Había dejado
pasar como uno de los tantos pases de facturas entre bandas gubernamentales, la
extradición desde Barranquilla del ”Capitán Bolívar”, donde vivía desde hacía
un año en una zona exclusiva, rodeado de autos de lujo, tarjetas platinadas,
cuentas bancarias abultadas, jovencitas suntuosas, y tenido como un
inversionista venezolano, ex piloto militar que dejó su país cansado de tanta
inestabilidad.
Un caso más, me
dije, de los tantos a los que estamos acostumbrados de violaciones,
arbitrariedades, asesinatos, fugas, pranes, delaciones, exilios, drogas,
rupturas de relaciones, secuestros. Del malandraje institucional, pues, que nos
ha colocado en el muy exclusivo club de
Estados Forajidos, como los define el Derecho y la doctrina internacionales.
Algo llamó la
atención que me detuvo en el caso Yonny Bolívar, “el Capitán”, mas conocido
como el asesino de Adriana Urquiola, la periodista interprete de señas de Venevisión, que cayó
bajo una bala durante una manifestación de la oposición el pasado y cruento
2014. Según Bolívar fue sin intensión,
pues disparó al aire para dispersar la multitud; allí también cayó, nunca llegó
a ver luz, el hijo que llevaba en gestación, y herida con la misma arma, otra
joven manifestante por la vuelta a la democracia y el respeto a los derechos
humanos Lo que atrapó mi atención fue la aparición de la enigmática Eva
Golinger, al denunciar que Yonny Bolívar había intentado abusar de ella.
Fue una sucesión
de casualidades. Por allá en el 2002 se bajo de un Porsche pistola en mano, y
en pleno trafico caraqueño amenazó a un taxista con dispararle; lo detuvieron y
lo soltaron. Luego apareció en Barquisimeto, se mimetizó con los jóvenes del
lugar, se relacionó, compró autos y una residencia al este de la ciudad, a la
que invitaba en forma dadivosa; eso, a los 28 años. Todo era un teatro, las
relaciones y bonhomía las utilizaba para conocer datos de secuestrables. Desapareció un tiempo para
reaparecer en el 2004 en la cárcel de Uribana, al ser capturado por el
secuestro del empresario Pastor Gudiño. Allí terminó como el pran de los
pranes, y sindicado como el autor de la
masacre de Uribana, degollamientos de por medio de varios reclusos, lo
cual niega. Se relacionó con Iris Varela, y al año estaba fuera de la cárcel
por buena conducta. Tras de sí había acumulado delitos de cuidado, porte de
armas de guerra, uniformes militares, secuestros, drogas, falsificación de
identidad, pero siempre salía libre. Cuando disparó a la multitud y fuere
inquirido, mostró una credencial policial. Llegó a portar identidades
auténticas de todos los organismos de seguridad, y pasaporte oficial.
A su llegada,
luego de su deportación, el Ministro del Interior bajó a Maiquetía. El dice que
es hijo de un militar fallecido al inicio de la dictadura; que está protegido.
Hay quienes señalan a Rangel, otros a Cabello, uno no sabe. La pregunta es
¿quién, por qué y para qué se protege desde el gobierno a este ciudadano con
tal prontuario, que entra y sale de prisiones, porta armas, credenciales y
mucho, mucho dinero?
Juan Jose Monsant Aristimuño
jjmonsant@gmail.com
@jjmonsant
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