domingo, 20 de septiembre de 2015

EUGENIO MONTORO, EL FANÁTICO NO LO SABE

Creo que fue Woody Allen quien acuño la frase “Yo no conozco el secreto del triunfo, pero si conozco el secreto del fracaso: tratar de complacer a todos”.

         Hace miles de años que los humanos hemos buscado verdades universales en todos los campos y el resultado ha sido bastante malo. Hasta la ciencia tiene problemas y aunque nadie pone en duda la aceleración de la gravedad o el teorema de Pitágoras, abundan diferencias sobre la formación del universo y los fenómenos atómicos. Mucho peor nos va con los asuntos sociales, los éticos, los políticos y hasta con los deportivos pues, por ejemplo, aunque todos saben que las Águilas de Zulia es el mejor equipo, hay algunos que creen que es el Magallanes.
         En el trabajo los desacuerdos son diarios. Asígnale este trabajo a Rita. Pero jefe ella es la más lenta. Es verdad pero no comete errores. En la casa igual. No vuelvas tarde. Mamá tengo 19 años. Tendrás mil pero aquí me llegas temprano.
          Nuestro hijo presentó a su novia. A él le parece muy bien, pero la madre del chico tiene algunas observaciones. La familia de la niña no es de la ciudad y el padre es divorciado y además (ponga usted lo que quiera para la novela).
         “Yo estoy de acuerdo con la eutanasia y con la cremación” dice Juan el cabeza de familia. “Estarás de acuerdo tú, pendejo” dice el abuelo que alcanzó oír el comentario.
         Entender que la vida está llena de diferencias, pequeñas, medianas y grandes, y que aun así hay que vivirla es importante. Quizás al entenderlo la cordialidad mejora y se ejercita la paciencia necesaria.
         Pero ocurre, a veces, que las diferencias se vuelven pastosas y casi imposible de caminar en ellas. El motivo preña la historia con ejemplos, es el fanatismo.
         El fanatismo (no el beisbolero) es llevar las diferencias a puntos extremos en donde un individuo o grupo asume tener la razón y no acepta variaciones. Es casi como tener un demente en la familia que se cree Napoleón y habla y se viste como tal, sin importarle lo que su entorno le muestra como opción distinta y quizás mejor.
         Tal cual son los dirigentes rojos del régimen. Ellos tienen la razón. La oposición, USA, Europa y todos los demás están equivocados y son enemigos. Yo, Maduro vine a componer el planeta con un plan marxista que ni los rusos supieron aplicar. Nosotros, hijos de Chávez lo haremos. Crearemos al hombre nuevo y la felicidad mundial.
         Al loco de familia no le importa la inflación, la escasez o la inseguridad. Su fanatismo le impide ver el desastre que hizo  y su única  pasión es no perder el mando. Así, el hacer trampas, mentir, ocultar, despilfarrar, perseguir, apresar y otras marramuncias se convierten  en conductas éticas para el fanático.
         Pero Venezuela se ha dado cuenta de la farsa. El fracaso monumental en resultados y un futuro claramente peor piden a gritos un cambio. Basta ya de fanáticos y que vengan los demócratas.
Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto6716.-

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