Desde tiempos remotos los tiranos han
experimentado morboso placer al infligir penas infamantes a quienes los han
expuesto a la vindicta pública, denunciando sus fechorías administrativas y la
violación de los derechos humanos, tales como el encarcelamiento sin juicio
previo ni límite de tiempo, el obligar al preso a vestir con los uniformes que
por reglamento son asignados a delincuentes y sacarlos del recinto carcelario
para barrer las calles de la ciudad u otro tipo de trabajo forzado y por último
el canje de CASA POR CARCEL, que no es libertad sino una fórmula cargada de abyecto
cinismo.
En la primera mitad del Siglo XX fue asunto
de todos los días ver a los esbirros de las dictaduras perseguir, en nombre de
su “revolución” o “nacionalismo”, a los disidentes (profesionales, estudiantes,
intelectuales, trabajadores del campo y la ciudad incluidas las amas de casa)
atraparlos y montar un espectáculo circense, despojándolos de las ropas y forzándolos a ingerir aceite
ricino y luego obligarlos a saltar hasta que defecaran frente a un público que
presenciaba la saña dictatorial y rumiaba impotente la ira.
Otra modalidad humillante y de flagrante
amenaza fue la de significar a quienes se le oponían o sospechaban que lo
estuvieran haciendo, pintando en las paredes de sus casas las siglas de las
organizaciones políticas o sindicales en las cuales militaron, completando la
tarea con frases cargadas de vergonzosas procacidades. Tales formulas
concebidas para la degradación de quienes la sufrieron, superaron los niveles
de la maldad inconsciente.
Fueron, aun lo son, acciones delincuenciales,
deliberadamente diseñadas para dejar constancia del terror que son capaces de
sembrar y, además, cercenar la voluntad para la lucha.
En la producción de dictadores Latinoamérica
ha sido prolífica. Esa mala yerba prendió y faltan décadas y abundante herbicida
para desarraigarla de nuestros suelos. Es larga la lista de tiranos que han
cubierto de ignominia el gentilicio. Desde Rafael Leónidas Trujillo en
República Dominicana, hasta Fidel y Raúl Castro en Cuba con tentáculos
continentales, pasando por los del Cono Sur y los centroamericanos han regado y
abonado la tierra desde el Sur del Río Grande hasta la Patagonia, con la sangre
y la carne de los luchadores democráticos.
Por supuesto que Venezuela no quedó atrás en
la producción de autócratas y sus crímenes. De allí que iniciáramos el Siglo XX
con Cipriano Castro seguido de Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Hugo
Chávez Frías y la troica integrada por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y
Arriaza, robots operados por los hermanos Castro. Insignes violadores de los
derechos humanos, incluyendo el de la vida e insaciables depredadores de los
dineros públicos. Castro y Gómez condenaron a los presos, comunes y políticos,
a trabajaren las carreteras, con
salarios que, según se supo en 1945, un Coronel Rangel los incorporaba a su
patrimonio. Por su parte Pérez Jiménez confinó a los presos políticos en la
inhóspita isla Guasina, un campo de concentración ubicado en el delta del
Orinoco.
La dictadura Castro-chavista, ha cometido
tantas fechorías como sus antecesoras. Se diferencia en la penalización de la
actividad política y en uniformar a los políticos con bragas amarillas y
rasparles el “coco”, nivelándolos con los delincuentes, a quienes ponen a
barrer las calles. Las antecesoras no procesaban políticos de quienes,
seguramente, no obtendrían una confesión. La sentencia la dictaba el tirano
junto con el Jefe de los esbirros. Para tener espacio donde amontonar mayor
cantidad de presos, les otorgaban CASA POR CARCEL a los de edad avanzada, o a
enfermos a punto de morir y a uno que a otro joven con buena salud, para
complacer a personas influyentes, como pudieron haber sido una amante o un
Arzobispo.
De allí que, con conocimiento vivencial,
avale la sentencia pronunciada por Jesús “Chúo” Torrealba: “¡CASA POR CARCEL NO
ES LIBERTAD!” porque a quienes se la
aplican están presos. Y presos ni en sus casas deben estar quienes, ungidos con
el voto ciudadano, luchan por la democracia con acento social. Vale decir por
libertad de todos los venezolanos.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
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