uno escribir en estos días
haciendo abstracción de las “gloriosas jornadas” llevadas a cabo por el
ilegítimo en los diferentes sitios a los cuales fue en la isla de
Manhattan? Y del Bronx, porque para él
sería imposible terminar un día sin apelar al populismo aunque fuese una sola
vez. Al comentario de esto es que quiero
dedicar las ochocientas palabras que me faltan.
Empecemos por el comienzo: la salida desde
Maiquetía. Mientras el papa Francisco,
para cubrir una agenda más extensa, pues fueron varias ciudades y en dos
países, Su Santidad se hizo acompañar de solo veinte personas y siempre utilizó
aviones de aerolíneas. El de por aquí,
no: tenía que montar en el avión de Cubana –que uno por fin no sabe si es
cubano o las letras son para despistar en la compra de otro avión de cuerpo
ancho con dólares venezolanos- a una runfla de enchufados y de parientes. Todos prebendarios. Aunque no debiera sorprendernos, porque cuando
va con la mano extendida, pero con la palma hacia arriba, a pedirle plata a sus
panas Xi Jinping y Vladímir Putin, también se lleva a una runfla de familiares,
enchufados y ministros. Dicen las malas
lenguas que en esos viajes esos especímenes ne-ce-si-tan ir porque tienen que
abrir cuentas bancarias, depositar las más recientes coimas obtenidas y
asegurarse unos pieds-à-terre, bien confortables y equipados, para cuando les
toque poner los pies en polvorosa. Pero,
¿Qué hacía alguien tan impresentable como la Fosforito en la comitiva? ¿Iba a explicarles a las autoridades
carcelarias del estado de Nueva York cómo es que se impone la paz en las
cárceles? ¿O fue a contarles lo sabroso
que se pasa en la cama con un pran? ¿Y a
cuenta de qué estaba Nicolás Ernesto, el Junior, dentro de la delegación? Porque el cargo que le regalo el papá –y que
le queda inmenso- nada tiene que ver con las relaciones internacionales. No sería a enseñar a tocar flauta –que es lo
único que medio sabe hacer- a los músicos del Carnegie Hall. Ellos sí que se le reirían en la cara, sin
importar cuantos espalderos lo acompañaran.
Como esos dos ejemplos, muchísimos más iban en séquito (o, más bien, comparsa), pero no es
para mencionarlos a todos porque se me acaba el espacio y me falta lo medular:
el discurso ante la Asamblea General. O,
pensándolo mejor, ante un diez por ciento de esa corporación -y estoy siendo
generoso- porque lo que mostraban las fotos era una soledad asombrosa.
Además de los cuentos de camino de siempre
–porque a lo mejor creía que los representantes en las Naciones Unidas son del
mismo calibre que los diputados de su partido en el Consejo Legislativo de
Delta Amacuro- tuvo la cachaza de exigir una nueva ONU. Porque la actual está mal constituida. Está cumpliendo 70 años, ha ayudado a
resolver muchísimos conflictos internacionales, por ella han pasado luminarias,
pero hay que acabarla y arrancar de cero.
¡Y lo propone quien tiene a Venezuela, toda, convertida en un
rancho! Uno de las mismas que el que
tiene él en la cabeza. ¡Hay que tener
chutzpah! (para usar, ya que estaba en Nueva York, una palabra del yiddish, tan
oído en esa ciudad). No ha sido capaz de
organizar un gabinete ministerial que sirva, que no robe tanto y que tenga algo
en la mollera, y va a la ONU a enmendarle la plana a casi doscientas
delegaciones y reclamar una nueva forma organizacional.
La otra cosa notoria en el discurso fue la
“participación”, a los cuatro gatos que estaban presentes, de que tiene la
información de que la oposición podría apelar a la violencia el día de las
elecciones. Ese no es sino uno más de
los muchos bulos que pone a correr para amedrentar a los timoratos. En todos, tiene pruebas del complot para
asesinarlo, para derrocar a su gobierno, etc., pero nunca los muestra. Esta vez no es distinto. Es solo una apelación al ardid de gritar: ¡Al
ladrón, al ladrón! para que la gente busque culpables en otro lado. Pero con un agravante: también puede ser una
añagaza para justificar los desmanes que la Sala Situacional del G-2 le haya
ordenado preparar para el día de la inmensa derrota, el 6-D. Y ya salieron unos cuantos paniaguados a
repetir la conseja. Aquí en Valencia,
desde donde escribo, ya salió un diputado -que uno tenía como el más seriecito
de la manada roja- a decir que la oposición piensa hacer guarimbas en las
fechas cercanas al día de las votaciones.
Para que lo sepan él y todos los que son como él; en dominó hay un precepto:
juego ganado no se tranca. Los que
estarían muy dispuestos a darle una patada a la mesa y un palo a la lámpara son
los que se saben vencidos. Pues les
tocará sobarse las escaras mentales mientras cantan la palinodia.
Se me acabó el espacio, ¡y tanto que me
faltaba por comentar! Desde la “locha”
que echó la primera combatiente mientras hablaba el Papa -¡claro, para ella,
Francisco no le da ni por los tobillos a Sai Baba!- hasta las frases cursis que
abundan en la peroración oficial, como eso de “la siembra de” para embellecer
lo que no quieren reconocer: que el pitecántropo barinés, Robert Serra, William
Rara y otros ejemplares parecidos pelaron el pedal. Tocará en otra ocasión…
Humberto Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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