Carta a una amiga:
Y no es que seamos regionalistas, querida
amiga, sino que amamos y queremos lo nuestro de la misma manera que cualquier
persona ama y quiere lo suyo. Lo que sucede es que Colombia se ha convertido
desde siempre en una desgracia para nuestro país. Desde el atentado contra el
Libertador hasta nuestros días, no ha dejado de ser, en todos los sentidos que
te puedas imaginar, una peligrosa amenaza para Venezuela -¿recuerdas lo del
Caldas?-. Y además de eso, profundamente desagradecida. Porque, como lo reseña
García Márquez en "El General en su Laberinto", cuando Bolívar,
después de haber entregado la presidencia de ese país y ya profundamente minado
por la tuberculosis regresaba a Cartagena con la idea de marcharse a Francia,
la gente de los pueblos por donde pasaba se le acercaba para gritarle en
actitud amenadora "longanizo, longanizo".
Desde entonces, Colombia no ha hecho otra
cosa que agredirnos. Desde allá nos envían todas las formas posible de
delincuencia, desde la trata de blancas, pasando por extorsión, narcotráfico,
contrabando de extracción, secuestro, asesinos, narcotráficantes, paramilitares
-de allá vino el asesino de Robert Serra y de allá también salieron los
disparos que mantienen entre la vida y la muerte a abnegados oficiales de
nuestro ejército-, etc., hasta esta invasión silenciosa que ha colapsado todos
los servicios. Aquí no se puede hacer nada en beneficio de nuestra gente,
porque entonces también ellos se aprovechan de lo que se haga en ese sentido.
Lo cual no tendría nada de particular si eso no tuviera consecuencias muy
negativas para el país, pero las tiene. Y te voy a poner dos ejemplos
solamente: la gasolina, cuyo bajo precio se supone que se mantiene para
beneficiar a los nacidos aquí, quienes por lo demás, son sus legítimos dueños.
¿Pero qué sucede? Que atraídos por la
posibilidad de obtener jugosas ganancias, sacan ilegalmente y en cantidades
bastante considerables el carburante hacia su país. En estos días descubrieron
cerca de la frontera un depósito con no recuerdo qué enorme cantidad de
toneladas de este derivado del petróleo. Esto, por supuesto, obliga a PDVSA a
aumentar las inversiones a fin de que el mercado nacional no se quede
desabastecido. Pero el problema no es sólo el aumento de las inversiones y la
producción, que de por sí es oneroso tanto para la empresa como para el país,
sino que ese aumento, en vista del bajo precio con el que se comercializa la gasolina, en ocasiones
origina pérdidas significativas a la nación. Lo cual, para impedir que esto
siga ocurriendo porque es insostenible, tendrá que obligar a las autoridades a
elevar en cualquier momento el precio del combustible. Y si esto ocurre
¿quienes serán los perjudicado? Los pendejotes de siempre. Y esto para no
hablar del robo de vehículos, porque es de todos conocido que gran parte del
parque automotor de Colombia está integrado por vehículos robados en Venezuela.
Y no han valido los reclamos de nuestros gobiernos al de Colombia para que
ayude al control de esta sangría vehicular porque se han hecho los locos, contribuyendo
de esta manera, con su indiferencia cómplice, al incremento de este flagelo.
El
otro ejemplo se refiere aI IPASME, es decir, el organismo que se encarga de la
salud de los maestros y demás empleados del magisterio. Este establecimiento se
mantiene gracias a los aporte económicos cada vez más elevados de los docentes
y el estado. Sin embargo, hace como cuatro o cinco años fue abierto al público
en general, contribuya o no con su mantenimiento. ¿Qué ocurre con la mala idea
de haber convertido el IPASME en un hospital público? Veamos lo siguiente:
supongamos que un maestro que vive en San Francisco, es decir, a varios
kilómetros del centro asistencial, tenga necesidad de acudir al médico para
tratarse una enfermedad cualquiera. Resulta que después de haberse levantado
como a las 5 de la madrugada y haber hecho varios trasbordos de vehículos -aquí
el transporte público es un desastre-, cuando finalmente llega a su destino se
encuentra con que todas las cuotas de pacientes correspondientes a cada médico
ya están copadas. Y si revisas quienes son los que ocupan esos puestos, te
encontrarás que son maestros, venezolanos y también colombianos. Esta misma
situación se repite en el Seguro Social, que también convirtieron en un
hospital público, con evidente perjuicio psrs los asegurados. Que vaina es esa,
que el no paga tiene los mismo derechos que el que sí lo hace. ¿Dónde diablos
se ha visto eso?
Pero si todo lo dicho es grave, el despojo de
nuestro territorio es mucho más grave aun. Y tan grave ha sido que la península
de la Guajira, que había sido nuestra sin discusión ninguna, hoy, debido a la
amenaza y coerción militar que la gente de al lado ha utilizado contra
nosotros, se han apoderado de ella casi por completo. Apenas nos han dejado una
pequeña franja que es lo que aun permite que ejerzamos una precaria
jurisdicción sobre el Golfo de Venezuela. Y sin embargo, no conforme con lo que
nos han quitado, todavía tienen la insólita desfachatez de insistir en que el
Golfo, que es por donde sale nuestro petróleo hacia el exterior, también es de
ellos, al punto de que como lo llaman es el "Golfo Coquivacoa". Así corresponden a nuestra generosidad para
con sus nacionales residenciados aquí, a quienes, con un gran sacrificio de
nuestra parte, hasta pensiones les estamos regalando, Y aquí quiero decirte algo verdaderamente
insólito. Telesur, cuando informa acerca de las conversaciones de paz entre la
guerrilla y el gobierno de ese país, el mapa que utiliza para ilustrar la
información es elaborado por los propios colombianos. En ese mapa, como tenía
que ser, la pequeña franja de la que hablamos desaparece casi por completo. Por
lo que según el documento cartográfico toda esa área incluyendo el Golfo es de
la "hermana" república de Colombia.
La verdad es que el único gobierno que le ha
dado un "parao" a los continuos atropellos del vecino país contra
Venezuela fue el General Marcos Pérez Jiménez. Si no hubiera sido por este
patriota de verdad, el Golfo de Venezuela se estaría llamando en estos momentos
"Coquivacoa" y tendríamos que estarle pagando un canon a los
colombianos para que nos permitieran sacar por allí nuestros hidrocarburos. En
este sentido, es pertinente recordar la bochornosa "Hipótesis de
Caraballeda". Hipótesis mediante la cual el gobierno del despreciable Luis
Herrera Campins, con el apoyo de la alta oficialidad de las fuerzas armadas,
las fuerzas vivas, la iglesia católica y los partidos políticos del estatus,
Acción Democrática, Copey, URD y otros, habían
acordado la entrega de nuestro Golfo. Sólo faltaba informar sobre lo ya
decidido a la oficialidad media y baja del ejército. Y no había terminado de
hacerlo el apátrida presidente en Caraballeda, cuando un estruendo producido
por el zapateo de los dignos soldados allí reunidos lo obligó a interrumpir la
lectura del documento y salir apresuradamente del lugar. Acerca de este
vergonzoso episodio, publicamos un artículo en Aporrea titulado "La
Hipótesis de Caraballeda".
Nota: A Mario Silva, según unas declaraciones
emitidas el sábado pasado en su programa, le parece perfectamente normal el
desplazamiento masivo de colombianos hacia nuestro país. Y el argumento que
utilizó para justificar su posición en favor de ese aluvión de personas, fue
que esa gente viene huyendo del miseria. Bueno, a quien esto escribe no le
parece muy afortunada esa declaración. Entre otras cosas, porque si se aceptara
que todo el que viva en la miseria en Colombia debe venirse para Venezuela,
entonces tendríamos que acoger a más de media Colombia en nuestro país. Si se tratara
de personas que vinieran huyendo de una guerra generalizada que pusiera en
peligro sus vidas, entonces por razones humanitarias tendríamos que aceptarlas,
pero en calidad de refugiados. En ese caso se reservaría una zona del país
donde serían concentrados y bajo la supervisión de organismos internacionales
como las Naciones Unidas, por ejemplo, Pero no así, de manera desordenada y
atraídos solamente por las pensiones que aquí se les dan a los venidos de la
"hermana" República.
Esta inmigración lo único que hace es crear
cordones de miseria, que luego van a servir de refugio a toda clase de
delincuentes y para colapsar los ya deficientes servicios públicos. Para
apreciar la magnitud de este problema basta saber que casi un quinta parte de
la población de este país está integrada por gente venida del vecino país.
Este, señor Silva, es un lastre que más que ayudarnos nos perjudica
enormemente.
alfredo schmilinsky ochoa
alfredoen_schmili@hotmail.com
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