“Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates” SIMÓN BOLÍVAR
En un establecimiento comercial ubicado al lado de
un conocido supermercado en la ciudad de Maracay, y en el que me encontraba en
espera de que lo abrieran, escuché a un
hombre vociferando en alta voz, como para que todas aquellas personas que
hacían cola en procura de alimentos lo escucharan. Ataviado con franela y gorra
roja, hacía alarde de su militancia en el PSUV, y a todo gañote y haciendo
notar su trasnocho con el tufo que llegaba a distancia, tomó por el hombro a
otro sujeto que aguardaba en la cola y al que conocía, por la manera del trato
con el que le dijo en voz alta: “Tenemos que defender el marxismo bolivariano
que heredamos del Comandante Supremo y nuestro Libertador, Hugo Chávez”. La
gente para no caer en provocaciones, solo atinó a mirarse entre sí y en
silencio, probablemente para evitar una innecesaria confrontación con el
individuo.
Seguros estamos que en el alvéolo del tálamo de su
cerebro, ni siquiera figura la palabra marxismo, pues para sus adentros
probablemente se preguntará: ¿Con qué se come eso? Lo cierto es que el
individuo blandiendo un periódico de los que el régimen distribuye
gratuitamente en todo el país, repetía una y otra vez la misma frase,
evidenciando obviamente que además de su trasnocho etílico, buscaba
deliberadamente provocar a los presentes.
El sujeto de marras mencionaba el marxismo como si
se tratara de un objeto de su
obsecuente lenguaje, que no dudamos
escuchó en alguna de las peroratas de
Maduro que casi a diario y en cadena realiza a través de VTV, Tves y todos los
medios radiales de que dispone el
régimen, abusivamente. Desconoce sin lugar a dudas, que para el marxismo la
base de la organización social era la división de clases, concepto ciertamente
complejo que hasta el día de hoy genera conflictos en torno a su definición.
Para Marx y otros filósofos contemporáneos, como Engels, la sociedad
capitalista se dividía en clases según los medios de producción que se
poseyeran o la fuerza laboral.
Mucha gente se pregunta, ¿por qué se les ocurrió a los ideólogos venezolanos del socialismo del siglo XXI, denominarlo socialismo bolivariano y marxista, conciliando pensamientos antagónicos que se corresponden a épocas, realidades, circunstancias y visiones distintas, tales como el liberalismo de Bolívar y el comunismo de Carlos Marx, cuando no existe ni remotamente una identidad entre las ideas del prócer venezolano y el llamado socialismo del siglo XXI? Y por otra parte, ¿Qué afinidad se puede encontrar entre el liberalismo conservador del Libertador y el materialismo histórico del alemán?
Estaban acaso los trasnochados socialistas
bolivarianos y marxistas, en conocimiento sobre el criterio que de Bolívar
tenía Marx, quien en enero de 1858, a 28 años de la muerte del caraqueño,
publicó un artículo en el “The New American Cyclopedia”, en el que redactó una
sintética biografía llena de vacíos, errores e imprecisiones, acusándolo entre
otras cosas de “su tendencia al despotismo, su afición a los homenajes y
frecuentes negligencias en sus campañas militares”. Su opinión fue crítica y
peyorativa, pues refería en el citado artículo que “Bolívar era incapaz de todo
esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía
militar, en la que los asuntos más importantes quedaban en manos de favoritos,
que arruinaban las finanzas públicas y luego recurrían a medios odiosos para
reorganizarlas”
Pero el asunto no para allí, pues algunos días
después, el 14 de febrero de 1858, al comentar las observaciones y reparos
realizados por Charles Dana, coeditor de “The New American Cyclopedia” a su
artículo, en carta dirigida a Engels, Marx menciona a Bolívar, negándose a
compararlo con Napoleón Bonaparte, y lo califica como el “canalla más cobarde,
brutal y miserable”. Ni siquiera con el tiempo cambió sus criterios, pues entre
febrero y septiembre de 1860, en su “Herr Vogt” afirmó: “La fuerza creadora de
mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su
eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, el
de Simón Bolívar”.
De tal manera que el socialismo bolivariano y
marxista es simplemente un arroz con mango, o lo que en término coloquial
podríamos decir un bodrio, por cuanto se trata de una inaceptable mescolanza de
sistemas de pensamiento contradictorios e incompatibles, expuestos con simpleza
y mediocridad, que nadie entiende ni procesa y que demuestra al mismo tiempo la
inexistencia de una doctrina propia, estructurada y coherente, y que esa falta
de contenido se llena con gestos histriónicos; simbología popular (los ojos de
Chávez); figuras de personajes históricos emblemáticos (Che Guevara); cultos
necrófilos; clientelismo irresponsable y discurso populista, autoritario,
violento y desafiante, que auspicia la descalificación y el revanchismo
adornado con el insulto y el lenguaje procaz, que termina finalmente
sustituyendo a las ideas.
Según Aristóteles la demagogia origina “las
revoluciones en las democracias”. Y nada más cierto, pues los demagogos saben
hablar, hipnotizan a las masas, su verdad es la única y es la voz de Dios,
además de que detestan la libertad de expresión y de prensa y todo disidente o
crítico es enemigo, traidor, imperialista, burgués o escuálido. No se cansan de
acusar a los medios de comunicación para justificar su fracaso; todo gasto
público es inversión. Es su patrimonio privado que reparten a discreción, pero
cobran en obediencia y riqueza, pues como lo refiere Max Weber: “La entrega al
carisma, del caudillo no ocurre porque lo mande la costumbre o la ley, sino
porque la gente cree en él. A su persona y a sus cualidades se entrega el
séquito y el partido”.
Por eso es que la demagogia populista les hace incurrir
a los socialistas marxistas del régimen, en recurrentes contradicciones, como
por ejemplo hablar de su intenso amor por la paz y anunciar la compra de 8
aviones de guerra; predicar a los cuatro vientos su apego a la democracia
participativa e incluyente, y tener presos políticos como Leopoldo López,
Antonio Ledezma y casi un centenar de
estudiantes, muchos de ellos objeto de torturas denunciadas ante la CIDH;
pregonar a los cuatro vientos la absoluta libertad de expresión y de prensa y
exponer al escarnio a César Miguel Rondón, por el solo hecho de haber
entrevistado al Alcalde de Cúcuta, sobre el problema fronterizo
colombo-venezolano, y por último, su feroz ensañamiento contra los diarios EL
NACIONAL, Talcual y otros importantes medios impresos de provincia
Para los demagogos y populistas, las ideologías y el
odio son el sustento de sus políticas. Hablan constantemente en reuniones,
concentraciones, y todo cuanto sarao preparan para el tinglado simulado de
democracia, pero atizando pasiones sin limitaciones ni intermediarios, de
manera que alientan el odio de clases contra los ricos, a los que acusan de ser
“antipatriotas”, siempre con el encendido verbo ideológico seudo
revolucionario, que los identifica como providenciales, carismáticos, agradables
en la tribuna, pero infernales en el entorno privado.
Hitler, Mussolini, Perón y otros cuantos dictadores
concentraron el poder y rompieron la democracia, pues fueron unos tiranos,
dictadores y enemigos de la libertad, que con fantasías ideológicas sometieron
a su libre albedrío y voluntad, la vida y patrimonio de sus compatriotas. Lord
Acton (1834-1902) refiriéndose al poder total de que disponen los dictadores
dijo: El poder corrompe. Y el poder absoluto, corrompe absolutamente” y J.F.
Kennedy (1917-1963) expresó: “Aquellos que, cabalgando a lomo de tigre,
locamente buscan el poder, acabaron dentro de él”.
Carlos
E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro
fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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