La
espiral desalentadora ensamblada desde el alto régimen contra la sociedad
venezolana, involucra directamente y sin vergüenza alguna, a funcionarios que
estando al frente de instituciones que en el papel deberían asumir la defensa
de los ciudadanos, actúan en sentido contrario, y no es de esperarse otra
actitud de quienes han representado al oficialismo en cargos gubernamentales,
llámense diputados, ministros, gobernadores, y ahora Contralor, Defensor del
Pueblo, CNE, Fiscal General, TSJ…
Oír
al Defensor del Pueblo decir que el joven Coello es un prófugo de la justicia
por no someterse a la penuria e injusticia establecida en el sistema judicial
nacional, es el resultado de funcionarios lame botas, arrastrados ante la
ausencia de criterio y personalidad. Son esos burócratas quienes asumen la
obediencia a ciegas para alterar la paz y tranquilidad del núcleo familiar y la
sana convivencia social.
Leer
la carta de la madre del joven Coello, dirigida con sentido ético y moral al
defensor del puesto, es un respiro tranquilizante de honestidad y buenas
costumbres. Desenmascara al analfabeto y alienta y fortalece a los ciudadanos
para no decaer ante la arremetida del régimen y sus secuaces.
Oír
al señor Vicente Bello, “flamante representante de la oposición oficialista
ante el CNE”, decir que ese organismo
juega sucio, es noticia trasnochada. Mucho se ha denunciado al respecto. Jamás
el CNE ha jugado limpio, por el contrario, se les ha facilitado el escenario
para accionar como mejor les parezca. La arbitrariedad y la violación a la
norma establecida en la Constitución (artículo 188), la han esparcido en la
institución con el visto bueno de un sector de la oposición. Han jugado al
beneficio particular en contra de las mayorías, las regiones y la
descentralización.
La
inflación arropa los hogares venezolanos; la escasez y la miseria crecen. Las
mafias de alimentos, medicinas, repuestos, gasolina, entre otros, hacen de las
suyas con el beneplácito gubernamental. Por las calles deambulan madres y niños
pidiendo para comer. El régimen distrae, genera conflictos, cierra fronteras y
decreta estados de excepción para intentar suspender elecciones. La deuda
interna y externa venezolana asciende exageradamente. El precio del petróleo se
esfuma. La cárcel es el escenario de albergue para la disidencia.
El miedo pretendido por el oficialismo no termina de encontrar asidero en los ciudadanos. El desaliento provocado por el régimen se transforma en aliento para la familia. Los juicios amañados contra los estudiantes y dirigentes de oposición son seguidos de cerca por los pobladores. La lucha a favor del sistema de libertades, la seguridad ciudadana y contra la corrupción es permanente en la mayoría de los vecinos. Quebrar la polarización, es romper el desaliento y apostar por más y mejor democracia.
Josue
Arturo Molina Suarez
jarturomolina@gmail.com
@jarturoms1
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