Le
tomo prestado a Leoncio Martínez parte del título de su extraordinario
editorial de Fantoches de septiembre de 1936 (El Significado de las Masas
Populares
http://ticsddhh.blogspot.com/2011/06/el-significado-de-las-masas-populares.html)
donde puso de relieve el fondo de este viejo problema que al parecer vuelve a
ser noticia por aquello de la "pérdida de la conexión" de la
"oposición" con el pueblo venezolano.
Y
pongo oposición entre comillas porque en realidad en Venezuela no la hay, sino
una franquicia que agrupa a una gente que dice representar la contra del
gobierno cuando en realidad son lo mismo.
Venezuela
aun espera, o mejor dicho, las masas populares aun esperan, a quienes realmente
den cause al malestar popular producto de lo que en realidad está pasando aquí
y que traduzca en hechos concretos y conducción política a un rio encabritado
que busca desesperadamente que lo interpreten cabalmente.
Y
si lo que oye la masa solo son consignas vacías llamando al voto opositor
porque lo único que apuntala a esa franquicia es la desastrosa administración
del régimen, entonces el problema que tenemos es de una extrema gravedad,
porque no será con gente que dice que “Maduro tiene culillo” o que la próxima
Asamblea “no tendrá cabello” -aludiendo a la calva del coordinador de la
franquicia-, que esa masa se sentirá representada cabalmente.
En
verdad que, como dijo Leo en 1936, las masas necesitan intérpretes. Gente que
vibre en la misma frecuencia que ellas, NO QUE HABLEN COMO ELLAS. Esas son dos
cosas completamente diferentes. Usar un lenguaje escatológico pensando que con
eso se conectarán con el sentimiento de desesperanza de los más sufridos, es
tan equivocado como pensar que vestirse bien es suficiente para pasar por
educado. Basta con que abran la boca para ser descubiertos.
Escribía
Leo: “Puede que los pueblos no sepan lo que quieren, pero sí conocen sus
necesidades, y cuando hay alguien capaz de traducir en palabras ese sentimiento
popular, alguien que redacte y relate esas necesidades, el pueblo le acompaña
decididamente, como acompañó a Boves primero y a Bolívar después.”. Ambos
extremos tuvieron a la misma masa popular detrás porque los dos la
interpretaron formidablemente en momentos y situaciones diferentes.
Por
eso Leo lo define claramente: “Los pueblos no siguen a sus agitadores sino a
quienes encarnen a una aspiración unánime de la mayoría. Los pueblos no conocen
agitadores sino interpretes, por eso siguen a quien les promete alimento cuando
tienen hambre, a quien les habla de justicia cuando se sienten oprimidos, y
hasta a aquellos que les prometen venganza cuando se sienten víctimas.”. ¿Quién
fue Chávez? Un intérprete de su tiempo político. Logró encarnar la arrechera de
un pueblo engañado por un liderazgo fatuo que no abrió juego a las infinitas
posibilidades de la democracia, enterrándolo justamente en 1998. Pero no supo
qué hacer con eso después, llevándonos a un barranco comunista.
¿Por
qué la gente aun se pregunta porque las masas que siguieron a Chávez no siguen
decididamente ese discurso “opositor”, habida cuenta que realmente no fueron
reivindicadas en todas sus aspiraciones en los últimos 16 años? Simplemente
porque la gente no es pendeja. Intuyen en esas promesas huecas que tendrán lo
mismo de exactamente la misma gente que había en 1998, y que aún continúan allí
aunque haya habido algunos cambios de forma y de protagonistas pero con el mismo
fondo.
No
se sienten interpretados por nadie de la oposición oficial, luego de muchas
traiciones y desencuentros de sus liderazgos. A ello se suman los mensajes
contradictorios y permanentes a la población que hacen que la gente desconfíe
severamente del mensaje opositor. Por un lado hablan de una dictadura del
régimen pero actúan como si fueran opositores de un mal gobierno democrático.
Negocian elecciones con ese “mal gobierno” con el fin de sobrevivir dentro de
él, mientras que este avanza decididamente a la destrucción de cualquier
institución democrática, incluyendo a los propios partidos. Esa “disonancia
cognitiva” paraliza a cualquier masa
para seguir a quien la produce.
¿Qué
hacer ante esta brutal realidad? Todavía
es necesario que aparezcan los intérpretes que conecten con esa masa popular
ávida de liderazgos legítimos para que se pueda revertir la situación y
empecemos al menos a discernir una estrategia opositora con posibilidades de
éxito. Es mi convicción que para que aparezcan pronto esos intérpretes deben
cumplirse previamente algunas condiciones, que pasan por el reconocimiento
generalizado del carácter dictatorial e ilegítimo del régimen. Y esto se está
logrando no precisamente por las acciones premeditadas o deliberadas de la oposición
oficial sino por las torpezas y arbitrariedades cada vez mayores de quienes nos
desgobiernan.
Leoncio
Martínez pedía en ese editorial “una mejor interpretación del significado de
masa” y se oponía “a esa falsa apreciación que trata de relegar el pueblo a la
categoría de vehículo inánime conducido por sus dirigentes agitadores.” Hablaba
de un pueblo consciente de lo que quería, más allá de ser el instrumento de
agitadores, sino seguidor de intérpretes. Si algún dirigente opositor desea
conectarse con ese sentimiento debe primero entender que el camino no es el de
los agitadores. Siglos de historia han pasado y aun la dirigencia utiliza los
instrumentos de la agitación política para lograr una conexión con las masas
populares.
No
creo que falte mucho para que esas condiciones estén dadas, pero estoy seguro
que una vez allí, saldrán los intérpretes del momento histórico que estamos
viviendo, devolviéndole la esperanza a un pueblo de que si es posible hacer una
resistencia civil coherente para restaurar la democracia.
Luis
Manuel Aguana
luismanuel.aguana@gmail.com
@laguana
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