Por Renegar de la herencia hispánica y de un componente esencial de nuestra sangre,
el europeo, es línea del populismo revolucionario, el poscomunismo. El culto a
un falso pasado para negar el presente explica la manía cambiar el nombre al
Avila porWarairarepano, por ejemplo. Esa monserga de la resistencia indígena
como ideología se origina en falsificaciones de hace unos lustros. Según ellas
“no hubo descubrimiento de América”, sino “un encuentro”, como si en medio del
Atlántico se toparan las carabelas de Cristóbal Colón con unos yates
capitaneados por Huayna Cápac rumbo a Puerto de Palos.
Los
indígenas, según la mentira, vivían en un Edén comunista de high culture del
que los arranca la invasión colonial. Lo grave es que ahora no lo afirman unos
intelectuales alumbrados, sino mandatarios que llevan sus países por la senda
de los estados forajidos.
Lejos
de tales maravillas, las comunidades precolombinas eran lo que Marx denominaba
“despotismo asiático”, abominables tiranías burocráticas. La estatua de Colón
en el paseo caraqueño que lleva su nombre desapareció, igual que la del parque
El Calvario y el “Colón en Golfo Triste” de De La Cova, ejecutadas por la
barbarie.
La
peligrosa jerga oficial rompe records de racismo e ignorancia. Reniega de la
substancia latinoamericana, para José Vasconcelos “cósmica” por integrar
europeos, indígenas y negros. Utiliza una historia mítica de las depredaciones
coloniales e imperiales y una epistemología del rencor: el “eurocentrismo”.
Cierto que los europeos cometieron terribles crueldades en América, aunque
jamás peores que las que los indígenas se hacían entre sí. Pero el balance de
la conquista arroja que con Iberoamérica surge una nueva y poderosa rama de la civilización.
Nuestro verdadero papel en el planeta.
LOS
HUMANOS SON CRUELES
Envenenar
el pasado es cosa de esa seudoizquierda descolgada del tiempo. No existe una
hectárea de territorio en el mundo que no fuera una vez o varias colonizada y
una o varias colonizadora. Las relaciones tribales eran y son de servidumbre.
La civilización democrática sabe y debe olvidar, mirar hacia delante -a veces
se le pasa el ojo-, precisamente para desentenderse de las serpientes de la
inquina histórica. Franceses, españoles, alemanes, británicos y belgas no están
en guerra con Italia por las tropelías del Imperio Romano, ni los ingleses
viven indignados por la violación de aquella reina celta y sus hijas. No se
cobran las facturas de la Primera ni de la Segunda Guerra. Su costo ya fue
demasiado alto. Hernán Cortés tomó Tenochtitlán, una ciudad de 250.000 almas y
acabó con el imperio con sólo seiscientos soldados, porque dirigió la primera
guerra de liberación nacional de América.
Fue
el levantamiento de decenas de tribus oprimidas contra el colonialismo de los
Aztecas. Enterado de que éstos sacrificaban periódicamente miles de indígenas
vecinos, preguntó a Moctezuma por qué derramaban tanta sangre. Según Anatole
France, el infeliz respondió: “los dioses tienen sed”. En su clímax con Huayna
Cápac, el Tahuantinsuyo tuvo un millón de kilómetros cuadrados y doce millones
de habitantes. Los incas sometieron a sangre y fuego las poblaciones desde
Quito hasta cerca de Antofagasta en Chile y el norte de Argentina. Los “hijos
del sol” aplastaron con mano de hierro la cadena de levantamientos de pueblos
oprimidos y aplastaron chibchas, aymarás, cara, pasto, panzaleo, cañarí,
puruchas, chavín y muchos más.
INDÍGENAS
ASESINABAN INDÍGENAS
Sí
Europa tuvo la Inquisición, los Incas no se quedaron atrás. Con la
mitimasecuestraban todos los varones de los pueblos ocupados, desde niños hasta
ancianos, y los llevaban a trabajos forzados a miles que kilómetros de sus
hogares, donde no podían comunicarse. Nunca volverían a ver sus familias. Nada
más cruel que el tratamiento que dio Atahualpa a su propio hermano Huáscar.
Luego de derrotarlo, hizo eviscerar ante el prisionero uno por uno sus hijos,
mujeres, cuñadas, amigos, para que sufriera al presenciar el tormento de sus seres queridos.
Luego
lo degollaron. Es probable que cualquier persona civilizada desestime necedades
como lo de la “resistencia indígena” y los “quinientos años de ignominia” por
extravagantes, pero el asunto es mucho más grave: ha sido una incitación en
tiempo real para que una parte de la ciudadanía se considere hostil y actúe
contra otra de piel más clara, lo que tal vez ayudaría a comprender el
incremento de la criminalidad y los casos “atroces” en Venezuela. Es la vieja
estrategia totalitaria de quebrar la sociedad en grupos enemigos, héroes y
villanos, ricos y pobres, destinados a enfrentarse. Un sicópata muy peligroso,
Frantz Fanon -entre él y el Che está el título de primer teórico
latinoamericano del terrorismo-, prologado por otro psicópata, Sartre, escribe
que “el oprimido” se “humaniza” cuando “asesina un opresor”.
Carlos
Raul Hernandez
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@carlosraulher
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