lunes, 12 de octubre de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, EL PAPEL DE LA TEORÍA EN LA CIENCIA

"Las teorías científicas pueden ser verificadas por sus consecuencias prácticas. El hombre de ciencia es responsable, en su propia esfera, de lo que dice; lo podemos juzgar por sus obras y distinguir­lo, así, de los falsos profetas." Uno de los pocos pensadores que han sabido valorar este aspecto de la ciencia es el filósofo cristiano J. Macmurray (con cuyas opiniones acerca de la profecía histórica estoy en profundo desacuerdo, como se verá en el próximo capítulo):"La ciencia misma -expresa-, emplea en sus propios campos específicos de investigación un método de comprensión que restaura la rota integración de teoría y práctica». Esta es, a mi juicio, la razón de que la ciencia constituya una ofensa a los ojos del misticismo, que elude la práctica creando mitos en su lugar"[1]

Existen en el campo de la economía –desafortunadamente como en el de otras ciencias- "teorías" que no pasan de ser meros mitos. Un mito puede definirse brevemente, como no otra cosa que una teoría impracticable. Resulta claro que este último tipo de "teorías" no son científicas, ni siquiera por aproximación. Sin embargo, sorprenderá constatar que son las que gozan de mayor popularidad en el ámbito científico. La economía pareciera ser –en el curso de las épocas- una ciencia particularmente propicia para la recepción de lo que podríamos llamar "mitología económica" que se hace pasar por "teoría económica". Curiosamente, resulta más atractivo a la psique humana (quizás por alguna cuota de misterio) la preferencia por el mito a la teoría científica (también podríamos llamar al mito "teoría" a-científica), y los problemas comienzan a aparecer recién cuando, de la contrastación entre la pseudo-teoría y la realidad, esta no concuerda con aquella. Como anticipamos, ello sucede –por desgracia- en casi todas las ciencias, pero en la economía parece haberse dado (y seguirse dando) con mucha más frecuencia que en las demás. En nuestra labor universitaria, lo dicho se comprueba a diario. El principal trabajo que tenemos como docentes es desterrar de la mente de los alumnos los grandes y pequeños mitos que lamentablemente otros profesores y maestros han radicado en el pensamiento de los estudiantes. También, si bien en otro sentido, compleja resulta la tarea en aquellas personas que normalmente no tienen contacto con la actividad académica, y su fuente de información (y hasta de "formación") son los medios masivos de comunicación, a través de los cuales los mitos se propagan casi a la velocidad de la luz. Curiosamente, los más permeables a las buenas teorías, son los que menos teorías previas tienen en sus cabezas.
Ciertas teorías, en apariencia "ajenas" al campo de la economía, revisten no obstante, crucial importancia para nuestra ciencia. Esto es porque la economía, pese a poseer leyes propias por las cuales se rige, no deja de ser parte de la praxeología como ya hemos visto. Esta última –recordemos- estudia la acción humana como tal, y esta acción nunca es indeliberada, sino motivada por una, algunas o muchas teorías. Estas teorías pueden ser falsas o verdaderas, lo que resultará en definitiva –como explicamos- de su contrastación con los hechos. Si los hechos ocurren tal y como la teoría lo ha anticipado, esta quedará corroborada y, en caso contrario, refutada. No obstante, la falacia antes analizada (que "buenas" teorías podrían no verse corroboradas por la realidad) ha llevado a que la humanidad incurriera en graves yerros, confundiendo efectos con causas y viceversa. Y que ese error persista a lo largo de las centurias. Un ejemplo de lo dicho viene dado por la teoría platónica de la justicia:
"Al parecer, es necesario experimentar primero la conmoción de comprobar la identidad entre la teoría platónica de la justicia y la teoría y práctica del totalitarismo moderno para poder compren­der lo urgente que se torna la interpretación de esos problemas"[2]
A la luz de lo que venimos exponiendo, la mención de "teoría y práctica" -así como está formulada en la cita precedente- resultaría redundante (quizás por inadvertencia ocasional del autor citado, o bien en caso contrario, como énfasis para resaltar la identidad entre "teoría y práctica"). Pero el párrafo, no deja de ser ilustrativo en cuanto a la génesis de la teoría totalitaria que -según el filósofo en comentario- encuentra su origen en la teoría platónica de la justicia, algo que puede sonar bastante paradójico a los oídos actuales. El caso refleja pues la existencia de una teoría de remota data, detrás de un fenómeno usualmente criticable y criticado, como es el totalitarismo (que afecta, resulta redundante casi señalarlo, las consecuencias prácticas de nuestra ciencia). La paradoja consiste precisamente en el cómo una teoría sobre la "justicia", tal la platónica, conduce a la teoría y práctica del totalitarismo. Es decir, quien siguiendo esta teoría pretenda llegar a un resultado de "justicia" se va a terminar encontrando con algo por completo diferente (el totalitarismo), no importa, desde luego, como se le llame a la teoría, lo relevante son sus consecuencias prácticas. Algo similar ocurre en otros campos del saber:
"No vacilaremos en decir al respecto que Platón corrompió y confundió por completo la teoría y práctica de la educación, al vincularlas con su teoría del liderazgo. El daño causado es aún mayor, si cabe, que el infligido a la ética por la identificación del colectivismo con el altruismo y a la teoría política por la adopción del principio de la soberanía."[3]
En todos los casos, se habla de la "interpretación" de la realidad a la luz de teorías equivocadas. En lugar de desechar la falsa teoría, se intenta, por todos los medios posibles, de encajar una realidad disímil dentro de una teoría quimérica. Esto último es lo ocurre a diario con la economía. En este caso, para el analista, los hechos se tornan inexplicables, hasta que no abandona la teoría errónea y adopta la correcta.
 [1] K. R. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos. Paidos. Surcos 20. pág. 456
[2] K. R. Popper. La sociedad abierta...ob. cit... pág. 20
[3] K. R. Popper. La sociedad abierta ob. cit. pág. 143-144

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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