“Las cadenas del cuerpo son a menudo las alas del espíritu”. Nelson Mandela
Todos los mecanismos
de medición sobre la intención de ir a votar y de votar por la Unidad
Democrática arrojan una elocuente ventaja en favor de quienes nos ubicamos como
alternativa frente al desastre económico del gobierno y su claro tinte opresor
y negador de libertades.
Dos cosas muy
importantes hay que tomar en consideración:
La primera es la capacidad inescrupulosa y descarada de un régimen que no
repara en consideraciones éticas y morales para mantenerse en el poder. Es una
conducta política consustancial con el clima de mediocridad donde nadie piensa
porque todos se lucran y nadie sueña porque todos tragan, como diría José
Ingenieros. Es una especie de aclimatación al ridículo donde “la improbidad se
pavonea y ostenta en vez de ser vergonzante y pudorosa”. Hay que prepararse
para todos los escenarios posibles, desde los más negros hasta los más azules,
porque en los próximos procesos electorales –las parlamentarias este año, y el
revocatorio el próximo- se podría poner fin a esta locura.
La otra consideración
importante es la necesidad histórica de mantener la unidad sincera de las
fuerzas de oposición que tienen formación y convicción democrática; es
necesario pensar en el presente y futuro de la nación. El régimen ha logrado
que la desesperanza cunda y que el dolor de la ausencia se recrudezca. Nuestro
bono demográfico se deteriora porque miles de jóvenes formados y talentosos se
nos van buscando horizontes más claros.
De los que nos quedamos, un grueso sector el 41% no está de acuerdo con este gobierno depredador, pero se siente decepcionado con la dirigencia política actual. Exigen a quienes pretenden liderizar, asumir posiciones que permitan generar credibilidad que es la base de la confianza.
La abierta ventaja que tenemos
como alternativa democrática no es garantía suficiente. Es necesario
organizarse y sacrificar posiciones personales y grupales para evitar las
bajezas y artimañas del gobierno.
Es ineludible superar los egos y ambiciones
de unos cuantos dirigentes. Es imperativo romper las cadenas del oprobio y de
la indignidad y desplegar las alas del espíritu que nos eleva por encima de los
obstáculos y dificultades, como lo expresa Nelson Mandela: “El honor le
corresponde a quienes nunca abandonan la verdad, ni siquiera cuando la
situación se pone fea y se complica, a quienes lo intentan una y otra vez, a
quienes no se dejan desanimar por los agravios, la humillación e incluso la
derrota”.
Neuro Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
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