"Venezuela
no está siendo monitoreada, ni será monitoreada por nadie. No lo aceptaremos
jamás, por nadie", fue la respuesta de Maduro en Nueva York a una pregunta
de una periodista. Mas claro el agua.
Eso
se veía venir no solo por declaraciones anteriores del CNE y otros personeros
del régimen sino por el rechazo a todas las iniciativas internacionales que se
han dado, para que vengan observadores internacionales o para que se inicie un
diálogo con la oposición.
Desde el gobierno de los EE.UU. al Vaticano, desde La OEA a La Unión Europea, pasando por presidentes, expresidentes, parlamentos, parlamentarios y personalidades se ha insistido en la importancia de que las elecciones del 6D sean monitoreadas para poder presentar al mundo unos resultados creíbles.
Adentro y afuera del país se entiende que
las próximas elecciones serán cruciales para que Venezuela salga de la crisis
económica y política, de manera democrática y pacífica. Además hay la certeza de
que la oposición saldría victoriosa si las elecciones fueran “libres y justas”.
La
comunidad internacional y los demócratas venezolanos no podrán aceptar unas
elecciones que por segunda vez dejen un tufo a fraude, como las que llevaron a
Maduro a la presidencia. Una situación
como aquella en donde la oposición ganó y no se hizo una auditoría completa,
solo Unasur sería capaz de aceptarla de
nuevo, por esto el régimen está tan aferrado a esa organización como la única
que puede venir a “acompañar” las elecciones.
Ya
el tema no es solo político y de DD.HH, sino que cada día va más allá hacia el
corazón de la economía y la geopolítica.
No solo es la evidente migración, que no siendo los “balseros de
Mariel”, está empezando a preocupar. Pero lo más grave es que ya las compañías
trasnacionales están sintiendo cada vez más los efectos de las erradas
decisiones del régimen y se está registrando gravemente en sus finanzas. Las
deudas con esa compañías son mil millonarias y no quieren perder el chivo y el
mecate. Pero no son solo los empresarios estadounidenses y europeos, son los
colombianos, brasileros, argentinos, uruguayos y chilenos, por nombrar a
algunos, los que preferirían un cambio que les saldara esas deudas. Maduro está
en el dilema de perder todo el poder o transar parte de él. El problema es que
los Castro no saben compartir el poder e internamente los corruptos temen
perder lo amasado. Es otro de los dilemas o trampas que tiene atrapado a
Maduro... y a Venezuela. Por ahora
parece decidido a enmascarar su derrota.
Alfredo
Michelena
@Amichelena
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