sábado, 18 de julio de 2015

JUAN CARLOS APITZ A., LA ACTITUD LIBERTARIA

En estos tiempos, ser libertario supone remar a contracorriente. El valor que se defiende, que se infiere del adjetivo libertario, conlleva una actitud particular; ser coherente con lo que se defiende es el primer supuesto de esta corriente. Entonces, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ser y comportarnos como un libertario?

El libertario no depende, ni siquiera en las situaciones más críticas, de ninguna corriente que esclavice al hombre. Su carácter se entrevé en los hechos históricos que lo vieron nacer: no se arrodilló ante el poder, ante la filosofía dominante, mucho menos ante aquellos que decían tener la verdad. Superada la Edad Media, y se pasó de una esclavitud oscurantista católica a una esclavitud racionalista, creyéndose lograr certezas, el libertario confió únicamente en su verdad; que siendo racional o no, lo llamaba e inspiraba a ser cada vez más humano. La única prueba que tenía frente a los otros era su propia vida. Ha querido siempre ser humano, no para perpetuar las condiciones propiamente humanas, sino por el tránsito que hay hacia un ser más luminoso, de más virtud.

Su instinto le permite discernir entre la razón y la pasión, sus juicios no se inscriben dentro de la dialéctica desgastante de lo bueno y lo malo; entiende que hay cosas, como el amor y la política, que están más allá del bien y el mal. Su trabajo o estudio no se resume a la Universidad o el cubículo, vivir libertariamente es vivir, dormir y comer entendiendo que se es libertario. Sus esfuerzos están centrados en relacionarse con altura, pues la vida lo ha puesto también frente a comediantes.

Rodearse de personas es tan libertario como humano; se ayuda a sí mismo primero, porque es la mejor forma de ayudar al otro. El único producto, en lo que a trabajo se refiere, es labrarse un Yo, un ser que tiene una forma definida y sólida por decisión propia. Gozar y hacer gozar, sin hacer daño a nadie ni a ti mismo: ésa es la moral, como decía Chamfort. El arte no es más que su arte,su percepción del arte, como Plotino pronuncia en las Enéadas, alienta a cada uno a ser el escultor de su propia estatua.

El placer, un medio inconmensurable para su felicidad, no se justifica si el precio es el displacer del otro. El regocijo instantáneo, la migajita de una sonrisa instantánea pero fugaz, es la ruina de su alma. Trabajar por un Yo, un sujeto libre de culpa esclavizante, conlleva respeto y cortesía; abrir la puerta, saludar a quien tiene enfrente, en suma, comportarse responsablemente con los otros, es propio del ser libertario. Ser cortés le afirma al otro que lo hemos visto, que lo reconocemos, que éles. No en vano las sociedades más descompuestas, social y culturalmente, practican la descortesía de manera adictiva.

El hombre libertario es un ser humano creador. Toma en sus manos lo que le interesa porque quiere crear; es inocente, en el buen sentido del término, porque no confabula con los vicios del pasado, los ídolos igualitarios o las víctimas perennes. Crea porque forjar su propio destino, su entorno, sus relaciones sociales, producir y dedicarse al ámbito de su interés. La fortuna no es su instrumento, se inclina a quienes con gallardía se labran su futuro. Son éstos, los que construyen para el futuro, como dice Nietzsche, los que pueden y deben hablar del pasado.

¿Qué sentido tiene hablar del ser libertario en esta coyuntura, bajo estas condiciones paupérrimas para tantos individuos de nuestra sociedad? Pues, siendo objetivos, es de vital importancia. Ahora todos defienden la Libertad. La citan permanentemente, y se regocijan diciendo que todo lo que hacen, lo hacen por ésta.

Ser libertario, para mucha pesadumbre de los que hoy se dicen libertarios y hasta liberales, es mucho más que defender unas ideas o hablar en torno a la filosofía; el libertario vive su vida como la única filosofía posible, no hay disquisiciones amplias o complejas, su actitud es, esencialmente, la vida filosófica onfrayiana.

Nadie puede relacionar al hombre nuevo, una fotocopia o semejanza de un hombre máquina, al ser libertario; citar a cualquier gobierno, socialista o no, que declare a este hombre como el fin del Estado, aborrece a la actitud libertaria. La historia no ha conocido gobierno alguno con seres libertarios, ningún ismo ni ninguna extrema radical, como algunos llaman, ha contado con seres libertarios. Es responsabilidad y tarea de estos seres que hoy existen, que eso pueda cambiar.

Juan Carlos Apitz A
@juanapitz de @vfutura

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