domingo, 12 de julio de 2015

GABRIEL S. BORAGINA, EN TORNO A LA "GOBERNABILIDAD", TEORIA POLITICA, DESDE ARGENTINA

En los comentarios y análisis políticos actuales es bastante frecuente encontrar preocupación por “garantizar” o "asegurar" la gobernabilidad de tal o cual país o región por parte de un determinado partido político o candidatos con posibilidad de acceder al poder. Esta inquietud de analistas y comentaristas políticos y -por fuera de ellos- de personas que no se dedican a tales actividades pero que han incorporado el vocablo gobernabilidad como una especie de muletilla que "queda bien" introducir en alguna que otra charla política, parece agudizarse en épocas pre y post electorales. Así, es habitual leer y escuchar que admonitoriamente una mayoría de personas advierten adustamente que hay que “garantizar” o "asegurar" la "gobernabilidad" a “tal” o “cual” gobierno de “tal” país por "cual" o “tal” persona o partido político.

Pocas veces, en cambio, se emplea tiempo en decir, aclarar o explicar por esas personas, en qué consiste la "gobernabilidad", cuya “garantía” tanto les intranquiliza. Veamos si podemos aclarar un tanto los términos.
El prestigioso y ya clásico Diccionario del Profesor Ossorio[1] define la palabra “gobernar” del siguiente modo:
Gobernar
Regir un estado o una corporación pública. |
Mandar con autoridad. | Dirigir, guiar, conducir.
(Dic. Der. Usual).[2]
En cambio, no registra la palabra “gobernabilidad”, pero, si podemos hallarla en el diccionario de la Real Academia Española. Y allí se especifica de esta manera:
Gobernabilidad.
1. f. Cualidad de gobernable.
2. f. gobernanza (‖ arte o manera de gobernar).
De donde se nos remite a gobernable:
gobernable.
1. adj. Que puede ser gobernado.[3]
Por cuanto resulta más que claro que la gobernabilidad es aquello que puede ejercerse o directamente se ejerce sobre lo gobernable, y lo gobernable es lo que puede ser gobernado, es decir una persona, un grupo de ellas, una sociedad, un país, etc.
Entonces, cuando se pide que se “garantice” o “asegure” la gobernabilidad”, lo que en realidad se está requiriendo es que se avale que un determinado gobierno tenga a quien gobernar, o sea, a quien regir, mandar con autoridad, dirigir, guiar, conducir[4] en suma, a quien someter, doblegar, sojuzgar, etc.
Desde este punto de vista, resulta claro que la "gobernabilidad" es un término de contenido aborrecible para alguien que defienda o se posicione en una sociedad libre.
No es casual que quienes mayoritariamente efectúen dicho reclamo sean miembros de la clase política, quienes aspiran a mandonear desde posiciones de poder, las que la ocupación de cargos dentro del gobierno les asegura.
Lo pavoroso del caso, es cuando quienes hacen el pedido son los gobernados mismos en favor del gobierno, lo que implica la inconsciente confesión de su vocación servil, revelando de esta manera su enorme espíritu de rebaño.
Hay que tener en cuenta que en las democracias republicanas o liberales quien gobierna es el pueblo y no los políticos. Estos son simples instrumentos del público, mediante los cuales la sociedad ejerce su soberanía. El político -en una democracia liberal- es una simple herramienta, de la cual se vale el pueblo para ejecutar el poder.
En contraste, en las democracias antiliberales, antirrepublicanas, populares o populistas (que en definitiva, son todas pura demagogia), el pueblo pasa a ser instrumento gobernable por parte de la casta política.
En cualquier caso, el vocablo “gobernabilidad” denota y recae sobre el sujeto pasivo de la relación de gobierno, es decir sobre el gobernado y nunca sobre el sujeto activo (el gobernante) con absoluta independencia de quien cumpla el papel de activo o pasivo.
Pero lo usual en nuestro tiempo es que, con esta malograda palabra se desee designar el ilimitado poder de los políticos que circunstancialmente ocupan cargos en los órganos del estado-nación. Algo que -a luces vista- se da de bruces con los conceptos clásicos de democracia liberal o republicana, y se acerca más a los sistemas fascistas o socialistas.
Entonces -en pocas palabras- la “gobernabilidad” que pretenden los políticos, constituye un pedido de absoluta sumisión ciudadana al mando y capricho de los funcionarios estatales, elegidos (en las democracias republicanas o liberales) justamente para todo lo contrario, es decir para obedecer los mandatos del pueblo y no a la inversa. Lo terrible -como apuntábamos- es cuando la ex-ciudadanía (por darle un nombre realista) asume la "corrección política" de tal pervertido uso de la palabra, y asiente dócilmente a ser servil instrumento del político de turno en el poder.
La "gobernabilidad" es una "luz verde" o un "cheque en blanco" que pide y exige dicho político o partido al frente del poder para hacer, prácticamente, cuanto antojo se le ocurra, sin que nadie se le oponga ni se queje.
Este fenómeno, ha sido harto acostumbrado en Latinoamérica, lo que no implica que países de otros puntos del planeta se hayan encontrado exentos de este mal.
No pocas veces, el partido o político gobernante esgrime el vocablo para lamentarse de los partidos opositores cuando -precisamente- cumplen con su rol de tales, es decir de opositores. El partido oficialista, entonces, blande un clamor (y una interpelación al mismo tiempo) por una “mayor gobernabilidad”, en buen romance, una menor o -si es posible- nula oposición. Pero esto desconoce -a la vez- el espíritu de la democracia republicana, que se nutre necesariamente del disenso y de la pluralidad ideológica, y del derecho constitucional reconocido a ambos, al tiempo que deja al desnudo la vocación totalitaria del partido o la fuerza oficialista que pretende que le dejen “las manos libres”. Despotricar de que la oposición política despliegue indispensablemente su función opositora acusándola de "impedir" o "dificultar" con ella la "gobernabilidad" del partido oficialista, es lo más antidemocrático y totalitario que puede alegar el oficialismo en el poder. Tiempo atrás, esta misma excusa oponían los oficialistas, pero con otra palabra que fue moda política: “desestabilizar”. Y quien se resistiera al partido gobernante era -en consecuencia- tachado de “desestabilizador”, lo cual llegó a constituir un anatema político de cierta gravedad.
En conclusión, la demanda de "gobernabilidad" es una de impunidad para quien, detentando el poder, posee aspiraciones totalitarias o dictatoriales.

[1] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. -Editorial Heliasta-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN 9789508850553)pág. 439
[2] Ossorio Manuel. Diccionario....ob. cit. Pág. 439
[3] Real Academia Española © Todos los derechos reservados
[4] Ossorio Manuel. Diccionario....ob. cit. Pág. 439

Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina

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