martes, 1 de septiembre de 2015

JOSÉ TORO HARDY, LOS ESTERTORES DE UN MODELO

Después de la Guerra de Yom Kippur y el Embargo Petrolero Árabe en 1974,  la Unión Soviética atravesó -al igual que Venezuela- por una etapa de gran afluencia económica debido al impresionante aumento que experimentaron los precios del petróleo. El líder de la nación comunista era Leonid Brezhnev, que lucía como un Zar más de Rusia. Poco le interesaban al Premier  soviético los temas económicos; en cambio, tenía una verdadera obsesión por extender el comunismo y por mantener el poderío del imperio que encabezaba. Sus propios ciudadanos no eran su prioridad.

La  URSS no era una nación industrializada. Su economía se basaba en la venta de materias  primas y en su creciente ingreso petrolero. La atención de Brezhnev se centraba en tres estrategias: el gasto militar, el control de los países de la órbita soviética y la expansión del comunismo en otras área como fue el caso de Cuba, Angola y la intervención soviética en Afganistán.  A toda costa quería sobrepasar militarmente a los EEUU. Le  proporcionaba  petróleo subsidiado a los países del Pacto de Varsovia para mantenerlos atados al comunismo y sumisos a Moscú.  El petróleo que estos países recibían lo pagaban mediante trueque. El mecanismo parecía funcionar, al menos hasta que en 1982 se derrumbaron los precios del petróleo soviético que cayó de 40 a 9 dólares el barril.

Brezhnev tuvo la prudencia de morir ese mismo año antes de que estallara el caos que había contribuido a provocar con su dogmatismo marxista, su expansionismo y su imprevisión económica. Le suceden por un corto período Andropov y Chernenko.

Finalmente le toca el turno a Gorbachov.  Cuando llega al poder en 1985 recibe la herencia de Brezhnev:  Una economía soviética en ruinas. Los niveles de escasez obligaban a los ciudadanos a largas colas para conseguir cualquier cosa. Desesperadamente busca financiamientos que no logra obtener. Tratando de salvar a su país, recurre a dos políticas:  "Glassnot"  en favor de la libertad de prensa y la “Perestroika” para reformar la deprimida la economía. Ya era muy tarde.

Se ve obligado a eliminar los subsidios petroleros a la órbita soviética y a Cuba. Sin ese petróleo ya no podía mantener atados a estos países. Como resultado de ello, a partir de 1989 se desmorona la Cortina de Hierro  que había erigido Stalin y cae el Muro de Berlín que había sido obra de Kruschev. Finalmente, en 1991 se desintegra la propia Unión Soviética en 16 países. Todo aquel andamiaje  se viene estrepitosamente abajo sin disparar un tiro. A pesar de contar con un poderoso ejército absolutamente apegado al comunismo el sistema fenece y la URSS pierde la Guerra Fría.nCuando una sociedad está lista para un cambio, nada la detiene.   "Es el fin de la historia”, dictamina Fukuyama.

Guardando las distancias, muchas de las cosas que pasaron en la URSS están ocurriendo hoy en día en Venezuela.  Al presidente Chávez le tocaron años de afluencia petrolera tal como a Brezhnev. Como este último, no se preocupó por construir una economía sustentable sino que se centró en algunos objetivos: Crear una inmensa base política, extender su Socialismo del Siglo XXI,  estimular el gasto militar y construir una zona de influencia a base de subsidios petroleros. Diseñó Alba y UNASUR con el recóndito deseo de emular una suerte de Pacto de Varsovia que orbitara en torno a Caracas.

Pero todo era un castillo de naipes que se basaba en una etapa de precios petroleros excepcionalmente altos  que Chávez creyó iban a durar para siempre. Finalmente, al igual que Brezhnev, tuvo la prudencia de partir antes de que estallara en caos. El primero gobernó durante 18 años, el segundo durante 14 años.

Veamos lo que ocurre ahora en Venezuela. Nos encontramos con una economía severamente dañada por tres lustros de dogmatismo socialista que se tradujeron en expropiaciones, controles de precio, destrucción y estatización del aparato productivo, control de cambio, inflexibilidad laboral, limitaciones a la libertad de expresión, caída de las inversiones y pérdida del equilibrio entre los poderes públicos. Se profundizó la extrema dependencia con respecto al petróleo, que aporta cerca del 96% de la totalidad de los ingresos en dólares que percibe el país.

Pero, súbitamente, se desmoronaron los precios del petróleo y estalla una escasez brutal de los productos más elementales. La economía se paraliza progresivamente. La producción nacional de bienes no alcanza y tampoco los dólares para poder importarlos. Las colas y la escasez abruman a los ciudadanos mientras las empresas del Estado, empezando por PDVSA, están sumidas en una ineficiencia pasmosa. La inflación es la más alta del mundo, el déficit fiscal inmanejable  y ya nadie tiene confianza en el signo monetario. También aquí la sociedad está lista para un cambio.

Yo me pregunto: si la segunda nación más poderosa del mundo cayó de rodillas ante fenómenos similares y el sistema en el cual se sustentaba se vino a pique, ¿qué no podrá pasar en una pequeña nación como la nuestra que pretende resucitar un modelo ya fallecido?

Ciertamente yo no me atrevo a responder. Le pido a cada quien que saque sus propios conclusiones. La historia tiene una terca tendencia a repetirse, pero no siempre lo hace en iguales términos. Ojalá que lo que nos depare el futuro no sea a un Putin.

José Toro Hardy
petoha@gmail.com
@josétorohardy

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