jueves, 13 de agosto de 2015

NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ , LA MALA HIERBA

Creció y se extendió por todo el territorio nacional, hasta ser capaz de estropear lo construido con esfuerzo, por no arrancarla a tiempo estropeó los cultivos, la semilla sembrada en años de democracia y hasta las flores del jardín. 

La mayoría ingenuamente dudaba de su capacidad para proliferar en condiciones adversas, creían en la solidez de nuestras instituciones, en la madurez democrática del pueblo venezolano, en la sensatez de nuestras fuerzas armadas.

Por eso nos descuidamos, por eso creció en el lugar donde no queríamos y se apoderó de la pradera, donde pastaban los becerritos y el caballo viejo del tío Simón.
La naturaleza exuberante, los paisajes… los llanos, montañas y lagos se fueron contaminando, hasta quedar inaccesibles al ciudadano común. Seguían allí, pero no fue posible recorrerlos de nuevo, demasiado peligroso, la mala hierba convirtió el mundo exterior en algo hostil, donde los ciudadanos terminaron igual que presos, confinados a casa por cárcel.
Nació verde, camuflada con uniforme militar, pasaba desapercibida entre la buena simiente, pero cuando hizo raíz cambió rápido de color, volviéndose roja, como la sangre derramada por los libertadores o por los estudiantes. En realidad era roja por color en que están manchadas las manos de los hermanos Castro.
La mala hierba nunca muere dice el dicho popular, lo cierto es que posee una alta capacidad de dispersión y es difícil de erradicar. Apenas se instala comienza a disminuir el rendimiento de los cultivos, baja la producción, se produce la escasez de alimentos y se instalan las colas y el hambre.
En Venezuela la mala hierba se apoyó en especies invasoras, a algunos ciudadanos les parecieron exóticas, pero alteraron el ecosistema natural. Con un acento de colorido diferente, originario del Caribe, terminaron por alterar valores, principios, controlaron instituciones, tribunales, registros, organismos de identificación y comunicación, hasta lograron desplazar la flora y nata de los que habían jurado defender la Constitución y la Patria.
De lejanas tierras llegaron otras especies, del Medio y Lejano Oriente, de la Rusia eterna, su savia eran los dólares, las compras de armas, el uranio o parcelas de territorio donde prosperar sus cultivos. Justo de al lado llegaron otras, no nacían aquí, pero transitaban para acceder a los mercados internacionales, donde fumarlas, inyectárselas o aspirarlas resultaba un negocio que corrompió las bases nacionales y terminó salpicando a toda la estructura castrense.
Las plantas invasoras, contaron con la cooperación de las parasitas, las que se han dedicado a vivir de las otras, esas especies abonadas por divisas, renta petrolera, comisiones, tráfico y reservas, un estiércol en su mayoría extinguido hoy en día, menos el llamado tráfico, que ha prosperado tanto que hasta es reseñado en la prensa norteamericana. Evidentemente los del norte, preocupados por lo suyo, desean proteger su simiente, las generaciones futuras.
La mala hierba contó con quien la cultivara, politiqueros, golpistas, resentidos, comunistas recalcitrantes, enchufados y bolichicos, como cualquier persona mal estructurada, o por intereses inconfesables, se prestaron con permisividad y falta de buen juicio, permitieron su propagación, decidieron aprovechar lo que podían conseguir de hongos y malas hierbas.
Es bueno recordar que un país con problemas y con gente que sufre de privaciones, era terreno fértil para que ingenuos y olvidados, fueran engañados con una supuestas cosecha, que solo existía como producto de una campaña publicitaria.
Los problemas sociales y las necesidades regaban el sentir de los sectores marginados, terminaron propiciando las condiciones agro-ecológica-sociales que permitieron el desarrollo de los focos de infección que dieron origen a la situación de riesgo existencial que sufrimos.
La apología del delito, la demagogia, el populismo, el autoritarismo, el abuso de poder floreció en tierras que antes albergaron, café, maíz, ganado, arroz y también pozos de petróleo e industrias siderúrgicas.
En un pasado no muy lejano tambien fueron tierras donde existía la caballerosidad, donde se podía pasear, salir de fiesta, tomar cerveza, agarrar el carro e irse a la playa o a la Gran Sabana, sin que una bala “colectiva”, segara la vida destinada a crecer en familia.
Necesitaremos aplomo y entereza para segar la mala hierba, la que se extendió como una plaga, en su pasto se reprodujeron bichos, virus y bacterias, enfermando organismos, causando daño a las personas, a la sociedad y produciendo alteraciones a la economía nacional. Cual las siete plagas de Egipto, arrasaron con el territorio, la libertad, la educación y el progreso.
Lo que aquí sucede es la obra de la mala hierba en “conchupancia” con la “plaga humana”, con su impacto medioambiental dentro de la población que nació y vive en esta tierra. Se consideran plagas, por los daños causados traducidos en pérdidas en la cosecha o en la vida útil del lugar donde se hospedan.
Estos animales, plantas y microorganismos dañinos destruyeron nuestra producción, tanto de los productos frescos y almacenados, como de la gente y la generacion de relevo. Llegó la hora de combatirlas hasta erradicarlas, necesitamos desyerbar, fumigar, arrancar, para después dejar descansar esta tierra, para después utilizar fertilizantes manejados de manera inteligente.
En todo caso es preciso contar con soluciones innovadoras, resultado de la evolución de la ciencia, la tecnología y las nuevas realidades. Para ello es necesario estar preparado, la improvisación, la inexperiencia, la desidia y el irrespeto de los ciclos naturales de la tierra, jamás han sido garantía de producción.
Esos entes que pululan en las esferas del poder parecen personas, pero se pueden agrupar en animales superiores (insectos, ácaros, aves, roedores, colectivos, círculos bolivarianos, chavistas, larvas, moscas y gusanos); Microorganismos (virus, micro plasmas, bacterias, hongos y socialismo del siglo XXI); plantas superiores (malezas, enchufados y bolichicos) y enfermedades (microorganismos patógenos, narcos, terroristas, extremistas y castristas).
Conocemos el peligro de la presencia de la plaga, del daño causado por esos entes bióticos que producen daños económicos, físicos y psíquicos, y que actúan contra los intereses de las personas.
La situación actual es grave, el “rancho está ardiendo” porque el territorio arde también, el verano y las plagas despiertan indignación, pasaron y arrasaron con todo.
El chavismo intento venderse como un frondoso árbol, un nuevo Samán de Güere bajo el cual cobijarse, terminó siendo una pócima de hierbas venenosas. Que aunque la vistan de seda, le coloquen títulos de eterno, falsifiquen su firma para legitimar situaciones anticonstitucionales, le construyan un altar para la magia negra e invoquen santeros y “babalaos”, nunca fue ningún gigante, tan solo una rama seca de una planta que murió, porque se separó de su raíz.
Necesitamos desesperadamente establecer una cuarentena que permita limpiar el territorio, así como al “científico sanitario” que se convierta en el líder de la descontaminación, una especie de Atila democrático que detenga bajo su planta el crecimiento de la mala hierba, tal como pretendía el rey de los hunos, allá por el año 400 d.c.
Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
@nelcasher

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