Durante el último año (desde julio 2014), el
esfuerzo en Bs para comprar 1 $ aumentó en más de un 800% en el “mercado”
paralelo lo cual, y con razonable angustia, ha inducido una pregunta frecuente:
¿a dónde llegará el $? desviándose del eje medular: ¿hasta cuanto caerá el Bs?
como consecuencia del insostenible comportamiento económico que está
conduciendo al venezolano hacia la precariedad.
Veamos. Venezuela ha venido
experimentando una “ilusión de progreso” sin
generación de riqueza--distinto a “renta petrolera—soportando tal
espejismo en un crecimiento económico atado a los ingresos petroleros y en una
expansión “infinita” del gasto público marcadamente populista-electoral, alejado
de la necesaria acumulación de capital (requisito para crear riqueza) que
igualmente propicia, tanto un aumento de la liquidez en poder del público con
implícito efecto inflacionario (escasez de bienes) como una presión por la
compra de dólares en reacción a la desconfianza hacia el Bs.
Al tiempo, se ha
perfilado un desequilibrio macroeconómico caracterizado por un déficit
estructural del sector público consolidado causado por un aumento de su
participación en la actividad económica, déficit fiscal, emisión recurrente de
dinero inorgánico (40% de la liquidez monetaria), continuas devaluaciones
(implícitas y explicitas), creciente endeudamiento (unos US$ 150.000 millones
para finales 2014), contracción del PIB (7,2% al II T de 2015), e inestabilidad
en los precios. En mucho, este escenario emana de una desarticulada ejecución de políticas sin
visión de largo plazo transitando por un triángulo (¿de las Bermudas?)
generador de vulnerabilidad, cuyos vértices son: depreciación del Bs, elevada
inflación--para 2015 podría superar el 200%-- (a diferencia de EEUU: 0%, Zona
Euro:0,2% y China:1,3%), y de una significativa disminución de las reservas
internacionales ( apenas US$ 15.816 millones, 14/07/15) 70% en barras de oro y
otro % en DEG y piedras preciosas.
Tan dramática situación—que se complica con
la baja de la cesta petrolera en más del
50% ( hasta 49,89 $/b) y con la incorporación de Irán a la oferta petrolera
(unos 1,2 millones b/d) hace impostergable la instrumentación de un Programa de
medidas económicas de orden estabilizador (reducción de la demanda) y
estructural (aumento de la oferta) basado en la austeridad y en la reducción de
los controles sobre la economía—al tiempo de reducir el tamaño del Estado y el
intervencionismo gubernamental—en función de estimular el crecimiento de la
economía con la activa participación del sector privado dentro de un mercado lo
más libre posible con tanta supervisión como fuese necesaria. Asumimos la
viabilidad de un Programa de Rescate Económico (PRE), soslayando el término
“ajuste” que tanto se elude referenciar y mucho menos poner en marcha ante el temor, afirman, a su “costo
político-partidista”; siendo que en
realidad ya lo están pagando teniendo como “fiadores coercitivos” a una mayoría
ciudadana que está experimentando una baja en su calidad de vida,
desabastecimiento, escasez, desesperanza, “rabia” y otros; olvidando de igual modo, que mientras más
pronto se asuma dicho “costo” , menor será el tiempo requerido para superar
el efecto recesionista que provocarán
temporalmente las medidas.
El PRE, tendría como objetivos fundamentales,
al menos, los siguientes:
(1) Impulso al crecimiento económico a la luz de un
estímulo a la iniciativa privada (nacional y extranjera), revirtiendo asuntos críticos como que en 2014 Venezuela
ocupó el puesto 134 en el ranking mundial de competitividad—peor mientras se
aleje de 0—en contraste, p.ej. con Chile: 34, Panamá: 40, Perú: 61 y Colombia:
69;
(2) Un definitivo plan contra la inflación, que ya afecta no solo a los
estratos sociales de menos ingresos “nominales” sino también al conglomerado
empresarial bajo el yugo de la fijación de “precios eternamente congelados”;
(3) Flexibilización del control de cambio (eliminando su esencia
político-partidista) como estrategia para atraer inversiones y estimular la
repatriación de capitales; sujeto al cumplimiento del ámbito institucional
(“reglas de juego”);
(4) Establecimiento de un tipo de cambio único con
flotación “sucia”—intervención circunstancial del BCV—dentro de un escenario animado
por las fuerzas del mercado; (5) Restitución de la autonomía al BCV, en pro de retornarle su rol de ente
rector de la política monetaria y cambiaria; y (7) Instrumentación de una
racional restructuración del gasto público.
Finalmente, responder sobre ¿hasta cuanto
caerá el Bs en relación al $? ( ¿hasta dónde llegará el $?) es casi un
atrevimiento profesional irresponsable, ya que implica el conocimiento de otro tema nada fácil: ¿hacia
dónde quiere avanzar el Gobierno en materia económica?; siendo así nos
limitaremos a dos inferencias:
(A) De no generarse una autocrítica del
oficialismo en función de reorientar el actual enfoque político-ideológico que
persiguen, se perfila una situación donde cualquier precio que se pague por el
$ es ¡el mejor! ya que se encuadra en una percepción individual vinculada con
sus dudas y temores, lo cual puede llevarlo a pagar en el paralelo Bs 1.000/$ y
más;
(B) Iniciando el Gobierno, de inmediato, un Programa de Rescate se abre la
esperanza de un nuevo rumbo de la economía que conduciría en corto plazo a un
precio cercano a Bs 200/$; obviamente condicionado a un auxilio financiero
equivalente a la caída de los ingresos petroleros 2015 (unos US$ 35.000
millones), y al retorno de la ortodoxia económica en conjunción con racionales
programas sociales compensatorios. En caso contrario, se acelerará la caída del
bolívar teniendo como piso ¡el colapso!
Jesús
Alexis González
jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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