Dentro de la
dramática crisis que atraviesa la economía venezolana cabe preguntarse cómo
actuará China para sacarle las castañas del fuego, en esta difícil hora, a
quien por varios lustros ha sido el más incondicional socio energético de los
asiáticos en el continente. Con las elecciones parlamentarias de Venezuela a la
vuelta de la esquina y el gobierno revolucionario debilitado y en una barrena
de impopularidad indetenible, un nuevo préstamo millonario de Beijing a Caracas
se encuentra sobre el tapete.
La fórmula de
aporte de fondos de financiamiento atados a importaciones chinas, lo que
siempre ha sido la tónica, por diseño, de los empréstitos chinos, pudieran
permitir aliviar algo - quien sabe - el atroz desabastecimiento alimentario que
aqueja a la población de pocos recursos. Con ello el desaliento que el
venezolano de a pie experimenta frente al proceso electoral también pudiera
amainar, facilitándole la tarea al gobierno de Maduro de activar el voto de las
izquierdas en su favor. Algo de ese
estilo anima a los asesores del gobierno de Nicolás Maduro, a cargar de nuevo a
las débiles finanzas nacionales con otro préstamo chino, que a todas luces
resulta impagable.
Lo que no es
posible discernir, en esta coyuntura, es si la racionalidad financiera esta vez
aconsejará más prudencia a los asiáticos.
Mirando hacia
atrás en la historia planetaria siempre ha sido notoria la habilidad comercial
de la que China ha hecho gala, no por siglos, sino por milenios. Este es uno de
los pilares de su fortaleza internacional. Pensando en su propio desarrollo,
antes que ninguna otra consideración política, a través de innumerables
convenios de financiamiento, los gobiernos de Hu y Xi han entablado con Venezuela una relación
estratégica en la que el mecanismo de “dinero a cambio de petróleo” les ha
garantizado acceso a un suministro estable de un volumen importante de crudo
proveniente de los pozos de PDVSA. La
sintonía ideológica, además, ha actuado en el sentido de facilitar las
tratativas, conseguir mejores términos para el lado chino de la ecuación y
promover relaciones productivas igualmente con otros países de izquierda del
vecindario.
Sin embargo, el 80% de los proyectos de envergadura iniciados con fondos chinos en épocas revolucionarias, no ha sido llevado a buen puerto en Venezuela. Evidencias sobran de las obras inconclusas o paralizadas. Y en el terreno comercial, la fórmula del repago futuro con petróleo a China se ha visto seriamente impactada a partir del descalabro internacional de los precios del crudo. Dentro de la relación se ha puesto de bulto no solo la incapacidad de repago que hoy exhibe el país por un mal manejo macroeconómico, sino la ineficiencia en el manejo todos aquellos planes que se emprendieron en conjunto.
Con las encuestas
que hoy hacen patentes el flagrante desapego del país venezolano hacia la
continuidad del proyecto revolucionario, es decir, frente un escenario que
presagia nuevos vientos en lo político, les tocará a las autoridades chinas
actuar con la mayor dosis de equilibrio.
Sus propios
mecanismos de control interno pondrán la lupa sobre empréstitos concedidos a un
país con las finanzas destrozadas. Un país, Venezuela, que ya no es más un
socio de China, sino un simple y emproblemado deudor.
Beatriz
De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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