sábado, 8 de agosto de 2015

ALFREDO MICHELENA, 6D Y EL MONITOREO INTERNACIONAL

"Venezuela no está siendo monitoreada, ni será monitoreada por nadie. No lo aceptaremos jamás, por nadie", fue la respuesta de Maduro en Nueva York a una pregunta de una periodista. Mas claro el agua.

Eso se veía venir no solo por declaraciones anteriores del CNE y otros personeros del régimen sino por el rechazo a todas las iniciativas internacionales que se han dado, para que vengan observadores internacionales o para que se inicie un diálogo con  la oposición.

Desde el gobierno de los EE.UU. al Vaticano, desde La OEA a La Unión Europea, pasando por presidentes, expresidentes,  parlamentos, parlamentarios y personalidades se ha insistido en la importancia de que las elecciones del 6D sean monitoreadas para poder presentar al mundo unos resultados creíbles. 

Adentro y afuera del país se entiende que las próximas elecciones serán cruciales para que Venezuela salga de la crisis económica y política, de manera democrática y pacífica. Además hay la certeza de que la oposición saldría victoriosa si las elecciones fueran “libres y justas”.

La comunidad internacional y los demócratas venezolanos no podrán aceptar unas elecciones que por segunda vez dejen un tufo a fraude, como las que llevaron a Maduro a la presidencia.  Una situación como aquella en donde la oposición ganó y no se hizo una auditoría completa, solo Unasur sería capaz de  aceptarla de nuevo, por esto el régimen está tan aferrado a esa organización como la única que puede venir a “acompañar” las elecciones.

Ya el tema no es solo político y de DD.HH, sino que cada día va más allá hacia el corazón de la economía y la geopolítica.  No solo es la evidente migración, que no siendo los “balseros de Mariel”, está empezando a preocupar. Pero lo más grave es que ya las compañías trasnacionales están sintiendo cada vez más los efectos de las erradas decisiones del régimen y se está registrando gravemente en sus finanzas. Las deudas con esa compañías son mil millonarias y no quieren perder el chivo y el mecate. Pero no son solo los empresarios estadounidenses y europeos, son los colombianos, brasileros, argentinos, uruguayos y chilenos, por nombrar a algunos, los que preferirían un cambio que les saldara esas deudas. Maduro está en el dilema de perder todo el poder o transar parte de él. El problema es que los Castro no saben compartir el poder e internamente los corruptos temen perder lo amasado. Es otro de los dilemas o trampas que tiene atrapado a Maduro... y a Venezuela.  Por ahora parece decidido a enmascarar su derrota.

Alfredo Michelena
@Amichelena

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