La solidaridad como valor está presente en infinitas
actividades humanas y, con mayor razón, en las Organizaciones de Economìa
Social (OESs), aquellas emprendidas por grupos de personas para enfrentar
problemas comunes; a propósito de su presencia como valor en las organizaciones
han surgido dos términos que pretenden explicarla: Economía Solidaria y
Economía de Solidaridad. Tan variadas son sus acepciones como los temas con los
que se relaciona, es frecuente relacionarla con la bondad, la generosidad, el
amor, la caridad, el respeto mutuo, la tolerancia, y la justicia; también,
coloquialmente, y particularmente en Venezuela, se usa hasta para referirse a
los precios bajos o “solidarios” de ciertos artículos.
En un sentido etimológico, la solidaridad aparece en el lenguaje jurídico en el S. XV
“siendo común a muchos, cada uno responde por todos”, afirmación ésta que de
alguna manera aborda el tema de la
dependencia reciproca. Le Petite
Larousse Illustré la señala como “dependencia mutua entre personas”; agrega que
involucra también un sentimiento que impulsa a las personas a establecer ayuda
mutua o un deber asistencial hacia quienes están en peligro; por extensión se
relaciona con solidez.
Javier de Lucas en su libro El Concepto de Solidaridad,
reflexiona sobre el concepto: 1.- Gramaticalmente al calificarlo como un
“sustantivo abstracto formado a partir del adjetivo solidario, derivado a su
vez inicialmente de la expresión latina in solidum, que equivale a totalidad,
al todo”; 2.- presentándolo como “una categoría específica de relaciones
obligatorias caracterizada por la unidad-integridad del vínculo obligatorio y
la pluralidad de sujetos” … “precisamente las características de las
obligaciones solidarias”… categoría jurídica de la que derivará la noción de
solidaridad, …”; y 3.- otras acepciones.
En cuanto al uso del término por la sociología, De Lucas
lo señala como un “elemento estructural de los grupos sociales”, encontrando
antecedentes en dos tradiciones: 1.- En
los saint-simonianos, remitiendo a Fourier como precedente de lo que Durkheim
llamó “solidaridad orgánica” al destacar la cualidad de la colonia comunitaria
de engendrar armonía desde la diversidad de los temperamentos individuales; y
2.- En una línea
estructural-funcionalista similar a la de la biología cuando muestra la vida
como dependencia reciproca de las partes de un organismo estableciendo una
relación directa entre la interdependencia y la perfección orgánica; así, la
solidaridad sería la clave de la supervivencia del cuerpo social y de su
evolución.
Agrega De Lucas que Comte la define como “consenso entre
unidades semejantes que solo puede ser asegurado por el sentimiento de
cooperación que deriva necesariamente en la división del trabajo”. Para
Durkheim, “teórico por excelencia de la solidaridad” según De Lucas, la
Solidaridad es “un hecho social que consiste en el consenso espontáneo de las
partes del todo social, una particular conexión entre individuos y sociedad
que…” supone dos niveles: 1.- El psicosocial o vinculación entre las
conciencias individuales y las colectivas; y 2.- el estructural-funcional o
vinculación entre la posición del individuo y el grupo.
Para De Lucas, antes del uso de la solidaridad como
categoría científica se recurría a términos como integración, cohesión, y
socialización; afirma que Gauss prefiere la noción de cohesión que, junto a la
de integración, sustituye a la solidaridad en la sociología de corte
estructural-funcional, y que en Parson la solidaridad “aparece como la
integración institucionalizada de la cooperación”. La colectividad como sistema
surgiría cuando el sistema de acciones implica solidaridad, es decir, acciones
en interés de la integración del sistema, de lo que se deduce que el interés
residía mas en la integración que en la solidaridad.
De Lucas también explora ocho términos con “los que se
propone sustituir la solidaridad”:
1.- Integración,
se utiliza en el contexto del sistema social por lo que habría que hablar más
de integración sistemática que de integración social (Parson).
2.- Integración
social, referida a la inserción de un individuo o grupo en una colectividad
mayor cuyas cualidades se adquieren, este término se enfrenta a marginación.
3.- Cohesión, utilizado indistintamente como solidaridad
por Durkheim, resulta más evidente su uso en física y biología.
4.- Socialidad,
para Gurvitch es una forma de solidaridad que permite distinguir entre la “socialidad
por fusión parcial en el nosotros (interpretación) y socialidad por simple
interdependencia relación-comunicación”.
5.- Asociación,
término que según Gurvitch, propone “que el único sentido preciso de
solidaridad en tanto que distinta de cohesión / interdependencia, no puede ser
análogo al “orden integrativo”, cuya expresión son las asociaciones
igualitarias de colaboración”, en lugar de solidaridad habría que hablar de
asociación.
6.- Comunidad,
para Tönnies implica solidaridad “sin que ello mida la posibilidad de
diferenciación de funciones [...] porque se trata de una diferenciación a favor
del conjunto”, la variedad de círculos de solidaridad es lo que produce la
diversidad de relaciones comunitarias.
7.- Cooperación,
entendida como actividad común de varios sujetos para realizar intereses
comunes, semejantes o complementarios.
8.- Consenso,
concepto vinculado a la obra de Comte, quien lo entiende como principio de
equilibrio, de armonía, de correspondencia entre los miembros de la sociedad, y
que Durkheim en su Division du travail, equipara consenso al conjunto de
condiciones morales y materiales que constituyen la base social de los
contratos, considerándolo como fundamento moral de la división del trabajo por
lo que, además de la interrelación, sería un requisito de la solidaridad en las
sociedades modernas.
Cooperación y consenso son para De Lucas los que pudieran
sustituir la solidaridad en el campo de las ciencias sociales.
Estas nociones corroboran las dificultades para comprender
la Solidaridad, existen otras asimiladas a una dimensión ética que la entiende
como valor y es la que domina por su uso frecuente en el mundo de las
cooperativas, las mutuales y las asociaciones.
Según De Lucas, considerar la solidaridad como principio
ético obliga a afrontar al menos dos problemas: Primero: El apuntalamiento del
nosotros, del colectivo, del grupo; si lo decisivo de la solidaridad es la idea
de comunión, de unidad, de reconocimiento de similitudes sin las que resulta
imposible el afecto, la ayuda, el esfuerzo y el sacrificio comunes, entonces no
existe solidaridad plena en una sociedad cerrada ya que ella no puede ser
auténtica y excluyente a la vez: “la solidaridad como motor, por ejemplo, del
chauvinismo nacionalista o de la ley del silencio en un grupo criminal,
correspondería, desde el punto de vista regulativo, a un planteamiento
erróneo”.
Segundo: “hasta que punto cabe afirmar la existencia de
tal identidad colectiva en sociedades en las que el grado de especialización
del trabajo y la multiplicidad y complejidad de las relaciones sociales
provocan tal heterogeneidad que indudablemente se arriesga a perder la
integración / identificación / reconocimiento en el grupo. Se pregunta: ¿cómo
subsistirá la solidaridad en una sociedad plural y atomizada?. “La cuestión,
[…] es cómo dilucidar los intereses de los otros que puedo (y debo) asumir como propios en aras del
principio de solidaridad, sin quebrar el respeto a la identidad propia. O […]
¿hasta qué punto se puede ampliar en esas condiciones el círculo del
nosotros?”.
Esas interrogantes
parecieran justificar el freno a la ampliación del “nosotros” en el momento en
que aparecen diferencias que pudieran mostrarse, al menos para una mayoría,
como suficientemente relevantes para
exigir el final de tal ampliación; o, por el contrario, como sucede en los
grupos xenófobos y racistas, no justificar la relevancia argumentando que el
mantenimiento de esas diferencias no es la lógica consecuencia del respeto de
unos derechos, sino de la defensa de una identidad que se construye
precisamente como negación de derechos y de la igualdad y la solidaridad de
otros a los que se exigen contradictoriamente respeto a la propia identidad.
La dificultad mayor consiste en identificar hasta donde
llega la relevancia del “nosotros”. ¿Dónde está
la frontera entre los deberes morales de la solidaridad y las exigencias
jurídicas derivadas de ella?; la relevancia del “nosotros” es clave para
comprender el espíritu de grupo de las organizaciones autogestionarias. Un
punto de partida de esa identificación puede ser el reconocimiento de las
diferencias por todas y todos; para De Lucas ese reconocimiento está en la base
jurídica de la autonomía moral y la libertad personal que tienen como limites
la autonomía y la libertad de los otros.
Como se observa, la solidaridad en lo organizacional
puede expresarse de diferentes maneras pero, para alcanzar su plena realización
debe extenderse en lo interno y en el entorno de la organización, debe
generalizarse por una suerte de oleaje
sinérgico (intercooperación e integración en el caso de las cooperativas), e
impregnar con solidaridad otras organizaciones, sectores, y regiones hasta
copar la sociedad entera. La solidaridad no puede generarse entre egoístas
orientados solo por la racionalidad económica.
Para el autor de estas líneas, la solidaridad es un
“valor-practico” que existe solo si se le practica; es un valor concreto,
verificable, no unilateral como la limosna que se proporciona a un desconocido;
exige reciprocidad, reconocimiento de la acción solidaria no se puede entender
un acto como solidario sin que exista contraprestación o respuestas acordes con
el acto mismo. Por ello la solidaridad no se proclama, impone o decreta, no
existe porque se promulgue una Ley de Economía Solidaria si las organizaciones
regidas por esa ley carecen de solidaridad.
En cuanto a la Solidaridad como valor en el
cooperativismo, la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), organismo cúpula
del cooperativismo mundial, la incluye en el conjunto de valores que le
conceden “unidad, integridad e identidad al movimiento cooperativo en el
planeta”, al hacerlo, coloca esa noción en el mundo de la ética cooperativa. La
solidaridad es para el cooperativismo, al igual que la democracia, la
intercooperación, la integración, y otros valores, uno que surge
voluntariamente entre un mínimo de dos personas, grupos u organizaciones con
necesidades comunes y disposición para aunar esfuerzos.
Esa unión de esfuerzos y acciones por un objetivo común
debe apuntar en el mundo de las Organizaciones de Economía Social (OESs) a una
marcha común que respete la diversidad. Todo proyecto de OES debe ser ante todo
un estado de espíritu, de ánimo de equipo, que surge de una participación
colectiva y se concreta con una movilización del conjunto hacia un “nosotros”
dispuesto a realizar esfuerzos, a desbloquear conflictos, a construir una
identidad colectiva, no un “nosotros” interesado en prebendas individuales.
Oscar Bastidas Delgado
oscarbastidasdelgado@gmail.com
@oscarbastidas25
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