Poco antes de su muerte, el poeta Rubén Darío escribió una de sus obras
más conocida “Los motivos del lobo” donde narra, con su inmensa capacidad de
preñar de belleza los versos, la fábula de Francisco de Asís quien amansa un
lobo salvaje.
El relato tradicional indica que los habitantes de la población italiana
de Gubbio (Darío anticipa diferencias y lo cambia a Gubbia) le pidieron ayuda
al de Asís para que solucionase un problema serio que tenían con un lobo que se
comía las ovejas y a veces al cuidador. Dice la leyenda que Francisco fue en
busca del lobo, de alguna manera lo amansó y se vino con él al pueblo y allí
murió, a los años, como perro viejo.
Venga a cuento el poema por la visita de Francisco-ahora el Papa- y sus
repetidas menciones de socorrer a los pobres, a apoyar a los exiliados o
refugiados, a combatir el daño ambiental al planeta, a proteger a la familia y
muchas otras cosas. Nada nuevo para un líder de la moral que pide ayuda para combatir
las injusticias.
En su desesperada búsqueda Francisco enfoca las baterías a lo
tradicional, como explicar tanta riqueza y tanta pobreza al mismo tiempo. “Ya
la muerte de los pobres no es noticia pero basta que los índices de las bolsas
caigan dos puntos para que sea un alboroto mundial”, “Las instituciones
monetarias deben tratar con benevolencia y condiciones especiales a los países
que los necesitan”. Difícil no emocionarse con tanta generosidad.
Pero el asunto no es solo enfatizar sobre las diferencias e injusticias.
Si repartiésemos todo el dinero del mundo entre los habitantes del planeta en
poco tiempo volveríamos a algo similar a
lo actual. Las soluciones no están en el reparto o en el buen trato. Las
hambrunas se alivian con las contribuciones de otros pero solo se solucionan
cuando se produce la propia comida. No hay solución a la pobreza y a la
desigualdad sino se utiliza el inmenso potencial de los pobres para generar
riqueza y solo se producirá el cambio cuando ellos libremente puedan decidirlo
Todos los países vienen de un pasado pobre. Imaginar a Italia o, Francia en la edad media
nos arrugaría el corazón de tanta miseria, pero hoy están mejor. Y quién les dio
a los gringos su riqueza?. Pues ellos mismos a fuerza de trabajo y creatividad.
Animar a los supuestos ricos a ayudar a los pobres está bien, pero no animar a
los pobres a salir de su miseria con trabajo y más trabajo, es un error
tremendo de omisión.
Confundir al lobo de Gubbia con el capitalismo salvaje es fácil, pero
alguien debe decirle al cariñoso Papa que hoy cientos de millones de personas
sencillas comparten con los fríos indicadores bursátiles sus mejores ilusiones
creadas por su trabajo y esfuerzo.
Y también fueron pobres.
Eugenio
Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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