Nunca he sido
partidario de poner fecha fija a soluciones que escapan a nuestro control
directo. Mucho menos cuando dependen de realidades sociales y políticas que necesitan
de la intervención de variados factores, algunos contradictorios y hasta
enfrentados de manera abierta o encubierta. Pero lo que sí tengo claro es que
el tiempo para esperar rectificaciones de fondo, propósito de enmienda y
respeto al ordenamiento constitucional del país, está definitivamente agotado.
La lucha, entonces, hay que centrarla hacia el cambio irreversible del régimen
actual. Esto no puede ni debe continuar. La sustitución del gobierno, incluido
el Presidente, es condición indispensable para lograrlo.
Todas las vías
constitucionales son válidas. Hay que accionarlas simultáneamente. Lo
electoral, las elecciones parlamentarias por ejemplo, es una de ellas, pero no
la única ni la más importante.
En este momento
confieso una enorme tristeza y decepción por lo que sucede en el Partido
Socialcristiano COPEI, en la MUD con relación a María Corina, a algunas
postulaciones que responden más a intereses personales o grupales que a los de
las comunidades a representar, tanto del oficialismo como de la oposición. Lo
que mantiene viva mi fe y la combatividad es constatar el creciente rechazo al
régimen, a la funesta dupla Maduro-Cabello y el anhelo de cambio de una nación
harta de la actual miseria. Una vez más se está confirmando aquello de que el pueblo
es superior a sus dirigentes. A pesar de todo, la gente votará masivamente
contra el régimen.
Cuesta ser
prudente para no hacerle el juego al gobierno. Es un sacrificio que asumimos
con miras a las parlamentarias. Pero no es fácil. Empiezo a sentirme como un
predicador solitario, sin espacio en la politiquería de este tiempo, en la que
no participaría de ninguna manera. Igual que algunos otros en el pasado, me
refugio en la escritura ocasional y en la relectura, con el riesgo de
convertirme en un ermitaño, incómodo para propios y extraños sin renunciar
jamás a lo que soy y a lo que he sido. No basta. Lo más importante de todo no
es la fidelidad al pasado, sino tener claridad ante el futuro, a metas no
conquistadas aún por el país. La nación lo merece.
Aunque seamos
incómodos para muchos protagonistas de la política de hoy, seguiremos
predicando y actuando con la frente en alto, sin odios ni rencores, sin
apartarnos del objetivo que Venezuela y el mundo esperan.
Oswaldo Alvarez Paz
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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