lunes, 21 de septiembre de 2015

LUIS GARRIDO, SIN LA MENOR DUDA

El presidente Maduro se la jugó y llegó hasta el final.  Pretender una sentencia diferente a la privativa de libertad para Leopoldo López  es como esperar que después de escupir para arriba  la saliva no le cubra el rostro.  Por lo regular,  los dictadores proceden con odio visceral contra sus adversarios políticos;  sus intenciones son eternizarse en el poder y para eso hacen uso de la maquinaria del gobierno, destruyendo y desmoralizando con procedimientos y fuerzas irregulares todo lo que signifique intento de alteración que les perturbe el sueño.  Con Leopoldo López ha sucedido lo mismo.  El ensañamiento y el odio revanchista constituyeron los razonamientos visibles para hacer sentir la voz de mando de Maduro sobre instituciones subordinadas al poder ejecutivo.  Qué actitud tan bochornosa y de clara cobardía política se impuso en este juicio; el respeto por la dignidad humana quedó pisoteado bajo las botas de la mediocridad: Nicolás se quitó la careta de demócrata.  

En reseñas anteriores hemos abordado el tema con mucha crudeza.  El gran error del mandatario fue encarcelar a Leopoldo,  considerándolo un trofeo para su haber político.  Ese muchacho, sin haber cumplido los 43 años, volcó su pasión impetuosa sobre los diferentes escenarios internacionales;  en ese mundo de opiniones calificadas no se ha sentido solo; cada expresión alienta su espíritu y Lilian, su esposa y compañera de lucha, lo ha llevado con ella gritando a todo pulmón la inocencia de su marido.  Lo seguimos repitiendo:   Maduro, y a muy caro  costo político, cometió su más grave error.  Detrás de los barrotes de su calabozo,  Leopoldo tiene mayor espacio  en el  corazón de los venezolanos.  Esto no es retórica ni palabras discursivas;  el descenso del  presidente se nota en el calentamiento de las calles, en la diaria reacción de un pueblo bravo.   
El rechazo se ha hecho sentir por lo  excesivo de su ineptitud e incompetencia para gobernar.  Su decisión de mantener encarcelado a Leopoldo vino a hacer trizas el espejo donde con aspaviento y arrogancia de jefe de Estado, no logró  comprender que para ser lo que llegó a ser por la escogencia a dedo de su padre político, había que tener un algo de inteligencia.  No es con gritos que se gobierna, ni sembrando miedo en la población es que va  a pretender ganar las elecciones del 6 de diciembre. Su hazaña fronteriza y la aplicación de estado de excepción en algunos municipios, ha repercutido.  Esa Venezuela que la revolución ha llevado a los extremos de la tristeza, no resiste más agresiones.      
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr

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