Uno
de los miedos más comunes que nos quieren infundir aquellos quienes se oponen a
la tesis de la descentralización del poder político, es que se resucitara el
caudillismo regional cuya muerte aseguro la "paz de los cementerios"
de la República de Juan Vicente Gómez.
En
efecto, Venezuela era un caos a principios del siglo XX. Los caudillismos habían hecho su trabajo de
mantener la Republica separada y desconectada, en manos de los herederos de la
Guerra Federal del siglo XIX.
Cada
provincia era una suerte de territorio feudal, propiedad de personajes cuyo
generalato no provenía de ninguna academia militar sino que se había peleado y
reclamado desde la Guerra de Independencia.
La prioridad de Juan Vicente de Gómez al acceder el poder fue acabar con cada uno de ellos y centralizar el poder en un solo lugar, sus propias manos, convirtiendo a Venezuela en un único feudo bajo su control, más manejable, creando en el camino las instituciones de alcance nacional necesarias para controlar el territorio, utilizando gobiernos locales impuestos desde el centro del poder. Nacieron desde allí unas Fuerzas Armadas Nacionales, un sistema de hacienda pública, y en general todas aquellas instituciones que identifican ahora un Estado moderno.
Llegado
el dinero del petróleo, se consolido ese modelo de control político del país
desde un centro, con las ventajas y desventajas que eso conlleva, al punto que
todavía existen defensores de ese modelo que funciona en tanto y en cuanto
existan los recursos para mantenerlo.
Todavía
existen personas que recuerdan esa época de la barbarie gomecista. Y aquellos
que no la conozcan, basta que se lean la obra de Rómulo Gallegos y Arturo Uslar
Pietri. Es por eso que se preguntan ¿Volver a eso? ¿Una constituyente para
entregarles el poder a 24 caudillos regionales para que de nuevo hagan sus
feudos, sin ningún control? ¿Entrar en una escalada separatista? ¿Retrotraernos
al siglo XIX y principios del XX?
Veamos
con calma como se come eso. Aunque el detalle lo pueden encontrar en el texto
del Proyecto País Venezuela
(http://proyectopaisviaconstituyente.blogspot.com/), intentare en este corto
espacio, no de convencer a quienes no quieren ser convencidos, sino a ilustrar
a quienes entran por primera vez en esta discusión, de nuestra visión acerca de
la necesidad-más actual que nunca-, de un cambio del modelo político,
precisamente porque este, que medianamente nos funciono hasta ahora, no servirá
para enfrentar los retos y vencer las complejidades futuras requeridas para
conseguir bienestar en un mundo cada vez mas dinámico.
El
modelo centralizado de distribución de riqueza basado en que unas pocas -o
únicas- manos decidan qué hacer con los ingresos de los venezolanos, se
encuentra desde hace bastante tiempo en vías de agotamiento, y se acelera en la
medida en que disminuyen cada vez más los ingresos del país.
Si
vemos el modelo centralizado de administración como una pirámide en cuya punta
se encuentran aquellos que controlan el ingreso y en la base aquellos que
esperan de la repartición, cuando hay mucho en el tope de la pirámide, algo
siempre le “chorreará” a la base por muy mal que se administre.
Aunque
este sea un modelo que de algún modo reparte pero de una manera ineficiente, su
sostenibilidad en el tiempo se basa en que siempre haya algo para repartir. Y
cuando los ingresos que se reparten no tienen como base el trabajo productivo
de la población, como ocurre en el caso venezolano, la situación se hace más
comprometida, al quedar las entradas del país al arbitrio de los precios de un
bien-el único- cuyo valor de cambio en el mercado internacional no controlamos.
Es hora de revisar un modelo político cuya fundamentación distorsiona el
alcance de lo económico.
Obviamente
si llega menos a la punta de la pirámide, quienes se encuentren más abajo en la
base sufrirán más. Sin importar quien administre el modelo-el gobierno-, o qué
ideología maneje (hemos comprobado que los comunistas son los peores), si llega
menos habrá menos para todos. Y si a eso le añadimos la corrupción de los administradores,
entonces el modelo se hace inviable por la voraz depredación, y a nadie, salvo
a los administradores, le llegara nada. Ya estamos viviendo eso.
Esta
es la situación en la que nos encontramos ahora. Una pirámide-un modelo de
administración- que no funciona. Aunque sigamos teniendo los ingresos que el
petróleo todavía nos garantiza, poco a poco el petróleo dejará de ser el
paradigma sobre el cual sostenerse. El mundo encontrará cada vez más la manera
de sustituirlo como alguna vez sustituyo la lana con material sintético.
Posiblemente eso no ocurra inmediatamente pero nos dará el tiempo suficiente
para desarrollar una alternativa económica pero eso no será posible con un
modelo político que se fundamenta en un reparto de lo que no se produce.
Nuestra
propuesta no es cambiar de manos la administración del actual modelo, que es la
propuesta política de prácticamente todos los partidos opositores, cuya
principal promesa es que su opción hará
mejor el reparto (entre otras cosas porque habrá poco que repartir luego de
esta debacle), sino cambiar el modelo, llevando esa pirámide de una sola punta
a un polígono de 24 puntas, con un pacto claro entre ellos de funcionamiento
federal.
Los
partidos que han propuesto una Constituyente para lo que ellos llaman “un
cambio de modelo” no están hablando de este alcance. Desean, como todos
nosotros, el cambio de la ideología del gobierno pero no del cambio de la
pirámide de distribución. Ellos y nosotros estamos hablando de dos cosas
completamente diferentes. Queremos una Constituyente para discutir un nuevo
modelo de desarrollo político y económico en los términos del Proyecto País
Venezuela.
Llevar de 1 a 24 los centros de poder político tendrá consecuencias inmediatas. Cada Estado manejara sus propios recursos y se regirá por su propia Constitución que devendrá de una Constituyente Regional, donde cada Estado decidirá su propio modelo de desarrollo, cuantos municipios deben atender, así como sus instituciones de control. Los recursos generados por su actividad económica se quedaran donde se produzcan. Decidirán sobre su educación, su sistema de salud, su sistema de justicia y seguridad, su economía.
No
estamos hablando de fundar 24 repúblicas nuevas, sino de restablecer la
autonomía regional que nunca se hizo efectiva desde la fundación de la
Republica, ahora utilizando las ventajas que proveen las comunicaciones, el
transporte y demás medios que no existían en los siglos XVIII, XIX y la casi
totalidad del XX, y que todavía hay que fortalecer y desarrollar. En manos del
Estado Federal quedaran las Fuerzas Armadas, el control de la moneda, con un
Banco Central verdaderamente fuerte e independiente, la industria petrolera (o
lo que quede de ella), y un Congreso con un sistema parlamentario que contaría
con una autentica representación del pueblo y los Estados para el debido
control del Presidente de la Republica y las instituciones de alcance federal.
Al elegirse los Senadores y Diputados en sus propias regiones en un sistema organizado de esta manera, ellos vendrían al parlamento en Caracas a luchar por los intereses de sus regiones, no a “conchuparse” y agavillarse con sus partidos en detrimento de sus mandantes ya que tendrían que rendir cuenta de sus acciones en sus propios Estados.
El
ingreso mínimo del Estado Federal se establecerá al inicio de la construcción
del nuevo modelo, formando parte de la nueva Constitución discutida en una
Asamblea Nacional Constituyente. Pero serán los parlamentarios quienes decidan
en un Congreso Federal el presupuesto federal. No seria, ni el partido del
gobierno, ni el Presidente de la Republica sino las genuinas representaciones
de los Estados, con una sanción final del Senado, máxima representación federal
en el parlamento.
Entonces
cada Gobernador y el resto de los cargos de representación popular serian
controlados por su propio parlamento regional y sus instituciones. Sería un
simplismo decir que este sería un caudillo inamovible como los que tuvo que
liquidar Juan Vicente Gómez. Además sería sumamente difícil que estos dispongan
de los recursos a su antojo como ahora prevalece en el actual modelo piramidal
simplón, agotado y atrasado. Y menos aun que los 24 se compongan para
entregarlos a otros países o robarse lo que es de todos los venezolanos de un solo
viaje, como lo han hecho quienes hasta ahora han administrado la pirámide. Lo
cerca que estarían de cada región no se los permitiría. Ha sido sumamente fácil
ponerle la mano al dinero del país cuando este se encuentra bajo un solo
control. Es por eso que nadie quiere cambiar el modelo. Es demasiado apetecible
hacerse rico y hacer rico a los allegados solo por acceder al poder y más aun
cuando se hace en condiciones absolutas.
Cada
región entonces tendría la responsabilidad de aportar al común a través de un
pacto federal, y de producir de acuerdo a sus potencialidades. No serian
expectantes de una renta sino aportantes al común de un país. Cada Estado se
desarrollaría y competiría con los demás por el mejor recurso humano. Se
desarrollarían nuevas universidades y centros de conocimiento y se mejorarían
los que existen para hacer de cada región un emporio de riqueza y calidad de
vida. Venezuela seria como un todo, mejor que cada una de sus partes.
Es
indudable que afinar un modelo como el propuesto tardara su tiempo y requerirá
de ajustes en el proceso para encontrar el entonamiento que corresponda a
nuestra idiosincrasia, pero definitivamente estamos convencidos de que hay que
intentarlo. Venezuela tiene el material necesario para hacerlo.
De esta discusión debe quedar claro que el problema no es de administración sino del modelo que sustenta esa administración, y que deberemos enfrentar un cambio de mayor envergadura para salir de esta crisis y cauterizar lo podrido del sistema que tenemos. No existe en el mundo un modelo perfecto pero el que tenemos actualmente lo tienen los países más atrasados del planeta. Ya es hora de dar ese paso trascendental. Los venezolanos de ahora y de las próximas generaciones lo están esperando.
Luis
Manuel Aguana
luismanuel.aguana@gmail.com
@laguana
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