viernes, 9 de octubre de 2015

GUSTAVO BRICEÑO VIVAS, VERGÜENZA EN LA ONU

Desde luego el título de este artículo el más desprevenido lo entiende, cuando Nicolás Maduro ha ido a la Organización de Naciones Unidas a decir el discurso más anticuado y pueril que pudiéramos haber imaginado. Se atrevió a decir que la ONU debía de cambiar en beneficio de una defensa de la humanidad y todo lo que ello implica en una sociedad moderna y adelantada, y que había que producir en los países para mejorar la nutrición de los desposeídos. Qué diferencia con los otros presidentes que, salvo raras excepciones, todos fueron oídos con atención a cual estadista conversando sobre los problemas inmediatos de la humanidad.

La importancia de un discurso en una organización internacional se manifiesta en dos situaciones muy particulares y lo constituye que el presidente debe enfocar la realidad de los países como es, y las soluciones prácticas a las naciones que fundamentalmente se encuentran en posiciones de pobreza y subdesarrollo social.

El mundo y sus fuerzas internas han cambiado de una manera multiforme y asimétrica, lo que constituye una estructura funcional donde los roles tradicionales de las fuerzas productivas y el papel político de los Estados en sus relaciones ha variado la potencialidad y la fortaleza que pudieran darse en todos los aspectos sociales económicos y políticos. Ya los países industrializados se diferencian menos que los países en vías de desarrollo, y la cuenta de los Estados emergentes cada vez más se acentúa de una manera que hacen desequilibrar los componentes y las fuerzas tradicionales que lo conforman. Ya Estados Unidos, por ejemplo, no es solo la potencia tradicional económica y militar que tomaba decisiones de una manera unilateral, sino que hoy en día, y en consideración al fenómeno de la globalización, el sentido de esta potencia ha disminuido considerablemente hasta el punto de que el papel mundial de Estados Unidos ha variado notablemente sobre todo en los aspectos políticos y estratégicos. La idea es hoy día convencer a los poderes públicos y privados, para que los derechos humanos sean –en todo caso– la guía política de actuación de los gobiernos, aumentando, compaginando y estableciendo políticas reales que respeten la dignidad del hombre y todo lo que ello significa en una sociedad moderna donde los intereses individuales predominan de manera muy acentuada. A estos efectos, el papa Francisco ha sido un comentador excepcional que contribuyó y ayudó en su periplo por el mundo en solidificar la tesis expuesta.

Digo esto con cierta frustración, cuando observamos de forma perpleja el discurso de Maduro presente en el gran foro de la ONU, ayudado por un lenguaje elemental, diciendo lo de siempre, y reflejando el complejo de inferioridad incurable que todo comunista tiene cuando se avoca y explota cuando le corresponde analizar la política de los grandes países industrializados. Gracias a Dios y en ese discurso no había más de veinte personas, que diez serían del gobierno y hasta vimos por televisión a una altísima funcionaria que se quedó dormida, imagino con razón del aburrimiento por tan lamentables palabras. Así lo creo.

Gustavo Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas

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