“La diferencia entre una democracia y una democracia popular es la misma que existe entre una camisa y una camisa de fuerza.” Ronald Reagan.
De esa expresión de Reagan se infiere que la democracia no necesita de adjetivaciones. Ella ha pasado de ser una forma de gobierno a un sistema de vida, a una forma de organización social donde la observancia de los principios y valores democráticos garantizan un ambiente de libertad, siempre perfectible, y su preservación depende de líderes democráticos y de ciudadanos educados para la libertad. El sistema democrático ha brindado oportunidades a dirigentes demagogos y populistas de ascender al poder para después, desde allí, liberar su vocación totalitaria con la coartada de la democracia popular.
En concordancia con su modelo ideológico el régimen totalitario ha tomado decisiones y ha promulgado leyes de carácter inconstitucional para imponer controles en la vida económica y social del país. Sus actuaciones se asemejan cada vez más al fascismo de Mussolini o al nazismo de Hitler, siguiendo siempre las instrucciones del castrocomunismo, en tanto “su” isla se abre al deslumbrante capitalismo.
Al hacer un balance objetivo y real de lo ocurrido en Venezuela en estos diecisiete años, nos percatamos que no solo hemos perdido nuestra democracia, sino que además, ha sido tan profunda y amplia la pérdida de valores que ante el escandaloso y vanidoso ejercicio del poder, se tiende a justificarlo todo, como aquellos padres que ante la falta de moral propia tratan de ocultar o peor aún, de celebrar las malas andanzas de sus hijos.
Nos estamos habituando, por inconsciencia o por indiferencia a tratar como natural los malos hábitos, perversiones, desvaríos y caprichos de los gobernantes.
En mis reflexiones no deja de ser acuciante la idea de cómo rescatar el futuro construido sobre este infausto presente donde se cultiva la ignorancia del pueblo, uno de los ingredientes más terribles de la miseria, para poder afincar su farsa revolucionaria.
Guatemala es un claro ejemplo de cómo transitando por los caminos de la democracia se puede lograr un cambio de un gobierno descaradamente corrupto e ineficiente, por otro más esperanzador que atienda los reclamos del pueblo.
Cuando se logra la separación clara de los poderes y el respeto al estado de derecho, es posible acabar con el estado burlón y soberbio. En estos momentos creo que el pueblo está consciente de su tragedia y espera el 6 de diciembre para dar un gran impulso a sus deseos de cambio y de rescatar los valores democráticos.
Neuro Villalobos
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