sábado, 8 de agosto de 2015

LEONARDO MORALES P., PLOMO AL HAMBRE

La crisis económica del país ha llegado a todos los  rincones de la geografía nacional. No existe un poblado de Venezuela donde los ciudadanos no estén haciendo colas para lograr acceder a los alimentos o medicinas. No cabe duda que las colas han pasado a convertirse en un fenómeno que aturde a la sociedad venezolana.

La vida de la ciudadanía transcurre entre colas en las que se van gestando sentimientos, ideas y opiniones que en algún momento  tendrán una  manera de expresarse, y que estarán conducidas por las expectativas de quienes desde muy temprano se plantan frente a farmacias y demás lugares en los que se expenden artículos básicos para la subsistencia.
La nueva vida que el Socialismo del Siglo XXI ha diseñado para los venezolanos arranca cuando aún no ha salido el sol. Cuando ni siquiera los comercios están por abrir sus puertas largas colas esperan la orden de entrada. De allí en adelante nuevas dudas afloran: estarán los artículos necesitados, habrán aumentado de precio, cuántos se podrán adquirir…
El Plan de Soberanía Alimentaria se convirtió en un discurso que no consigue un correlato con la realidad. Anaqueles vacíos, niños a los que no se le conseguirán pañales y mucho menos la alimentación apropiada son el panorama agobiante de la sociedad cada vez más inquieta. Todos estos acontecimientos van colmado la paciencia y el sentido de solidaria convivencia. Cada quien se apresta a lograr lo suyo para los suyos.
El gobierno anuncia que pronto llenarán los anaqueles. Lo tiene que importar porque en estos 15 años destruyeron el aparato productivo y van por más. Se endeuda porque no tiene liquidez. Parecieran llamar a sus amigos allende las fronteras: te sobran caraotas, azúcar, café, leche, papel tualé. Bien, embárcalo y mándalo que después te pagó. Supone uno que éstos se preguntarán: ¿pagarán con las chapitas de Coca-Cola que no usarán por falta de producción?
La eficacia del gobierno está como los anaqueles y su legitimidad en igual proporción. Los venezolanos se sienten atropellados y obligados a vivir una vida que no tienen razones de valorar. La paciencia y la tolerancia a tanta injustica gubernamental comienza a dar signos de peligroso agotamiento.
Nadie apuesta a una explosión social  y mucho menos pueda acusarse a alguien de dirigirlas. Estos procesos ocurren sin liderazgos, se detonan y los individuos  se  ven inmersos en un estado del cual emergen unos sentimientos que de otra manera no aflorarían. Al suavizarse la intensidad de la protesta se ven las dramáticas consecuencias.
El gobierno no tiene como aliviar la desesperanza colectiva, no dispone de una narrativa que aliente confianza en el futuro, por el contrario, solo dispone del “monopolio de la  violencia legítima”, esto es, plomo al hambre.
¿Quiénes los acompañarán en tan penosa empresa?
Leonardo Morales P
@leomoralesP

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