Un régimen
democrático y pluralista en Venezuela está obligado a diseñar e implementar un estrategia de un PLAN
DE DESARROLLO SUSTENTABLE, cuya base sustantiva sea la reversión o
conversión de la actual problemática ambiental que afecta gravemente su ámbito geográfico en todas sus dimensiones
terrestre, acuática y atmosférica,
como lo han venido señalado las más
importantes organizaciones ambientales, sin
ningún sesgo político, por ser una realidad latente, con la cual no se
podría emprender la planificación de desarrollo que asegure, en gran medida, sus
posibilidades de éxito,
La RED ARA, una asociación de 20
organizaciones ambientalistas no gubernamentales en sus informes anuales, en este caso de 2011, coincide en gran parte con
El Informe de Impacto Ambiental de Venezuela de EVERDE, de junio del
mismo año, al destacar los problemas ambientales que se han venido consolidando hasta el
presente por los efectos de un cúmulo de factores degradantes, generando una severa
vulnerabilidad en diversos órdenes del medio ambiente y de su población.
Es inobjetable el grave deterioro que está sufriendo nuestro
país en materia de contaminación ambiental la cual podríamos calificar en un
barómetro de bajas intensidades hasta lograr
niveles altos, según se refieran
a diferentes aspectos de una problemática que afecta los suelos, y subsuelos,
el aire y la atmósfera, la flora y la fauna, los cursos fluviales, el espacio
marítimo y lacustre, los espacios
urbanos y rurales, parques nacionales y
abras, etc., en que la acción de la población, el modelo de
explotación nacional de hidrocarburos y
la gestión gubernamental del medio ambiente, y por
efecto del calentamiento global del planeta, producido por las grandes potencias industriales,
comprometen la habitabilidad y la calidad de vida de la generaciones actuales y futuras.
Si bien es cierto
que nuestro país ha aprobado una
legislación casi total para la protección de nuestro ámbito geográfico y apenas
disponemos de una densidad de poblacional
de 30,1 hab/km2 ( octubre de 2011), con
un conglomerado aproximado a 30
millones de habitantes, nos hemos involucrado en una desatención e indiferencia
en la protección ambiental, habiendo derrochado sumas multimillonarias
provenientes por casi un siglo de
explotación de la industria de hidrocarburos que han podido utilizarse para
solventar cabalmente los pasivos
ambientales generados por ella y por otros maltratos injustificados a nuestro medio ambiente.
La crisis financiera
y operacional por la que atraviesa actualmente la PDVSA, nacionalizada hace 40
años, no justifica por ningún motivo que
nuestra actividad petrolera haya
descuido sus protocolos de protección ambiental y humana, convirtiéndose en el
principal factor contaminante de nuestro hábitat, al devenir, de un benefactor a un malhechor por los cuantiosos
y graves daños que está ocasionando al
país, sus habitantes y a su entorno vegetal, animal y atmosférico, junto a otros aspectos como la apatía gubernamental en todos los niveles y
la indiferencia casi total de nuestra población por la conservación y protección ambiental. Aquí todos somos
culpables habiéndose exacerbado el descuido de nuestra estatal petrolera nada
comparable a la actitud conservacionista
de las concesionarias extranjeras.
En toda nuestra
geografía desde el occidente, de La Guajira y la cuenca del Lago de Maracaibo,
al oriente, por el Golfo de Paria y las
cercanías al territorio Esequibo, en reclamación ya perdida; desde el norte de
nuestras costas caribeñas, incluyendo nuestras islas, hasta el sur, por los territorios guayaneses
de los estados Bolivar y Amazonas, gigantesca fuente de un riqueza hídrica,
minerales, metales preciosos, ingentes y
singulares recursos de avifauna, de
paisajes idílicos y reservas
madereras; y en corazón mismo de nuestra
región central llanera, hasta las cumbres de nuestra cordillera
andina, la contaminación de nuestro
hábitat rural y urbano, se nos
manifiesta con índices preocupantes de
contaminación de degradación y preocupación, que de no revertirse, corremos el
riesgo de, aparte de nuestra flora y fauna, de poner en peligro dos elementos
naturales esenciales como son LOS SUELOS Y LAS AGUAS; los primeros que nos aseguraría una
producción de alimentos cuya
carencia actual es notoria y que debemos importar en más de un 60%, y los SEGUNDOS, representan la vida humana, animal y vegetal, cuyos
grandes reservorios como el de la cuenca hidrográfica del Lago de Maracaibo con
una extensión de 74.000 km2; la del Lago
endorreico de Valencia de apenas 3.000
km2 de extensión pero con una altísima concentración urbana, industrial,
comercial y agropecuaria; la del Gran
Orinoco, de 770.00 km2; la de del la
región deltana del Amacuro, desagüe impetuoso orinoquense de grandes caños.
Las cuencas agrícolas del Chama,
Motatan, y Albarregas y la depresión del Táchira, así como las aguas
subterráneas, reservorio de las futuras
generaciones, necesarias para satisfacer nuestras necesidades domésticas,
comerciales e industriales y para la provisión de nuestra alimentación
agrícola, piscícola, ganadera, avícola y
porcina, están en peligro.
Otras cuencas
sumamente importantes de nuestra geografía corren más riesgo del conocido por
estar expuestas a la rapiña ( oro, diamante, coltán , maderas, etc.) de parte
de aventureros nacionales y extranjeras o de un funcionariado abusador y corrupto, ante el descuido y (o) connivencia de nuestras autoridades ambientales y de
vigilancia, tales como la hoya del
Cuyuní, parte del Esequibo, del Rio Negro, algunas de las áreas protegidas de
nuestro Amazonía, en el mismísimo cerro
Delgado Chalbaud, lugar de nacimiento del Orinoco, y de tantas otras
expuestas al genocidio ecológico.
En la fachada de
territorios y costas caribeñas de
nuestro frente nórdico otras tantas están confrontando graves perturbaciones
sistemáticas anti-ambientalistas como El Complejo Refinador de Paraguaná, en
Falcón en donde proliferan los
accidentes y emisiones contaminantes; en nuestra costa literal central
contaminada de aguas cloacales y
desperdicios de todo tipo; la desembocadura del rio Tuy en las costas
barloventeñas, un emporio de desechos perjudiciales; la Isla Gran
Roque bajo el peligro del turismo anti-ecológico, algunas playas de La Isla de Margarita y el complejo refinador
de Puerto la Cruz en la ensenada de
Pozuelo , y gran parte del Golfo de Paria afectado desde 21012 por el
derrame en el rio Guarapiche. A vuelo de pájaro...
El recurso agua y
el petróleo dos elementos distintos pero indispensables para nuestro
desarrollo por ser estratégicos de primer orden, los debemos
conservar y proteger sin que los hidrocarburos en vez de beneficiarnos, nos empobrezcan nuestros bosques, sabanas,
aguas superficiales y subterráneas que son vitales como
líquido potabilizado y para producir sanitariamente nuestros
alimentos tan necesitados con urgencia por el notable déficit
actual de este renglón y para nuestra propia salud.
Pues evidentemente el petróleo no seguirá dando grandes ingresos pero, junto con otros elementos altamente contaminantes, nos puede ocasionar mucha desgracia y desventura.
La meta a trazarnos sería SEMBRAR REALMENTE EL PETRÓLEO lo que se puede lograr con la aplicación y alerta del Sistema de Gestión Ambiental, -SGA- que en la última década se ha venido a menos con un elevado índice de siniestralidad sin haber responsables con los derrames petroleros, explosiones de la industria, falta de control de sus emisiones a la atmósfera en tierra y mar, para que los hidrocarburos, aparte de su caudal financiero, pueda utilizarse como una alternativa distinta a como lo hemos hecho hasta ahora. En suma lo concebimos el agua y el petróleo como ESQUEMA DE UN DESARROLLO SUSTENTABLE Y DEMOCRÁTICO
Jesús Rafael González Briceño
jesusrafael768@gmail.com
@jesusgonzalezbr
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