lunes, 20 de julio de 2015

IVÁN OLAIZOLA D’ALESSANDRO, CÓMO PUDO UN SOLO HOMBRE DESTRUIR UN PAÍS

Realmente lo que estamos viendo, viviendo, sufriendo jamás lo pensamos ni soñamos. Patética la situación. En solo tres lustros el capricho de un hombre de querer imponer una ideología de su propia invención ha logrado destruir el país.

Y no es cuestión de exageración, es que literalmente Venezuela ha sido destruida. Chávez cuando asumió el poder en 1999 encontró un país con problemas de toda índole, como es normal en cualquier comunidad de seres humanos, pero era un país, era una nación en pleno desarrollo, produciendo, con una clase media pujante, con sindicatos y gremios empresariales activos, con universidades funcionando, con un mercado de importación y exportación activo, con una industria petrolera ubicada dentro de las más eficientes del mundo. Con reservas en el BCV. Con negros y blancos, ricos y pobres que conversaban sin pelearse. La urbanización y el barrio no tenían muros de separación, se podía ir de una a otro sin que lo asesinaran. Los médicos sabían curar. Los estudiantes sabían leer y escribir. Los periodistas podían hacer preguntas incómodas al gobernante de turno y la prensa, radio y TV informaban. No había cadenas. Los presidentes no le mentaban la madre en público a nadie, y los locutores de VTV no decían groserías y esa tv era de todos. Había papel para la prensa y para el otro. Teníamos una moneda con cierta estabilidad y procesos inflacionarios y de devaluación manejables. Había comida, medicinas, repuestos y demás bienes y servicios al alcance de toda la población. Importados o nacionales. No se hacían colas. No se necesitaba la cédula de identidad para adquirir cosas. No existía el llamado dólar negro o paralelo, el dólar to-day. Se podía viajar a cualquier parte, dentro o fuera del país, cuando uno quisiera. Sin pedirle permiso a nadie. Los pranes no gobernaban. El gobierno no armaba a las bandas de criminales. No había cártel de soles. Las instituciones públicas funcionaban y tenían un grado importante de autonomía. El presidente era el ciudadano presidente no el comandante en jefe. Los militares no decían “patria, acción democrática o muerte”. El gobierno no vivía peleando con sus vecinos. Se podía ir a un cine de media noche y llegar vivo a su casa. Nuestros hijos podían rumbear hasta altas horas de la noche sin tener que irlos a recoger a la morgue. En resumen teníamos un país, con todos sus defectos y todas sus bondades, pero era un país, respetado en el concierto de naciones. Una democracia  ejemplo de América.

Pero llegó el comandante y mandó parar. Arrasó con todo y hasta el queso se lo comió. Sin pecar de exagerado esta Venezuela de hoy no tiene nada que ver con la Venezuela de ayer. El supremo y eterno se murió o lo murieron y nos dejó peor.

El proceso de destrucción se profundizó. En 16 años hemos asistido estoicamente a la destrucción de nuestra patria. Todos somos cómplices. ¿Hasta cuándo seguiremos siéndolo? Buena pregunta. ¿Le daremos positiva y oportuna repuesta? Todos tenemos la palabra.  

Iván Olaizola D’Alessandro
Iolaizola@hotmail.com
@iolaizola1

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