domingo, 27 de septiembre de 2015

LEONARDO MORALES P., FIN DE LA RETRECHERÍA

Mientras el drama de los pobladores en la frontera occidental de Venezuela, la que colinda con Colombia, se mantiene desde hace un mes como consecuencia del atentado del que fueron objeto unos efectivos militares, lo que llevó, como medida salvadora a los males de la  república por el oeste, al presidente Maduro a decretar  estados de excepción en algunos municipios  fronterizos.

Transcurridos los días, el gobierno sigue sin explicar convincentemente quienes fueron los agresores de los militares y mucho menos señalan las actividades que éstos desarrollaban al momento del altercado. Quienes en la frontera habitan sostienen sus tesis y difícilmente el gobierno se atrevería a confirmarla. Les interesa atribuir la culpa de la crisis venezolana al gobierno colombiano y a sus habitantes; en tiempos electorales siempre será válido acusar a un tercero, sostienen algunos, y así ha procedido Maduro y su combo.
La retrechería presidencial lo llevó a Vietnam y China, a cualquier cosa, pedir nuevos préstamos, adquirir nuevos compromisos, siempre a pedir jamás a ofrecer salvo petróleo.
Después de tanto zapateo tabasqueño se impone la realidad y la retrechería sede, todo tiene su final, nada dura para siempre, y Quito, capital del Ecuador, sirvió de escenario para que los presidentes de Colombia y Venezuela resolvieran dar un notición a los afectados por las medidas del gobierno venezolano: “restablecer progresivamente las relaciones diplomáticas”.
En Quito los presidentes resolvieron restablecer relaciones, que los embajadores ocuparan su lugar, y que distintas comisiones comenzaran a atender los problemas permanentes y sistemáticos de la frontera. En fin, se anunciaron medidas que hace ya bastante tiempo han adoptados los gobiernos de ambos países. Nada nuevo, por el contrario, tales medidas suponen que deben ser atendidas rutinariamente por ambos gobiernos y no deben ser tenidas como actividades excepcionales.
Desde cuando no existen los problemas fronterizos entre ambas naciones: hay los que van desde diferendos limítrofes aun no resueltos en su totalidad hasta aquellos que tienen que ver con el contrabando de un lado a otro, del narcotráfico y la  narcoguerrilla, que en algún momento tuvieron o tienen a Venezuela como zona de aliviadero. Acaso se olvidan los secuestros perpetrados por la narcoguerrilla comunista en territorio venezolano; los asesinatos cometidos por éstos en Carababo y la emboscada de la cual fueron objeto unos militares y empleados de PDVSA en el estado Apure con un saldo de una ingeniera y unos militares acribillados a tiros.
En Quito, Maduro y Santos se burlaron de sus nacionales al lograr un acuerdo que ya todo el mundo daba por descontado –reiniciar las relaciones diplomáticas-. Ambos, con enorme sinceridad les afirmaron a sus países que luego de años en el ejercicio del poder no se habían ocupado de los siempre difíciles problemas fronterizos. El show de Quito y sus insulsos acuerdos no requerían más de una breve y simple llamada telefónica.
Para Maduro, llegar a Quito implicaba considerar que “todo tiene su final, nada dura para siempre / tenemos que recordar que no existe eternidad”. Así, exactamente como reza la canción de Blades, un mes pudo Maduro, al menos eso cree, distraer al país sobre los gravísimos problemas económicos y sociales. La retrechería no dio para más y el 6D se inicia en principio del final.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP

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