El
valor que tiene más importancia en la sociedad no está compuesto por su
institucionalidad, la igualdad ante la ley, el pluralismo cultural o político,
la tolerancia racial y religiosa o la libertad de expresión. Si bien todas
estas definiciones y prácticas son esenciales para las relaciones humanas y
sociales, hay un valor que está por encima de todo el de la credibilidad o, en
otras palabras, la confianza que la sociedad se tiene a sí misma. Se trata de un
activo intangible que se construye pacientemente en el tiempo, se transmite de
generación en generación, se fragua en la diversidad de opiniones. La
construcción de esa credibilidad tiene un único y excluyente insumo: la
información que se genera y utiliza. Cuanto más veraz sea la que circule, mayor
fortaleza tendrá una comunidad. El círculo virtuoso se mantiene con aquello de
que yo creo en lo que los otros dicen porque ellos creen en lo que yo digo.
Las
evidencias de mensajes manipulados, cuando no contradictorios, llegan a la
sociedad por varias vías. Los gobiernos, sobre todo, los autoritarios manipulas
la información oficial según sus necesidades. El gobernante y el político con
vocación dictatorial la usa como un instrumento
de construcción de poder. Una característica distintiva del chavismo- es
que al igual que los gobiernos totalitarios- gusta especialmente de los medios
de comunicación para aplastar la libertad de expresión. Es otra manera de
ejercer el poder, pues en ellos encuentra la forma de imponerse sin derramar
sangre. La destrucción de las conciencias se rebela mucho más rentable que la
del cuerpo, éste último de gran utilidad en caso de escasez de maquinas.
La
retorica sensacionalista y carente de ideas nos ha acompañado desde la aparición
del lenguaje, pero nunca como hasta ahora. Nos ha invadido por todos los
frentes, por todos los medios y de todas las formas. Con la popularidad del
gobierno bolivariano en uno de sus peores momentos, Nicolás Maduro, “cierra” intempestivamente la
frontera de nuestro país con Colombia a
la altura de los estados fronterizos
Táchira y Zulia, suspendiendo
algunas garantías constitucionales y deportando a miles de colombianos con el
pretexto de “asumir un plan para liberar al país de prácticas paramilitares, de
una guerra económica y de buscar la paz y la tranquilidad en una nueva
frontera”. Así, Nicolás Maduro, siguiendo los pasos de Fidel y de Hugo Chávez,
fabrica la verdad para presentar lo falso como verdadero, lo negativo como
positivo, lo degradante como beneficioso.
Cabe preguntarse, entonces, por el “por qué” de lo sucedido. El “cierre” de la frontera fue premeditado. Venezuela va camino a elecciones parlamentarias el 6 de diciembre, la realidad política efectiva y como posible anticipa que el oficialismo sufrirá una derrota. Se trata de evitar que la campaña electoral se centre en el destruido nivel de vida de los venezolanos, encendiendo el nacionalismo acusando a un “enemigo interno” y “externo”, en procura de distraer y de incidir en la participación del voto chavista. Llevando hasta sus últimas consecuencias el proverbio latino Vox populi, Vox Dei. Pero como Dios no se manifiesta todo los días y el pueblo no tiene una sola voz, el gobierno “popular” interpreta la voz del pueblo, eleva esa versión al rango de verdad oficial y sueña con decretar la verdad única.
Sixto
Medina
sxmed@hotmail.com
@medinasixto
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