Querida Claudia.
Hace un par de meses, antes de la elección, publiqué dos
notas tituladas; "Cartas al próximo gobernador o gobernadora", puesto
que, conociendo las prácticas gansteriles de la gavilla que todavía ostenta el
poder político del estado, era difícil predecir con cierta seguridad lo que se
convirtió en una hazaña por demás admirable; la forma en que galantemente
enfrentaste el reto para derrotar a los mercaderes, y expulsarlos de los
tabernáculos del poder.
En la primera nota describía la contextura del castillo
de los monstruos al cual ahora tienes que penetrar. Identificaba los problemas
financieros que ahora heredas desde endeudamientos impagables, hasta los
faltantes provocados al enfrentar ingresos contra egresos estatales. Comparaba
el estado con uProgramarna barca en medio de una rugiente tempestad y, como la barca de
Guaymas, sin vela y sin ancla a punto del naufragio.
En la segunda me abocaba al enfermo corazón de esta
humanidad estatal, la economía. La gente perdona casi todo cuando la economía
crece, prospera y ofrece amplias oportunidades. Bill Clinton ha sido un
presidente de EU que se vio involucrado en infinidad de problemas. Sin embargo,
cuando la oposición trató el procedimiento para su desaforo, se toparon con la
poderosa pared que construye una economía boyante y una sociedad que, al subir
a la balanza economía y pecados presidenciales, decidieron perdonarlo.
Pero nada de lo que señalo en esas dos notas se podrá
lograr si no se ataca con mano firme y decisión, el problema señalado la semana
pasada en una nota ya dirigida a ti. El establecimiento de un estado de derecho
que regrese la confianza de los sonorenses a las instituciones políticas. Un
estado de derecho promovido, provocado y vigilado por un sistema judicial
limpio, autónomo y profesional.
Alexis de Toqueville fue un alto funcionario del gobierno
de Francia que visitó los EU a principios del siglo 19. Hay que señalar este
hombre provenía de un país con una reciente revolución fracasada. Después de
recorrer extensamente la nueva nación, quedó verdaderamente impresionado de su
organización social, su dinamismo y su libertad que mezclaban el cemento que
daría las bases de la novel república. Fue tal la impresión de Toqueville, que
lo llevaría a publicar su famoso libro, "Democracia en América", en
el cual pronosticaba los EU, en menos de cien años, serían la nación más rica y
poderosa del mundo.
Entre los rasgos más importantes de la fisonomía del nuevo
país que provocaran la afirmación de Toqueville, era su novedoso sistema
judicial. Un sistema cuyas raíces se podían rastrear hasta los pensamientos de
John Locke y sus derechos naturales del hombre, que fueran el primer golpe
contra la justicia divina del Rey y la obediencia ciega de los súbditos.
Tomando como referencia la "Common Law" de los países nórdicos,
identificaba los peligros para la libertad ciudadana que representaba la
inflación legislativa (más leyes más corrupción) y la amenaza para la civilización
que surgía del intervencionismo legislativo del estado. Ello, obviamente, había
conducido a las colonias españolas en América a la corrupción.
Pero la apreciación más importante en las notas del
francés, era cómo el sistema judicial de EU, traducido en estado de derecho,
conducía a la sociedad hacia el viejo aspirado edén que fracasara en la
revolución francesa, la libertad e igualdad, pero igualdad ante la ley, no el
enfermo igualitarismo surgido en Europa y ya en el potaje de Marx.
La economía austriaca, mediante la Praxeología, define
esa tendencia tan humana para constantemente tratar de mejorar nuestras
condiciones materiales. ¿Cómo lograrlo? mediante el trabajo, el esfuerzo, el
sacrificio y a veces el sufrimiento. Pero cuando el ser humano descubre que
existe otro camino menos oneroso para lograrlo, surge la expoliación y el robo,
sin que puedan impedirlo la religión o la moral. En las colonias españolas los
ricos eran miembros de la iglesia, el ejército o de la burocracia virreinal,
porque era donde se hacían ricos sin trabajar.
La única fórmula para detener ese saqueo, es provocando
que el robo sea más oneroso que las actividades legales. Es lógico pensar que
la ley debiera tener como finalidad utilizar su fuerza para preservar la justicia.
Sin embargo, lo más frecuente es que la ley, "sin sanción", provoque
la fuerza termine en manos de quienes legislan. Eso es lo que causa la
pervención de la ley. De esa forma, en lugar de ser un freno contra la
injusticia, se convierte en el más poderoso instrumento de lo contrario, la
injusticia.
Hace casi 60 años se quejaba Gilberto Valenzuela:
“Todavía existen en México funcionarios públicos que sustentan la tesis de
aquel Coronel revolucionario que decía: De que me sirve ser Coronel si no he de
cometer ningún abuso; funcionarios públicos que consideran lícito aprovechar su
investidura para enriquecerse, enriquecer a sus amigos y aduladores; que
consideran lícito y plausible impedir que el pueblo manifieste libremente su
voluntad soberana; todavía existen en México autoridades que se niegan a cumplir
con su misión trascendental de mantener el orden social en armonía con la
libertad individual, castigando serena, pero legalmente los delitos que se
cometan, ya sea por estudiantes, agitadores, millonarios o mendigos.”
Pero seguimos lidiando con los mismos actores por una
sola razón, la impunidad.
Gary Becker-premio Nobel de economía-escribió su ensayo,
“La economía del crimen y el castigo”, afirmando que: “el monto de la
criminalidad está determinado no solo por las preferencias de los criminales,
pero también por el entorno económico y social creado por las políticas
públicas. Becker concluyó que, en la medida que se elevara la probabilidad de
ser capturados y los castigos fuera realmente severos, criminales responderían
buscando dedicarse a otras actividades y se abatiría el crimen.
Las esperanzas de crear mejores sociedades se basan en
acciones libres y voluntarias dentro de los límites del derecho; la ley y su
fuerza sólo deben ser usadas para la administración de la justicia universal.
Dios nos ha dado lo necesario para lograr nuestros
destinos; formas humanas y sociales. Estos órganos se constituyen para que se
desarrollan harmoniosamente en la libertad. Lejos de “los organizadores.” Lejos
de sus pinzas, tenazas y cadenas. Lejos de los caprichos de los administradores
del gobierno, de su ingeniería social, tarifas, las escuelas del Estado, de sus
regulaciones, su igualitarismo a través de mercenarios impuestos y de sus
piadosas moralizaciones.
Claudia, los sonorenses piden castigo para aquellos que
saquearon al estado. Si la impunidad persiste, la flor continuará marchitándose
junto con el futuro de Sonora.
Ricardo Valenzuela
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@elchero
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