martes, 22 de septiembre de 2015

OMAR GONZÁLEZ MORENO, EL FIN DE LA REVOLUCIÓN DE PACOTILLA

    Dicen que esta revolución bolivariana del socialismo del siglo XXI, no es revolución, ni es bolivariana, ni es socialista ni mucho menos es del siglo XXI. Es sólo la excusa utilizada por una caterva de piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros que se encaramaron en ese proceso para destrozar este bello país en nombre del Libertador y de los pobres.

    Piratas que les importa un comino el ideario de Bolívar o la filosofía marxista, con tal de llenar sus alforjas con el botín del erario público. Corsarios al servicio de países extranjeros para aprovecharse de nuestros recursos naturales. Bucaneros y filibusteros dedicados a importar cualquier cosa y destruir el aparato productivo nacional. Todos ellos disfrazados con un trapo rojo y un cucurucho del mismo color en la cabeza.
    El resultado de esta toma por asalto de las instituciones democráticas del país no podía ser otro que la bancarrota. No hay un solo indicador positivo que pueda mostrar la mal llamada Revolución Bolivariana del Siglo XXI . Todos ellos apuntan hacia el hundimiento, la miseria y la desolación.
    Si no referimos al desabastecimiento de alimentos, medicinas, repuestos, materias primas y demás rublos;  según todas las investigaciones divulgadas hasta ahora, menos las del Banco Central de Venezuela que mantiene un silencio cómplice; ronda el 75 por ciento o más. Ello significa que la inmensa mayoría de los venezolanos está sufriendo el terrible drama de la escasez. De eso se salva únicamente la macollita del régimen, que hace sus compras en el exterior y se trae la mercancía en sus yates y aviones privados.
    En cuanto al costo de la vida, Venezuela pasó a ser el país más caro del mundo para sus ciudadanos; el más costoso porque sus habitantes obtienen sus salarios en devaluados bolívares, pero se ven obligados a pagar los bienes y servicios que consume a precios dolarizados de acuerdo a la cotización del mercado negro.  Por eso, el costo de vida  para los venezolanos es más alto que para los habitantes de ciudades como Nueva York, Londres o Madrid.
    Hablar de la devaluación de nuestra moneda lo que da es vergüenza. Recientemente una cadena de noticias internacional dijo que “el dinero de Venezuela vale menos que una servilleta grasienta para sus ciudadanos” mostrando la fotografía de un  hombre que sostenía una empanada con un billete para no ensuciarse las manos de manteca. El bolívar ha sufrido una devaluación de más del 700% en un año. Nuestra moneda vale menos que un centavo y, en consecuencia, el salario mínimo de un trabajador venezolano es apenas de 13 dólares al mes.
    Si nos referimos a la inflación todo parece indicar que Venezuela batirá este año sus records históricas. De acuerdo con los pronósticos de los más reputados economistas, para el cierre de este lapso, la inflación se ubicará entre 110% y 200 %, la más alta del mundo, lo que generará un notable  incremento de los indicadores de pobreza y desempleo, convirtiendo en  héroes a los venezolanos que sobrevivan por su enorme esfuerzo de aferrarse a la vida.

    La inseguridad es otro de los logros de esta baratija revolucionaria. El último estudio realizado por el Observatorio Venezolano de Violencia revela que la tasa de homicidios en el país aumentó a 82 por cada 100 mil habitantes y nos coloca al como la segunda nación del mundo en la que ocurren más asesinatos, con un promedio de 25 mil crímenes cada año. Esto, sin referirnos a secuestros, robos, atracos, violaciones y otros delitos, que ni siquiera se denuncian, ¿para qué?

     La educación es otro estruendoso fracaso en este tugurio en el que han pretendido convertir a Venezuela la cuerda de maleantes que se ha apoderado del poder. Los educadores de vocación reportan que cada año hay más niños y adolescentes venezolanos que abandonan la escuela, porque perciben que esa no es la vía para salir de la pobreza. Este año se calcula que más de 100 mil jóvenes entre 15 y 16 años de edad dejaron de inscribirse en los centros educativos

    Nadie puede mirar un hospital público en Venezuela sin sentir pavor. Es como mirar a la muerte. No hay insumos, no hay equipos y cada vez son menos los profesionales de la salud que deciden trabajar en ellos por el miserable sueldo que reciben  por el trabajo de salvar vida y arriesgar las suyas, ya que esos centros se han convertido en teatro de operaciones del hampa.  El agua, la luz,  …son artículos de lujo!

    Por suerte, esa fiera reprimida que es el pueblo venezolano, ha tomado consciencia de la estafa y solo espera el 6D, las elecciones parlamentarias, para ponerle punto final a esta revolución de pacotilla.

Omar González Moreno
programamardefondo@hotmail.com
@omargonzalez6

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