Desde
luego el título de este artículo el más desprevenido lo entiende, cuando
Nicolás Maduro ha ido a la Organización de Naciones Unidas a decir el discurso
más anticuado y pueril que pudiéramos haber imaginado. Se atrevió a decir que
la ONU debía de cambiar en beneficio de una defensa de la humanidad y todo lo
que ello implica en una sociedad moderna y adelantada, y que había que producir
en los países para mejorar la nutrición de los desposeídos. Qué diferencia con
los otros presidentes que, salvo raras excepciones, todos fueron oídos con
atención a cual estadista conversando sobre los problemas inmediatos de la
humanidad.
La
importancia de un discurso en una organización internacional se manifiesta en
dos situaciones muy particulares y lo constituye que el presidente debe enfocar
la realidad de los países como es, y las soluciones prácticas a las naciones
que fundamentalmente se encuentran en posiciones de pobreza y subdesarrollo
social.
El
mundo y sus fuerzas internas han cambiado de una manera multiforme y
asimétrica, lo que constituye una estructura funcional donde los roles
tradicionales de las fuerzas productivas y el papel político de los Estados en
sus relaciones ha variado la potencialidad y la fortaleza que pudieran darse en
todos los aspectos sociales económicos y políticos. Ya los países
industrializados se diferencian menos que los países en vías de desarrollo, y
la cuenta de los Estados emergentes cada vez más se acentúa de una manera que
hacen desequilibrar los componentes y las fuerzas tradicionales que lo
conforman. Ya Estados Unidos, por ejemplo, no es solo la potencia tradicional
económica y militar que tomaba decisiones de una manera unilateral, sino que
hoy en día, y en consideración al fenómeno de la globalización, el sentido de
esta potencia ha disminuido considerablemente hasta el punto de que el papel
mundial de Estados Unidos ha variado notablemente sobre todo en los aspectos
políticos y estratégicos. La idea es hoy día convencer a los poderes públicos y
privados, para que los derechos humanos sean –en todo caso– la guía política de
actuación de los gobiernos, aumentando, compaginando y estableciendo políticas
reales que respeten la dignidad del hombre y todo lo que ello significa en una
sociedad moderna donde los intereses individuales predominan de manera muy
acentuada. A estos efectos, el papa Francisco ha sido un comentador excepcional
que contribuyó y ayudó en su periplo por el mundo en solidificar la tesis
expuesta.
Digo
esto con cierta frustración, cuando observamos de forma perpleja el discurso de
Maduro presente en el gran foro de la ONU, ayudado por un lenguaje elemental,
diciendo lo de siempre, y reflejando el complejo de inferioridad incurable que
todo comunista tiene cuando se avoca y explota cuando le corresponde analizar
la política de los grandes países industrializados. Gracias a Dios y en ese
discurso no había más de veinte personas, que diez serían del gobierno y hasta
vimos por televisión a una altísima funcionaria que se quedó dormida, imagino
con razón del aburrimiento por tan lamentables palabras. Así lo creo.
Gustavo
Briceño Vivas
gbricenovivas@gmail.com
@gbricenovivas
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