La
Constitución fue la bandera preferida de Chávez. Prometió que una nueva todo lo
cambiaría. El país progresaría, la pobreza se extinguiría y Venezuela sería una
potencia.
El
país le creyó, votó positivamente la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente
y posteriormente, en diciembre de 1999, aprobó el articulado que el ya gobierno
le presentaba.
El
texto fue redactado como una panacea. Todo problema encontraba allí solución.
Derechos humanos, seguridad alimentaria, empleo, calidad de la educación,soberanía
nacional, pulcritud electoral y paz ciudadana serían esplendorosa realidad
cuando entrara en vigencia.
No
fue verdad ese cuento. La corrupción alcanza hoy todos los niveles de la
administración pública. Con lo que se construye una carretera podrían, en buena
lid, construirse tres. Con lo que se dota un hospital podrían dotarse y ponerse
en servicio cuatro. Lo de las comisiones es un obsceno espectáculo.
Las
mafias mandan. La de robo de vehículos, la del tráfico de drogas, la de
armamentos y municiones, la del cemento y la cabilla, la de los sicarios, la
del oro, la de los cupos de petróleo y de aluminio. No hay espacio para
enumerar muchas otras.
La
inseguridad es total. La vida no vale nada. No hay aceite, harina, carne, ni
leche. No hay medicinas, tampoco repuestos para automóviles. Acabaron con la
producción.
A
los trabajadores se les niegan los contratos colectivos y para ingresar como
profesional, empleado u obrero a un ministerio, gobernación o cualquier otra
dependencia pública, hay que militar a juro en el partido chavista. No era
verdad que todos los venezolanos tendrían iguales derechos, como lo establece
el artículo 21 de la Constitución.
Los
municipios y gobernaciones estarían a cargo de alcaldes y gobernadores electos
por el pueblo. Con eso también acabaron. El estado de excepción decretado para
varios municipios del estado Táchira y recientemente extendido a Zulia y Apure,
ha militarizado completamente esas regiones. Lo del gobierno civil quedó atrás.
Hoy
manda una secta militar a la que nadie eligió. Sigue en marcha una operación
para desmantelar el aparato productivo, se institucionalizó una política de
segregación que discrimina a los no chavistas y la impunidad es el mejor aliado
del hampa.
Todo
fue mentira, una gran estafa histórica.
Claudio
Fermin
claudioefm@gmail.com
@claudioefermin
@claudiocontigo
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