sábado, 19 de septiembre de 2015

ADOLFO R. TAYLHARDAT, CON PREMEDITACIÓN Y ALEVOSÍA, CASO LEOPOLDO LOPEZ

Como un criminal cualquiera que planifica fríamente su crimen para luego ensañarse con la víctima indefensa. Así ha actuado el régimen en el caso de Leopoldo López. La sentencia estaba dictada antes de comenzar el juicio, que no fue sino una pantomima para someterlo a un procedimiento de tortura psicológica urdido fríamente en el cual se violaron todas las normas del debido proceso y se cometieron todas las arbitrariedades que se le antojaron a la señora Barreiros, a quien no llamo juez porque no merece ese título. Los jueces existen para aplicar la justicia imparcial y objetivamente. Esa señora es uno más de los títeres que maneja el régimen a su antojo.
Además, hablo del régimen porque esa atrocidad es obra no  solo del ilegítimo, sino de todo el gobierno en su conjunto. Son cómplices todos los poderes públicos que aplauden y se regocijan con la decisión mediante la cual Leopoldo López ha sido condenado a seguir soportando las execraciones y torturas que se les antojan a sus carceleros.
Los detalles de la detención, encarcelamiento y prisión de Leopoldo son suficientemente conocidos y no hace falta repasarlos aquí. Pero no puedo dejar de sumarme a las denuncias que tanto nacional como internacionalmente se han proferido contra el atropello a la justicia, a los más elementales derechos humanos y contra la perversa malignidad de una decisión que no merece ser llamada sentencia.
El régimen ha descargado sobre Leopoldo todo el odio, el resentimiento, la perversidad que personifica el elemento que ejerce la primera magistratura a quien no llamo presidente porque es un usurpador del poder y carece de toda legitimidad para ejercer esa función.
Como en el caso del comisario Iván Simonovis, el régimen en su villanía no ha tenido la más mínima consideración hacia la familia y sobre todo los niños, bebés, que han sido testigos de la ferocidad y la sevicia con que un gobernante desalmado se encarniza despiadadamente contra su padre.
La decisión de la señora Barreiros evidencia el miedo, el temor que siente el ilegítimo frente a un joven dirigente político que sin haber aspirado a ello tiene todas las condiciones para llegar a ser presidente. Leopoldo reúne todo lo que al ilegítimo le falta y todo lo que necesita un verdadero estadista.
Mi solidaridad con Leopoldo es absoluta. Mi admiración por su valor y su  integridad ante los vejámenes, suplicios, tormentos y martirios a que lo somete permanentemente este régimen impío es inmutable. Mi apoyo y mi identificación con sus ideales y con sus planteamientos en el ámbito político es total. Comparto plenamente su lucha por el cambio y por una salida definitiva y pacífica, de esta hecatombe en que se encuentra sumido nuestro noble y bello país.
El caso de Leopoldo López guarda mucha similitud con el de Aung San Suu Kyi, la dirigente política birmana que estuvo presa durante 15 años por oponerse al régimen del dictador criminal Ne Win. Ese caso desencadenó una intensa campaña internacional acompañada de fuertes presiones y sanciones contra el régimen de Ne Win que contribuyó no solo a la libertad de Aung San Suu Kyi sino también al derrocamiento del dictador.
Sabemos que al Ne Win venezolano “le ruedan” las críticas nacionales o internacionales y se burla de las decisiones que adoptan los órganos internacionales. Ha sido así porque ha contado con el apoyo servil, incondicional, de los títeres de la ALBA y con el temor de pequeños países caribeños que se amamantan de la ubre de leche negra. Pero esa situación pareciera comenzar a cambiar. El resultado de la votación sobre la solicitud colombiana de convocar una reunión de consulta de cancilleres, aunque fue rechazada, evidencia que el frente del chavo-madurismo se está debilitando.
En las condiciones actuales, luego de la grotesca decisión contra Leopoldo López, ha llegado el momento de que los gobiernos de América reaccionen con firmeza. La movilización de la opinión pública internacional debe continuar y debe intensificarse como ocurrió en el caso de Aung San Suu Kyi. Pero nuestra región dispone de un instrumento poderoso para hacerle frente a los atropellos y crímenes del ilegitimo.
La Carta Democrática Interamericana contiene todos los elementos y recursos necesarios para obligar a este régimen facineroso a someterse y respetar la legalidad internacional.
Basta ya de hipocresías, no es suficiente “acompañar”, “solidarizarse”, criticar de la boca para fuera lo que ocurre en Venezuela.
¡Señores presidentes y primeros ministros de América  actúen, activen de una vez por todas la Carta Democrática Interamericana, movilícense antes de que sea demasiado tarde!
En Venezuela puede ocurrir una desgracia de dimensiones incalculables y ustedes serán en gran medida culpables de ello por no haber actuado a tiempo. No le tengan miedo al “ogro” que ya no tiene poder para amedrentar y mucho menos para hacerles daño.
Adolfo Taylhardat
adolfotaylhardat@gmail.com
@taylhardat

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