En los
comentarios y análisis políticos actuales es bastante frecuente encontrar
preocupación por “garantizar” o "asegurar" la gobernabilidad de tal o
cual país o región por parte de un determinado partido político o candidatos
con posibilidad de acceder al poder. Esta inquietud de analistas y
comentaristas políticos y -por fuera de ellos- de personas que no se dedican a
tales actividades pero que han incorporado el vocablo gobernabilidad como una
especie de muletilla que "queda bien" introducir en alguna que otra
charla política, parece agudizarse en épocas pre y post electorales. Así, es
habitual leer y escuchar que admonitoriamente una mayoría de personas advierten
adustamente que hay que “garantizar” o "asegurar" la
"gobernabilidad" a “tal” o “cual” gobierno de “tal” país por
"cual" o “tal” persona o partido político.
Pocas veces, en
cambio, se emplea tiempo en decir, aclarar o explicar por esas personas, en qué
consiste la "gobernabilidad", cuya “garantía” tanto les
intranquiliza. Veamos si podemos aclarar un tanto los términos.
El prestigioso y
ya clásico Diccionario del Profesor Ossorio[1] define la palabra “gobernar” del
siguiente modo:
Gobernar
Regir un estado o
una corporación pública. |
Mandar con
autoridad. | Dirigir, guiar, conducir.
(Dic. Der.
Usual).[2]
En cambio, no
registra la palabra “gobernabilidad”, pero, si podemos hallarla en el
diccionario de la Real Academia Española. Y allí se especifica de esta manera:
Gobernabilidad.
1. f. Cualidad de
gobernable.
2. f. gobernanza
(‖ arte o manera de gobernar).
De donde se nos
remite a gobernable:
gobernable.
1. adj. Que puede
ser gobernado.[3]
Por cuanto
resulta más que claro que la gobernabilidad es aquello que puede ejercerse o
directamente se ejerce sobre lo gobernable, y lo gobernable es lo que puede ser
gobernado, es decir una persona, un grupo de ellas, una sociedad, un país, etc.
Entonces, cuando
se pide que se “garantice” o “asegure” la gobernabilidad”, lo que en realidad
se está requiriendo es que se avale que un determinado gobierno tenga a quien
gobernar, o sea, a quien regir, mandar con autoridad, dirigir, guiar,
conducir[4] en suma, a quien someter, doblegar, sojuzgar, etc.
Desde este punto
de vista, resulta claro que la "gobernabilidad" es un término de
contenido aborrecible para alguien que defienda o se posicione en una sociedad
libre.
No es casual que
quienes mayoritariamente efectúen dicho reclamo sean miembros de la clase
política, quienes aspiran a mandonear desde posiciones de poder, las que la ocupación
de cargos dentro del gobierno les asegura.
Lo pavoroso del
caso, es cuando quienes hacen el pedido son los gobernados mismos en favor del
gobierno, lo que implica la inconsciente confesión de su vocación servil,
revelando de esta manera su enorme espíritu de rebaño.
Hay que tener en
cuenta que en las democracias republicanas o liberales quien gobierna es el
pueblo y no los políticos. Estos son simples instrumentos del público, mediante
los cuales la sociedad ejerce su soberanía. El político -en una democracia
liberal- es una simple herramienta, de la cual se vale el pueblo para ejecutar
el poder.
En contraste, en
las democracias antiliberales, antirrepublicanas, populares o populistas (que
en definitiva, son todas pura demagogia), el pueblo pasa a ser instrumento
gobernable por parte de la casta política.
En cualquier
caso, el vocablo “gobernabilidad” denota y recae sobre el sujeto pasivo de la
relación de gobierno, es decir sobre el gobernado y nunca sobre el sujeto
activo (el gobernante) con absoluta independencia de quien cumpla el papel de
activo o pasivo.
Pero lo usual en
nuestro tiempo es que, con esta malograda palabra se desee designar el
ilimitado poder de los políticos que circunstancialmente ocupan cargos en los
órganos del estado-nación. Algo que -a luces vista- se da de bruces con los
conceptos clásicos de democracia liberal o republicana, y se acerca más a los
sistemas fascistas o socialistas.
Entonces -en
pocas palabras- la “gobernabilidad” que pretenden los políticos, constituye un
pedido de absoluta sumisión ciudadana al mando y capricho de los funcionarios
estatales, elegidos (en las democracias republicanas o liberales) justamente
para todo lo contrario, es decir para obedecer los mandatos del pueblo y no a
la inversa. Lo terrible -como apuntábamos- es cuando la ex-ciudadanía (por
darle un nombre realista) asume la "corrección política" de tal
pervertido uso de la palabra, y asiente dócilmente a ser servil instrumento del
político de turno en el poder.
La
"gobernabilidad" es una "luz verde" o un "cheque en
blanco" que pide y exige dicho político o partido al frente del poder para
hacer, prácticamente, cuanto antojo se le ocurra, sin que nadie se le oponga ni
se queje.
Este fenómeno, ha
sido harto acostumbrado en Latinoamérica, lo que no implica que países de otros
puntos del planeta se hayan encontrado exentos de este mal.
No pocas veces,
el partido o político gobernante esgrime el vocablo para lamentarse de los
partidos opositores cuando -precisamente- cumplen con su rol de tales, es decir
de opositores. El partido oficialista, entonces, blande un clamor (y una
interpelación al mismo tiempo) por una “mayor gobernabilidad”, en buen romance,
una menor o -si es posible- nula oposición. Pero esto desconoce -a la vez- el
espíritu de la democracia republicana, que se nutre necesariamente del disenso
y de la pluralidad ideológica, y del derecho constitucional reconocido a ambos,
al tiempo que deja al desnudo la vocación totalitaria del partido o la fuerza
oficialista que pretende que le dejen “las manos libres”. Despotricar de que la
oposición política despliegue indispensablemente su función opositora
acusándola de "impedir" o "dificultar" con ella la
"gobernabilidad" del partido oficialista, es lo más antidemocrático y
totalitario que puede alegar el oficialismo en el poder. Tiempo atrás, esta
misma excusa oponían los oficialistas, pero con otra palabra que fue moda
política: “desestabilizar”. Y quien se resistiera al partido gobernante era -en
consecuencia- tachado de “desestabilizador”, lo cual llegó a constituir un
anatema político de cierta gravedad.
En conclusión, la
demanda de "gobernabilidad" es una de impunidad para quien,
detentando el poder, posee aspiraciones totalitarias o dictatoriales.
[1] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas
Políticas y Sociales. -Editorial Heliasta-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN
9789508850553)pág. 439
[2] Ossorio Manuel. Diccionario....ob. cit. Pág. 439
[3] Real Academia Española © Todos los derechos
reservados
[4] Ossorio Manuel. Diccionario....ob. cit. Pág. 439
Gabriel Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
@GBoragina
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