Nuestros
ciudadanos no se merecen el ambiente de tensión que se vive en el país. El
nivel de angustia de la colectividad es alarmante. Pareciera que todos los
demonios están prestos a caernos encima para ensañarse sobre unos habitantes
que ingenuamente creyeron en las voces de algunos líderes que les habían
convencido de que, por el solo hecho de ser venezolanos, tenían derecho a
recibirlo todo de manos de un Estado favorecido por la mano de Dios. De hecho
el populismo es una vieja lacra que a lo
largo de la historia ha amenazado a los pueblos que quisieron vivir en
democracia, degradando y acabando muchas veces
con el sistema.
La
democracia comenzó en la antigua Grecia, cuando aparecen figuras como
Solón -595 AC- propiciando leyes para limitar el poder de los gobiernos
y darle voz a los ciudadanos. Con las
reformas de Clístenes alrededor del 508 a. C. se atribuyen a las asambleas de
los ciudadanos el sistema electivo y competencias legislativas, en la
administración de la justicia, así como
mecanismos de control de la legalidad. Aunque hubo otras, en la Grecia ninguna
democracia fue tan poderosa ni tan estable (o bien documentada) como la de
Atenas.
El
líder democrático más conocido fue
Pericles, a cuya muerte el sistema se suprimió para ser restaurado después por
Eucleudes.
Pero
los pueblos no siempre comprendieron la razón de ser ni la importancia de esas
libertades. No entendieron que eran preciosas y que por ello conllevaban
responsabilidades. Así a lo largo de la historia ocurrió que en un sin fin de oportunidades surgieron figuras
que fueron capaces de abusar de la buena fe de los pueblos y, mediante el
señuelo de la demagogia y un verbo encendido, los engañaron y los convencieron
de tomar un camino que los llevaba inevitablemente a renunciar a las bondades
que les ofrecía la democracia, rindiendo sus propias libertades a la voluntad
de algún hombre que terminaba por transformarse en un tirano.
Se
había cerrado el círculo. Hombres bien intencionados como Solón habían logrado,
como antes se dijo, aprobar en Atenas
leyes para limitar la tiranía. Sin embargo, usando mal esas nuevas libertades
los pueblos se dejaron engañar por políticos populistas, entregándoles ellos mismos el poder a nuevos
déspotas.
Como
dijo Aritóteles, ¨la nación que no quiere aprender del pasado está condenada a
repetirlo¨.
Después de haber disfrutado de varias décadas
de democracia -no siempre exitosa- nuestra sociedad se dejó deslumbrar y torció
el rumbo renunciando a sus libertades en nombre de un conjunto de aspiraciones
de justicia social que aparentaban ser muy loables pero que resultaron ser profundamente engañosas. Lamentablemente quienes ofrecían alcanzar esas metas carecían de las
aptitudes para lograrlas. Pretendieron hacerlo aplicando un modelo que ya había
fracasado en el mundo entero. Todo lo
que lograron fue simplemente el resultado de una etapa temporal de precios
petroleros exuberantes. Se trató de unos de los experimentos políticos más
fallidos que haya conocido la humanidad en tiempo recientes.
Ahora el país luce maduro para un cambio. La
historia se apresta a pasar la página. Pero quienes encabezaron el experimento
no logran aceptar que la preferencia de los pueblos es por definición voluble y
que ahora no parece favorecerlos. Ellos llegaron al poder con el voto y el
favor de ese pueblo, pero ahora se
enfrentan a un dilema. Si permiten que el pueblo se exprese con libertad,
corren el riesgo de perder lo que consideran los logros de su revolución y el
poder mismo que ellos detentan dentro de la misma. Prefieren acogerse a una de las máximas de
Stalin: "Basta conque el pueblo sepa que hubo una elección. Los que emiten
los votos no deciden nada; los que cuentan los votos lo deciden todo"
Pero
ahora las cosas ya no son iguales. Cualquier meta parecía alcanzable con precios petroleros altos. Diferente es
poder lograr esas mismas metas en medio de una crisis económica de graves
proporciones signada por la escasez, la caída de los precios del petróleo, la
inflación más alta del mundo, un déficit fiscal incontrolable, un malestar
social creciente y la desconfianza cada vez mayor de la comunidad
internacional.
Por eso tienen miedo a la observación
internacional. Aborrecen a la OEA y a la UE. Prefieren guardar las apariencias
con el "acompañamiento" de
ciertos países de UNASUR que nos recuerdan mucho la antigua leyenda de
Los Tres Monos Sabios, Kikazaru (el mono
que no oye), Iwazaru (el mono que no habla) y Mizaru (el mono que no ve). Estos
monos parecen militar dentro de la directrices del Foro de Sao Paulo y por
tanto serán ciegos, sordos y mudos ante cualquier forma de irregularidad
electoral.
José
Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josetorohardy
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